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Mostrando entradas de 2011

Desfase

Yendo justo en dirección contraria, y como a estas horas no tengo nada que celebrar, me he puesto a contar los años que tengo. Si cuento desde la fecha de nacimiento, unos días más tarde del gol de Marcelino a los rusos, tengo 47. Pero si cuento uno por uno los años que he vivido, resulta que voy a empezar a vivir el número 49. Ese desfase de un año me tiene completamente trastornado, y no alcanzo a entender la razón del mismo. Lo voy a dejar para otro día que tenga más luces.

Epílogo

Ayer dije que iba a asumir mis responsabilidades y que iba a dejarme de chorradas. Y este anuncio ha creado una cierta alarma entre algunos seguidores del blog, los del grupo de los alarmistas, a ver si esto se pone serio. De eso nada. Comparezco de nuevo ante ustedes con la misma cara que Soraya S. de Santamaría, pero con distinto peluquero, válgame el cielo, para decir lo mismo que ella, que donde dije una cosa quería decir otra, que donde dije que iba a dejarme de chorradas no quería anunciar otra intención que la de seguir buscando el lado absurdo de la realidad, dónde esta comparece sin pudor con la falda levantada. Aunque algunos días no haga gracia, que es lo que tiene la realidad enseñando el muslo. Viene un 2012 jodido de antemano. Haced lo que podáis.

balance de mierda

Ahora que llega el final del año y toca hacer balance, no tengo ninguna gana de hacer balance, porque el resultado, lo veo venir, va a ser una mierda. He recordado a Firmin y a Fermín, Romero de Torres (El Prisionero del Cielo, de Ruiz Zafón), dos compañeros en este infecto 2011. En sus palabras y pensamientos hay tanta sabiduria como en los ejercicios de San Ignacio, aunque más desorganizados, y para espíritus, como es el caso del mío, refractarios a cualquier palabra dicha con pretensión de trascender. Después de convivir con la enfermedad, Fermín dice que un hombre que puede mear de pie y sin ayuda es un hombre en condiciones de afrontar sus responsabilidades. Por razones que no vienen al caso, yo meo sentado desde hace veinte años. Pero después de hacer la prueba y de ver que puedo, he decidido afrontar mis responsabilidades y dejar de decir chorradas.

Bones

Como en muchas ocasiones me encuentro deambulando por la casa sin nada a lo que dedicar ni un minuto de tiempo, me paro delante de la tele a ver lo que echan, y todo me suena a repetido. No ya los mejores goles de Messi y de Cristiano en 2011, que ponen a todas horas, sino escenas de series de polis y cacos. - ¿pero este episodio no lo dieron ayer?, pregunto. - si, este es la cuarta vez que lo veo, pero es que a las 12 ponen nuevos capítulos. Y para eso se tragan tres de los viejos. Yo ya sabía que no hay producción audiovisual en el mundo para llenar tantos canales, pero aquello me lo confirmó. Como yo no consigo nunca atrapar la trama de una seie de estas de intriga, pensé que de esta forma, viendo el mismo episodio cada día a las seis, lo lograría, pero ya voy por la quinta repetición y todavía no sé por qué Bones deduce que aquel pelo pertenecía a la muerta. Voy a seguir intentándolo.

gafas con mira telescópica

Como no tengo nada que hacer en casa tantos y tantos días, me voy al bar a ver partidos de fútbol, aunque juegue el Real Madrid. Como soy muy lento andando, para cuando llego ya está todo ocupado, y aunque en Euskadi los hosteleros se han puesto las pilas y han llenado de pantallas todos los locales, me ponga donde me ponga, con la mierda de vista que tengo no distingo el balon del juez de linea. Por eso Papá Nöel me ha traido unas gafas con mira telescópica que venden en una óptica de la Gran Vía de Zaragoza y que son la caña. El aspecto que tengo con ellas es completamente ridículo, talmente Mortadelo, y la primera vez, al entrar al local con ellas puestas provoqué una carcajada general, pero después de que se han reído lo bastante, todos me las piden, y me miran a mí para que diga si ha sido mano o no. También me las pongo en casa para coser y para forrar libros, y mi hija me las ha pedido para el disfraz de Nochevieja. No se como he podido vivir sin ellas hasta hoy.

en Navidad haciendo el pato

Dice Fermin Romero de Torres que el hombre no desciende del mono sino del cerdo, y que en ocho de cada diez aflora el chorizo que tiene dentro. Esto es verdad particularmente en España, y los muchos amigos de lo ajeno que deambulan por la patria se dan su agosto particular en época navideña, de tal suerte que terminamos el día sin pulsera de plata de trascendente valor sentimental en la Comisaria de los Mossos d´Esquadra de Palafrugell. Para matar el rato mientras esperaba, me puse a andar por la acera de talones, para allá y de puntillas, para acá. Es lo que me había dicho el médico, con el fin de que ejercitara alguno de las decenas de músculos que tengo atrofiados. Músculos que, por otra parte, solo se activan cuando el chorizo que llevamos dentro entra de hurtadillas a robar a una casa o cuando se pasa por encima de un charco enorme con la intención de no hundirte los bajos del pantalón, musculos, en fin, que permanecen en estado de atrofia el resto del tiempo. En e

Un nuevo cuento de navidad

De tanto pasar frío y de tanto hacer cola en los servicios sociales, de tanto contar monedas de cinco céntimos, de tanto pasar la noche al raso sin que se le apareciera jamás un ángel que le anunciara nada, un día reventó mientras dormía, y algunas partes de su cuerpo fueron a parar a la pantalla del cajero. Hubo quien se quejó de que no limpiaran en Navidad.

Navidad. Sin cuentos

-       “A ver, los renos a un lado y los camellos a otro, venga esa cadena, que no se pare!!!” Oyendo el anuncio de aquel centro comercial para esta Navidad, se preguntaba la mula qué renos ni qué camellos ni qué carajo, si quienes habían hecho la guardia de Aquella Noche eran ella y el buey.

Y otro cuento de Navidad

El nuevo vecino de mi cuñado es un electricista gallego muy amable que solo dice "a tomar por culo".  Buenos dias, a tomar por culo, buenas tardes, a tomar por culo. Y cuando le deseó feliz navidad... a tomar por culo. A eso llamo yo un hombre de una pieza, profundo y reflexivo, y creo que esa expresión, a tomar por culo, dicha en estas fechas, resume toda la sabiduría acumulada a lo largo de la historia de la humanidad. La que permite conocer que aunque estemos en Navidad, o precisamente por eso, la felicidad viaja en otro tren, distinto del de las convenciones, en el que las personas se olvidan de ser de verdad y se conforman con hacer y decir lo que se espera que hagamos y digamos. Se lo conté a mis hijos, y les hizo tanta gracia que ahora contestan a todo a tomar por culo. Pero ya no tiene gracia, porque no son electricistas, ni gallegos. Ni lo suficientemente sabios.

Otro cuento de Navidad

- Tengo que dar un cambio radical a mi vida. Lo dijo muy serio, mientras se quitaba el jersey. Pese a la cercanía del fin de año, me pareció una reflexión demasiado profunda para un niño de 9 años, aunque la birria de notas que traía daban para decir eso y más. Le pregunté a ver dónde había oído eso del cambio radical, y me contestó que no sabía, pero que jugar de extremo había acabado con su paciencia, porque ahora todos los niños quieren jugar por el centro, como el Barça, y nunca le llegaba una pelota en condiciones. Aproveché para decirle que los cambios radicales son muy malos, porque si luego no enraizas en ningún lado te quedas con las paticas al aire, como la señora de ayer del eroski, y todo el mundo te lleva de aquí para allá, y nunca sabes cómo vas a terminar. Como tantos españoles no premiados con la Lotería, acabamos el día jugando al blokus degustando entre sonrisas la vida cochambrosa que compartimos con cariño.

Un cuento de navidad

Sentaron a una señora en una silla giratoria del eroski, de las que usan las cajeras, porque estaba cansada, que había tenido que ir al banco a por el calendario, y al ambulatorio a curarse de sus heridas, una consecuencia de un trompazo que se dió y las otras de las hostias que te da la vida, pero estas no se curan aquí, señora, le decía la enfermera, y a mí que más me da, contestaba, y luego en el eroski, allí sentada en la silla de ruedas y con las paticas colgando molestaba a todo el mundo, a las que preparaban los pedidos, quien ha puesto aquí esta anciana, y a la gente que quería devolver el carro, señora, si quiere jugar súbase al cochecito ese de los críos, que cuesta un euro, pero no ande jodiendo por el medio, coño, que es Navidad y hay doscientas cosas que hacer para que todo el mundo esté contento. La mujer acabó en el frigorífico, entre unas sepias congeladas y unas gulas de Aguinaga, y nadie reparó en ella hasta que no acabaron de repartir, ¿esta mujer conge

hablando solo

Como llevan una temporada tiradas a la bartola, mis neuronas se han acostumbrado a la buena vida, y ahora ya no se ocupan de lo que debieran ser sus obligaciones más primeras. Eso explica que ayer por la tarde me fuera tan tranquilo a catequésis y al volver a casa me la encontrara cerrada y con las llaves dentro. Eso explica también que el sábado mandara a mi hijo y a una amiga a San Mamés y que me quedara con las entradas en el bolsillo. Y eso que voy por la casa repitiéndome las órdenes en voz alta para que no se me olvide nada, ahora cojo las llaves, ahora agarro el paraguas, dejo el esmarfon encima del piano y me llevo dos galletas de Tostarica para entretener el paseo hasta la piscina, a ver si me encuentro con más energía que ayer, que me ganó en todos los largos ese señor de ochenta años que nada con calzón y camiseta, y luego vienen las preguntas, en qué bolsillo he metido las llaves, donde he dejado el paraguas mientras cogía las galletas para ganar al abuelo, qué he dejado

balance

A medida que se acerca el fin de año, y con él la inexorable obligación de hacer balance, me he puesto a hacer una lista de tareas pendientes, que confirman que no es que no tengo nada que hacer, sino que no sé cómo se empieza. Hacer eso un domingo por la tarde es del género bobo, y lo único que he conseguido es incrementar la sensación de estorbo social que se ha acomodado en uno de mis ventrículos: hay que arreglar la calefacción, el cristal de la puerta de un mueble, el sonido del ordenador, el e-book, la luz delantera derecha del coche, que se ha fundido, la persiana del cuarto de los niños, la escalera practicable de acceso al altillo, el asiento escamoteable y la cortinilla del asiento trasero derecho del otro coche, y así hasta completar veinticuatro tareas que soy incapaz de empezar a abordar. Así que he vuelto mis ojos a la ventana, para que la madre naturaleza o algún ser humano que pase me inspiren una investigación o algo a lo vincular mi triste voluntad.

Hormonas y homilias

Ya expliqué que ir a misa con Xavi los domingos es algo cargado de momentos de plenitud. Ayer, como celebrábamos la Navidad, los niños hicieron un teatrillo con una figura del niño Jesús en el medio, al parecer porque no había un bebé que aguante quieto una misa. Me preguntó a ver por qué el niño Jesús tiene tanto pelo si es un bebé, y yo le dije que era un problema de hormonas, que es el tema que estoy dando ahora en Ciencias de 2º de la ESO. También le dije que las concepciones virginales vienen cargadas de un montón de interrogantes que nunca han sido investigados, porque no hay universidad americana que se preste a eso, por muy prestigiosa que sea, porque ninguna quiere jugarse su prestigio. Y asintió con la cabeza, porque no discute la autoridad con la que hablo de estos temas. Ni de otros.

La fotosíntesis

Como no hago nada de provecho más que deberes de cuarto de primaria, me he dado cuenta de que las plantas son seres vivos que llevan a cabo las mismas funciones que un ser humano, como comer, respirar y reproducirse. La noticia me llenó de inquietud y me fui inmediatamente a la terraza con mi silla de director de cine y mi libreta verde. Me senté delante de dos plantas y me puse a observar la fotosíntesis. No pasaba nada, y al cabo de dos horas de laborioso pensar deduje que era porque con mi cabeza tapaba el sol, que a su vez ya estaba tapado por unas nubes muy gordas, y cuyos tímidos rayos no pegaban en las hojas sino en mi hueso occipital. Y como no quería que nadie pensara que me había pasado la mañana sin hacer nada, hice un dibujo de las plantas, con unas flechas que salían de las hojas y con unas flechas que señalaban en dirección a las hojas, como en los libros, y un cráneo con un interrogante sobre el mismo, y dejé la libreta abierta encima del escritorio a ver si algui

El autocierre

El autocierre es uno de los mejores inventos del último cuarto de siglo. En mi casa no se usaban bolsas de basura, sino bolsas de El Corte Inglés, hechas de un plástico tan resistente que nunca regalimaba por ningún lado. Lo asqueroso era cerrarlas, porque en mi casa teníamos la puta costumbre de llenarlas hasta arriba y luego no había forma de hacer un nudo sin llenarse de mierda los dedos. Por eso nadie quería sacar la basura. Bueno, por eso y porque eran cuatro pisos sin ascensor. Digo todas estas sandeces porque como no hay forma de encontrar nada divertido ni inteligente que hacer, alguna mañana que otra aterrizo por el servicio de devoluciones y de atención al cliente de Carrefour. A mirar. Esta mañana una señora ha recorrido los kilómetros que le separan de su casa para devolver tres rollos de bolsas de basura de esas con autocierre porque al cortar por la linea de puntos, que es por donde se separan ahora las bolsas una de otra, te llevabas por delante el autocier

Más de ascensores

Como no tengo nada que hacer, voy a los bares y me meto en las conversaciones de gente que va a los bares porque tampoco tienen nada que hacer. Como hablaban de ascensores, y el tema se me da bien, les conté lo que me pasó aquella vez estando en consultas externas del Hospital, cuando el elevador era tan lento. Cómo una señora con cochecito de niño y niño dentro intentó subir en el cuarto hasta el sexto para después bajar. Expulsarla de la cabina costó bastante. El primer herido fui yo, porque entró con tanto ímpetu que las ruedas del cochecito se trabaron con las ruedas de mi silla, y al ir a equilibrarme de nuevo caí al suelo, entre los pies de dos adolescentes que se pusieron a gritar como adolescentes. Una auxiliar se empeñó en ayudarme, pero no podía pasar. Primero, porque el cochecito del bebé estaba en medio, y segundo, porque las adolescentes no dejaban de gritar, contagiando ya al bebé, que empezó a llorar con estrépito. Mi hermano, que me acompañaba, trató de cer

Espumillón

Como no tengo nada que hacer por las mañanas, fui al Carrefour a comprar unos adornos para el árbol de Navidad, porque de tantas veces como ha petado la instalación, tenía el espumillón negro y quedaba muy mal combinado con las bolas del Real Madrid que me trajo mi cuñada de la tienda oficial. Asistí a la pelea de dos mujeres a las que separaba un guardia jurado que decía señoras, por favor, una y otra vez, mientras recibía sopapos de ambos lados. Parece ser que las dos querían la misma Monster High, o algo así, una muñeca feísima por la que yo no me pegaría con nadie. Me quedé como un pasmarote, mirando y sin intervenir, porque eso es lo último que se le ocurriría a una persona recién operada, medio coja y con el entendimiento nublado como consecuencia de la ingesta masiva de medicamentos pródigos en efectos secundarios. El agente de la autoridad desconocía todo ello, y se tomó bastante mal mi pasividad, de manera que me volví a casa con una bronca tan grande que se me qu

Luces y sombras

No falla. Cada año, al día siguiente de terminar de colocar por las calles del pueblo todos esos colgajos que sirven de adorno navideño, se levanta un vendaval que termina con la mitad de ellos por los suelos. Entonces, como no tengo nada que hacer, cojo mi cestita, meto la libreta verde por si se me ocurre iniciar una investigación, y me voy por ahí a recoger bombillas que no se hayan roto al caer, y me las llevo a casa antes de que algún bestia las pise y las rompa. Con ellas compongo lo que me sale: un calcetín de Papá Noel, una campana, una bola de Navidad, una mula y un buey, no sé, y las cuelgo del árbol después de conectar los cables a la red. Con la luz que dan mis adornos no hace falta encender el resto del alumbrado doméstico en ningún momento del día. Eso sí, cuando enciendo el horno se va la instalación eléctrica de toda la manzana. Algo he hecho mal.

El rosario

Al Xavi no le gusta nada ir a misa los domingos. Que si es un rollo, que si no entiendo nada, que si perdóname un domingo, que si por un domingo que no vaya... No me extraña que no entienda nada ni que lo considere un rollo. Pero hay que ir. Y como tiene muy buen perder, el otro día dijo que iría sin protestar, pero que necesitaba un calzado adecuado. Y como yo también tengo muy buen ganar, y no tengo otra cosa que hacer en la vida, le compré unos zapatos negros de cordones. Aprovechando el tirón, cuando se los pone en casa para hacerlos al pie le hago rezar un misterio del rosario.

Elementos nuevos

Una de las cosas que más me entretienen últimamente es buscar frases hechas que sirvan para todo. No por gusto, sino porque no encuentro nada mejor que hacer, y además, le veo utilidad al empeño: mi mente está de capa caída y no me salen las palabras por causa de la medicación. Así que tengo que acostumbrarme a decir lo mismo con menos recursos. Me he fijado en la frase: hemos incorporado algunos elementos nuevos . Fernando Alonso lleva diciéndola tres o cuatro años, al hablar de cómo, en cada carrera, su escudería va incorporando ese algo que esperan que le de al coche un mayor rendimiento: unos alerones en el casco, una pegatina de aquellas de papá vuelve pronto en el parabrisas, unos lanzadestellos para avisar a Petrov de que le vas a adelantar, que se aparte... y de mejoras en el rendimiento nada. No sirve de nada pero están entretenidos buscando elementos nuevos. Decir que hemos incorporado elementos nuevos es como decir que hemos estado trabajando, a ver qué pasa . P

Donuts

A veces me acerco a la panadería a ver qué tienen. No es que haga falta pan, sino que no tengo nada mejor que hacer en la vida. - Hola buenas, dos napolitanas de chocolate y un donut. - ¿Un? - Un donut. - ¿Un donus? - Sí, eso. Y me vuelvo a casa diciéndome a mi mismo que a lo mejor es por cosas como estas que la gente no me entiende.

Pedo

Como no tengo nada que hacer en la vida, para las nueve de la noche me voy a dormir. A la 10:30, cuando pensaba que se habían ido todos los demás a la cama dejándome de una vez en paz, aparece el Xavi por la puerta doblado de la risa y con el diccionario en la mano, llegándose hasta mí, ignorando mi estado, si estoy dormido o despierto, si me duele la pierna o no me duele la pierna, y diciendo: - mira, Aita, pedo: "aire o gas que se expulsa por el ano -culo en castellano- (esto no lo pone el diccionario, sino que lo dice él de su propia cosecha); normalmente hace ruido y huele mal". Todo ello dicho de manera entrecortada, entre carcajadas estentóreas, suyas y mías. Desde estonces, el diccionario es su libro de cabecera, y antes de dormir, buscamos juntos el significado de una palabra cualquiera. Pasamos un rato....

Memoria

Como no tengo nada serio que aportar a la humanidad, y no me acuerdo de casi nada, me he ofrecido a la Universidad del Sur de California para que experimenten conmigo lo que tanto éxito ha tenido con las ratas. Resulta que les han implantado unos electrodos en su cerebro para que recuperen la memoria. La histórica no, la normal, la de a ver dónde he puesto el queso y todo eso. Por lo visto, ha funcionado, y las ratas ahora se acuerdan de todo. Hasta de quien es el hijoputa que le ha puesto el cable en el cerebro. Que se prepare.

Valdebebas

Como no tengo nada que hacer en la vida, me he puesto a ordenar los periódicos viejos que estaban sin tirar en un rincón de la casa. En uno leí que Florentino invitó un día, en pleno verano, a las fuerzas vivas de Madrid, incluido el alcalde y la presidenta de la comunidad, a la inauguración el nuevo sistema de riego de los campos de fútbol de la ciudad deportiva de Valdebebas. Luego se tomaron unos pinchos, claro, con un vinito, en la parte donde hay aire acondicionado. En su discurso, el presidente del Madrid subrayó el compromiso del club merengue con el paisaje, el entorno y el ecosistema. Lo cual no hay, porque Valdebebas está en medio de la nada, sin entorno, ni paisaje ni ecosistema. Así cualquiera.

De pintxos

Como no tengo nada que hacer en la vida y soy cliente de Movistar, Euskaltel y Orange, que tiene cojones, llamé a una de ellas, a boleo, porque tengo conflictos con todas. Pregunté a ver qué era eso de estar pagando 46 euros al mes por el pincho de internet cuando por los mismos cinco gigas los de Vodafone me cobraban 35. Después de pasar cincuenta y dos minutos, nueve personas y otros nueve departamentos, una joven de acento dominicano me dijo que en adelante me cobrarían sólo los 35 euros, aunque los tres primeros meses, por mi cara bonita, el recibo sería solo de 17, y cuando le dije que me parecía muy bien me dijo que me transfería con el departamento correspondiente, en el cual me dijeron que para hacer efectivo el cambio de tarifa me pasaban de inmediato con el departamento correspondiente, en el cual me dijeron que ya se había hecho efectivo el cambio de tarifa, del pincho de internet, que pasaba a ser, según lo acordado , de 19 euros mensuales durante los próximos

La acera de enfrente

Mientras miraba por la ventana, hicieron una acera enfrente de mi casa, así que ahora estamos mejor, porque las cacas de los perros se reparten entre las dos, la de allá y la de acá, y así pisamos la mitad de mierda que antes. El resultado es, empero, una calzada metro y medio más estrecha, en la que sigue permitiéndose el aparcamiento. Por ella tiene que pasar el mismo camión de la basura, igual de ancho que siempre. Para hacer posible una maniobra que ya antes era trabajosa, ahora se monta en la acera del lado de mi casa, dos veces, una marcha atrás para coger los detritus y otra hacia adelante para irse con ellos. Esta operación, que tiene lugar cada día a las seis de la mañana, provoca unas vibraciones muy agradables en el inmueble, como si te estuvieran haciendo conquillas con un masajeador eléctrico. Pero, nada es perfecto, está teniendo sobre la acera un efecto demoledor: cada vez está más hundida. Como no tengo nada que hacer en la vida, me he comprado un calibre,
Como no puedo seguir desgastando neuronas en laboriosas investigaciones, y no tengo nada mejor que hacer en la vida, voy leyendo libros viejos. Con ello intento entender cómo ha llegado la parte de la humanidad en la que vivo a esta situación enajenada y absurda. Por ejemplo, he conocido que, inmediatamente después de la guerra civil española, el Régimen de Franco desaconsejaba a las chicas cursar estudios superiores en los que "son obligadas a un trabajo mental para ellas excesivo, que roba riego sanguíneo a regiones orgánicas fundamentales para su porvenir de mujeres" . Mi entendimiento, privado de la capacidad para emprender reflexiones más enjundiosas, se detuvo en lo de las "regiones orgánicas". Para mí una región siempre ha sido Asturias, o Castilla la Vieja, y no acabo de ver el concepto aplicado al cuerpo humano. De todas maneras, lo que me quita de verdad el sueño es si no habrá sangre humana suficiente en un cuerpo humano para afrontar todo

Investigaciones privadas

Como ultimamente no tengo nada importante que hacer en la vida, me instalé el balcón a observar el proceso de secado de la ropa, pertrechado de una gorra con visera y de una silla de director de cine que me regalaron por mi cumpleaños, sabiendo ya que el resto de mi vida lo pasaría, fundamentalmente, sentado. Tocaba la punta de una toalla y me sentaba a esperar en la silla. A los cinco minutos la volvía a tocar, y anotaba mis observaciones en una libretita verde: progresión de secado, tanto, tiempo esperado de secado total, tanto. Hacía lo mismo con otros tejidos, como algodón, lana, etc. También anotaba las variaciones climatológicas: a las diez cincuenta y ocho el cielo se cubre parcialmente con una nube de tales dimensiones, o a las once y veintidós se levanta un viento del noroeste de tantos kilómetros por hora de velocidad, todo calculado a ojo, e introducía en los cálculos efectuados las variaciones oportunas. Así hasta que la ropa estaba completamente seca. Mi trabaj

TANGAS

Como sigo sin nada que hacer en la vida, me puse a colgar la ropa. Más concretamente, una docena de tangas, a los cuales llamamos ropa, aunque si habláramos con propiedad habría que llamar no-ropa. Hacía varios intentos con cada uno para ver por dónde. La parte ancha debía quedar al aire, si no a ver cómo se seca, y la pinza es sensiblemante más ancha que la parte estrecha de la pieza. Creyendo que estaba enganchada, se me cayó un tanga al vacío. Pasaba un señor, y me escondí, porque a ver cómo le dices a nadie que ese tanga es mío, quiero decir, de mi mujer, o de mi hija, aunque se me ha caído a mí, a ver cómo confiesas sin parecer un trastornado. Y como no tengo nada que hacer en la vida, pasado el sofocón y colgada la ropa, volví a mirar por la ventana. El tanga ya no estaba. También me fijé en que las personas no cuelgan tangas. ¿A ver si estoy haciendo el tonto?

Reciclaje

Como no tengo nada que hacer en la vida, miro a través de la ventana. Ahora ando a ver quién es el siguiente pringao que intenta meter una bolsa en el contenedor de reciclado múltiple que han instalado en la esquina. Es uno de esos de muchos colores en el que puedes echar lo que quieras, desde un monopoly hasta la tapa de un móvil o la ropa que se le queda pequeña al más pequeño de tus hijos, pobre, que no ha estrenado ni unos malditos calzoncillos en nueve años. Siempre está lleno, el contenedor, y la abertura por la que se meten las cosas siempre está obstruida. A veces el pardillo de turno lleva a cabo un segundo intento, estirando del tirador y pensando que el primero lo hizo sin aplicar la fuerza pertinente. Otros más burros meten la mano izquierda mientras tiran con la otra, con la idea de remover el presunto impedimento, y se acaban pillando un dedo y lanzando una blasfemia. Otros miran alrededor pensando que es una broma y que habrá alguien grabando. Y todos,

Problema de matemáticas

Si a un hijo se le cae el boli al suelo cuatro veces en los cuarenta y cinco minutos de los deberes, ¿cuantas veces se les caen al suelo los bolis a los veincicinco de un grupo en las cinco horas de clase de cada día? Y un problema de psicología, de regalo: ¿y cómo se soporta eso?

siempre tienen prisa todos

Decía que una de las caracteristicas que más me atormentan del tipo de ser humano con el que me ha tocado compartir este tránsito por la historia que es mi vida es que siempre-tienen-prisa. Y desentono. Porque me pasa que cuando voy a hablar, ya no están los que me tienen que escuchar, cuando pregunto, ya se han ido, cuando digo a ver si tienen un momento dicen que no, cuando escucho me dicen que por qué no digo nada, y cuando trago saliva o cojo aire me dicen que no tienen toda la mañana He ido descubriendo que cualquier cosa es más perentoria que lo que tengo que decir, de manera que al ver mis aportaciones reducidas a la categoria de chuminada decidí darles carta de ciudadanía en este espacio que llamamos egunon, donde las estupideces se atropellan unas a otras. Esta enfermedad que me ha enviado el Maligno ma ayuda a sentirme más a gusto en mi papel de insulso marginal. Si antes no tenía prisa, ahora no puedo tener prisa, dado que mi velocidad de crucero es en real

El sistema dirá

De lo bien que me han dejao van dando cuenta los inspectores que me investigan para ver si estoy robando el dinero al erario público, haciendo cuento con mis dolencias. Los de la Seguridad Social me pidieron que llevara cuantos informes e historiales tuviera, original y copia, y cuando la médico vio la primera hoja dijo: - Buf. Y me devolvió todo, original y copia y me dijo que ya me llamarían, que me cuidara mientras. Los del Gobierno Vasco hicieron lo mismo, original y copia de todo, y tardaron la mitad en inspeccionarme, unos doce segundos, aunque el diagnóstico fue distinto: - Huy. Y también me dijo que me cuidara, y que ya hablaríamos. - ¿Cuándo hablaremos, doctora? - El sistema dirá, usted cuídese.

Lo bien que he quedao

También tiene su coña oir hablar de recortes a todos los gobiernos y que te citen dos veces en la consulta del neurocirujano, movilizando cuatro ambulancias, dos para ir y dos para venir, y que el neurocirujano no te reciba ninguna de las dos porque está operando, que es lo que hacen los neurocirujanos. Te ríes también al recordar cómo al cogerte una vía en el momento de proceder a una infiltración se extravasó la aguja, derramando sus líquidos por donde no debe y dejándome el brazo como Popeye, sin poder avisar a la enfermera porque en la zona de vigilancia intensiva el ambiente y el ruido entre enfermeras, auxiliares y celadores era el mismo que el de la verbena de la Paloma. Por lo demás, y fuera de todas estas minucias y otras muchas sin importancia alguna, menudo trabajo de paciencia y aliño que médicos, masajistas, fisioterapeutas, osteópatas, enfermeras, auxiliares y celadores han hecho conmigo en estos meses. Y qué bien me han dejao.

Churros

Otra de las milongas que jalonan mi relación con la clase médica en estos nueve meses de entretenidas esperas es la de la resonancia magnética. Me hicieron esta prueba el domingo 27 de marzo por la mañana, y el 7 de septiembre, cinco meses y medio después, el neurocirujano dice que aquí no se ve nada, y que a ver quién a hecho esta birria de informe. Esto pasa después de que la misma resonancia y el mismo informe los hayan visto tres médicos, públicos y privados, incluido el que ahora no ve nada, y no han dicho que aquí no se ve nada. Claro, como no veía nada, preguntó a ver cuándo la habían hecho, y yo le dije que un domingo por la mañana, y entonces me contestó que los domingos por la mañana hacen mejores resonancias magnéticas en una churrería. Esto me extrañó, porque yo nunca he visto que en las churrerías hagan pruebas diagnósticas de esta complejidad. Pasada la extrañeza, y vista la naturalidad de la sentencia del médico me imaginé, porque este país es así, que al

Una milonga, la primera

Una milonga es que te cite el neurocirujano que te operó para verte al cabo de un mes y que luego te reciba un MIR al de mes y medio. Y el efecto de esta milonga es que no te ve el cirujano que te operó sino otro. No sé si veis la diferencia, de tiempo y de persona. Y pensad en el efecto que esto tiene sobre un enfermo de columna que llega a la consulta después de haber estado media hora tratando de subir seis pisos en un ascensor sobre el que algún día Woody Allen hará una película. Y encima, la MIR, una chavala majísima con cara de haber terminado el Bachillerato anteayer, te recibe con el clásico, ¿qué, mejor?, como si tuviera una remota idea de cual fue el antes. Le dije que no, que peor, que después de operarse uno espera otra cosa, y me contestó que ya, pero que las hernias a veces se curan y a veces no, de lo que deduje que, además de medicina, la joven había estudiado psicología, y con tanto estudiar el único enfermo que había visto era a su madre con gripe. Me hi

El ascensor

Decía que mi camino hacia la recuperación está lleno de altibajos, aunque hay más bajos que otra cosa. El ascensor de consultas externas del Hospital es uno de los bajos más grandes que existen. Funcionar, funciona bien, es decir, sube cuando le das a subir y baja cuando le das a bajar. Va lento, pero también es lento Bielsa hablando y nadie se queja. El problema es entrar, porque siempre va hasta la bandera. Y el problema de no poder entrar no es igual para todos, porque las dolencias de cada cual se atienden en un piso diferente. Así, las de neurocirujía, que es el caso que me ocupa, están en la sexta y última planta. De esta manera, los operados de columna tenemos dos opciones, que son: o bien esperar de pie veinte minutos, o cincuenta, o bien subir las 119 escaleras. Las dos cosas son malísimas para la espalda, en la misma medida, así que da igual la opción que uno elija. Y la gente, que no es tonta, no ayuda nada, en parte porque las lesiones del vecino nos importan u

Elementos impulsores

Los procesos post operatorios tienen elementos impulsores y elementos retardadores. Entre los elementos retardadores está la visita de unas tías políticas que no se van, o ver a Mariano Rajoy saltando en un mitin. O ir al médico neurocirujano, que tiene el mismo efecto sobre el estado de salud de uno que si vas a la mercería. Y entre los elementos impulsores está que el equipo de tus amores gane en Anoeta un domingo por la mañana, mientras tú te tomas un vermut detrás de otro, y otro más cuando el árbitro pita el final, pudiendo dedicar el resto del día y las semanas siguientes a ver el video de los goles en Internet, doscientas veces, o mil, cada vez que te duela un poco.

el tiempo del absurdo

Los días siguientes, en casa, transcurrieron de la manera más absurda que imaginarse pueda. Todos querían que hiciera más de lo que me daba el cuerpo, yo me iba cayendo por las esquinas de cansancio, dormía de lado para no apretar los puntos y lloraba a todas horas, porque todo me dolía igual que antes. Me refugié en la manos del Xavi, que cada noche me contaba los puntos: uno, dos , ...hasta nueve. - todo bien, aita, duerme tranquilo. Y así fui pasando el tiempo, a la espera del informe definitivo, en el que me citarían para la revisión. Cuando llegó, donde debía poner la fecha de la cita ponía "llame para pedir cita", y me la dieron, en lugar de para el mes comprometido, para el mes y medio. - si, total, no va avanzar nada en quince días, me dijo la enfermera. Le agradecí la franqueza, y me dispuse a pasar tres semanas insufribles con la mayor alegría posible. A estas alturas, y como ya me importa un pimiento todo, decidí explorar la parte más absurda de mi personal

Todo fenomenal

Cuando salía de la habitación hecho un asco con dirección a mi casa, me encontré por el pasillo con el cirujano que me había intervenido, que iba chateando con su esmarfon. Me preguntó si me encontraba mejor y yo le contesté que sí, sin entrar en honduras. Me dijo que había sido una operación complicada y yo no pregunté cuánto de complicada no fuera a ser que me explicara las complicaciones, cuando al ir a cortar con el bisturí electrónico se quedaron sin corriente y cortaron con la rotaflex, o cuando al ir a cerrar a la enfermera se la cayó una lentilla en el bazo y esas otras complicaciones que suelen ocurrir "ahí dentro". - "Pero todo fenomenal", concluyó. Esa frase es la que me sostiene hoy, dos meses después de que todo esto aconteciera, cuando adelanto por la calle a una anciana que va con andador, y lo hago estando con ella en paralelo medio minuto.

Vida normal

Levantarme a hacer pis por la noche me costó tres cuartos de hora, desayunar no pude hasta que no vino una señora de los servicios sociales para ver si quería algo, y le dije que sí, que me diera el café a sorbitos, y moverme hasta la ventana requería hacer acopio de unas fuerzas que no tenía. Todos estos elementos y otros parecidos fueron tomados en consideración por el equipo médico para decidir darme el alta y mandarme a casa esa misma mañana, con un informe que decía que anduviera un rato todos los días, que tomara ibuprofeno si me dolía, que pidiera cita para dentro de mes y medio y que fuera haciendo vida normal. - ¿y qué es una vida normal, doctor?, pregunté. - pues ya sabe, poner unas lentejas, jugar al uno con los hijos, ir a votar si toca, contestar con cariño a los comerciales de euskaltel, salir a bailar, lo que hace todo el mundo. Evite sólo las cosas que lleven peligro evidente, saltar del balcón a la calle, las reuniones de comunidad de vecinos y los en

Flores y chocolate

La verdad de toda esta historia es que llevaba tiempo queriendo tener una planta bonita, porque la que tengo en el salón esta hecha una mierda, toda deshojada, y como no sabía qué hacer, pues me operé de la espalda. Y cuando al día siguiente, interrumpiendo la siesta en la que digería las lentejas con pollo, entró el de flores alegría, se cumplieron todas las expectativas. Pero todas. Las de decoración del salón y las del corazón mío, porque entre los rastrojos esos que les ponen ahora a todas las plantas había una notita que ponía "de tus compañeros del colegio Jesús - María". Qué alegría. Les escribí una nota agradeciéndoselo y recordándoles, por si pensaban mandar más cosas, que se me estaban acabando los bombones. La gente que venía a verme al Hospital, hasta aquel momento, comían de los que había sin recato alguno.

Lentejas con pollo

Venia de la máquina de café, a la que llegué con el empujón que me dió un médico residente, de ponerme el desayuno que se había llevado la auxiliar, y me encontrré la habitación con el vecino y sus dos hermanos. Parecían pacíficos, con sus bigotes y tal, pero uno me gritó ¿qué, mejor?, como si supiera qué me habia pasado antes de ese momento, y supusiera que había sido malo. Me asusté y derramé parte del café en mi pijama verde camuflaje. Le dije que pues vaya, y él contestó bueno, poco a poco. Me quedé un rato meditando en la profundidad de aquellos pensamientos y resolví no volver a dirigir la palabra a ese par de merluzos, pero fue imposible, porque tenían el marca entre manos e iban comentando las noticias, como si alguien les hubiera chivado que soy del Athletic, y tuviera que saberlo todo sobre la renovación de Llorente, cosa que me importaba un pito en aquellos momentos, y en estos. Gracias a Dios, la llegada de mi hermano me dió algo de tregua. Este venía con el A

Con el culo al aire

A la mañana siguiente, mientras me tomaba un café con leche con pajita, entró a la habitación una caterva de médicos y residentes, decenas de personas de blanco montando la misma bulla que si protestaran contra los recortes de la Generalitat en Sanidad, y se dirigieron directamente al vecino del aneurisma, propinándole un susto que le provocó otro aneurisma, del que lo rescató una residente a la que se lo pusieron como examen, diciendole o lo sacas o vas ejercer la medicina en Guinea - Bissau. Luego se dirigieron a mí, y uno, que parecía veterano, me agarró por el cuello y las piernas, me levantó sin que yo pudiera pedir ayuda a mi enfermera, me puso de pie, y me dijo anda!, como si fuera Jesucristo. Y anduve, como el paralítico. La biblia no dice nada, pero yo me imagino que el pobre no andaría más de tres pasos antes de trastabillarse. Yo no, yo anduve bastantes más, ocho o nueve, de la cama a la ventana y de la ventana a la cama, entre las chanzas de los unos y las otras, que, com

Ruido y frío

Mi compañero de habitación no ronca. Eso ya es algo. Y tampoco habla, conversaciones de esas tontas porque tocan, ya que estamos, y eso si que es media vida. Pensé en proponerlo candidato al Conejo de Oro Cruces 2011. Pero tiene calor todo el rato. Por eso duerme encima de la cama y con la ventana abierta de par en par. Cuando me pregunta si me molesta le digo que no, porque no es cuestión de ir haciendo enemigos cuando tienes que compartir con ellos el WC, pero me molesta mucho, porque entra frío y porque entra ruido. Como estamos en el primer piso del Hospital, a ocho metros escasos en linea recta de la autovía Bilbao - Santander, es como si tuviéramos la habitación en la mediana. Y de esta manera, no es que no puedas dormir, es que no puedes vivir, y se te alteran los nervios hasta unos límites que no soportaría ni un profesor de la ESO en San Blas.

Micción cumplida

Resulta que todo en la vida es cuestión de tino, y no de hacer las cosas a lo bruto. Solo presionando en un centímetro cuadrado que encuentro pasadas las cuatro de la mañana un poco más arriba de donde llevo horas haciéndolo, micciono seis u ocho centímetros cúbicos de unos orines más perceptibles por el ruido en el fondo del conejo que por el alivio tan carácterístico que acompaña a esta operación. A estrincones, apretar, orinar, apretar, orinar. Así hasta que me quedo sin fuerzas. Pasada la amenaza de la sonda, siento un gran alivio, y empiezo a pensar en el resto de tareas pendientes.

Conejo

Tengo que hacer pis. No hace ni tres horas que he salido del quirófano y la enfermera la ha puesto como tarea pendiente, que añado, semiinconsciente, al resto de las que ya tengo. Para facilitar el trabajo me alcanza un artilugio de plástico al que llama conejo. Esto es fácil, pienso, pero no. Descubro que si yo a mi cuerpo le digo haz, no hace, como hacía antes. Ni pis ni algunas otras cosas que intento, como sonarme la nariz. La enfermera se va diciendo que o meo o me sonda. Y como siempre que el ser humano ha evolucionado ha sido por necesidad o por miedo, yo empiezo a ver si sí. Y sigue siendo que no. Me dicen que pruebe apretando la vegiga, y yo la busco con las manos, por encima del vientre, cosa que no había hecho nunca antes. En vano. O es más pequeña de lo que yo pienso, o no está ahí, o tengo en mis venas más morfina de la que puedo soportar sin perder concentración. El caso es que paso un rato de duración indeterminada y pastosa y me encuentro otra vez en las mi

Todo ha salido bien

Un ratito después me despiertan dos caras y me dicen que todo ha salido bien, todo, pregunto, todo, me contestan, así que el Athletic consiguió empatar al final en Málaga, así que Andoni ya no se enfada por todo, así que Ana ya es ordenada, así que al Xavi ya le gusta la verdura, así que hemos roto el contrato de móvil con Euskaltel, así que vuelven los toros a la Monumental de Barcelona, así que lo de Rajoy presidente solo era un mal sueño, no hombre, todo, todo, todo, no, me dicen. Y rompo a llorar.

La nada

Desde esa sala hasta el quirófano fui tumbado en una camilla, riéndome, viendo el techo pasar. No era como en las series esas de hospitales en las que se repite una y otra vez el plano del techo pasando a toda velocidad, de un blanco reluciente y con una luz deslumbrante, no. El techo era gris, pasaba lento, y no había luz. En el quirófano había varias personas que me recibieron como en una fiesta - sopresa, saliendo cada una de detrás de un aparato. Hola Pedro, me dijo una saliendo de detrás de un brazo articulado, soy Carmen, la anestesista, y voy a estar contigo durante toda la operación, yo soy Ana, soy la enfermera, me dijo otra, y también voy a estar contigo toda la operación, para que estés tranquilo. El médico apareció como una voz en off, diciendo qué tal, pero ya no pude contestar más que levantando el pulgar, porque no sabía dónde estaba y porque todo el mundo me andaba ya tocando algo. La anestesista me advirtió de un pequeño dolor en la mano, y me dijo que pensara en algo

antesala

Tras despedirnos de los familiares, nos condujeron a los cuatro a una habitación extraña, mitad consulta de enfermería, mitad UCI, donde había un cirujano de verde completamente desubicado que nos preguntó si nos molestaba que estuviese allí. Yo le dije que podía quedarse siempre que no se empeñara en sacar conversaciones tontas para pasar el rato. Luego entraron dos niñas como de tercero de la ESO, una más alta y otra más baja, completamente vestidas de azul, a las que solo se les veían los ojillos, y se dirijieron a uno de nosotros, a una señora de unos setenta años que parecía que se operaba todos los jueves. Hola, cantaron al unísono, somos la cirujana y la anestesista que le vamos a operar, hemos visto que es usted alérgica a la penicilina, ¿es alérgica a algo más?, sí, contestó, a otras tres cosas que acaban en ina, y qué cosas son, pues no me acuerdo, pues no me fastidie, señora, pues pregúntenle a mi marido, un señor que está afuera con una bolsa, bueno déjelo

Camino gris

Una enfermera recién salida de su papel de Griselda en "Cenicienta" hizo con cuatro de nosotros y con nuestros acompañantes un grupo de aspecto lamentable, unos semidesnudos y otros vestidos, unos pálidos y otros con buen color (no en todos los casos era el enfermo el uno y el familiar el otro) y nos encomendó a una celadora vestida de gris que dijo hala, vamos?, preguntando, como si pudieras decir no, espera a que acabe el capítulo o aguarda un poco que coja este punto que se me ha escapado, pero no, era una pregunta retórica, así que fuimos, como un rebaño de ovejas absurdas, una coja y la otra sorda, cada una mirando para un lado, hasta el ascensor, en un trayecto con el mismo calor humano que una noche de enero en Carrión de los Condes. El viaje hasta el sexto lo hicimos en silencio. Yo tuve una conversación interior conmigo mismo, y me imagino que los demás tendrían las suyas con sus respectivas conciencias, o lo que tuvieran debajo de los gorritos verdes.

400 de cada 600

Mientras estas cosas ocurrían en el Hospital, el niño de nueve años lloró como un niño de nueve años el día que operan a su padre. Influyó bastante que su hermano mayor le dijera que en esas operaciones morían 400 de cada 1000 operados, que lo había leído en internet. El entrenador lo consoló al verlo sollozar ensayando faltas con barrera. Mientras le acariciaba la cabeza, le dijo que lo más seguro es que su padre no muriera, porque 600 son más que 400. Bastantes más. Al parecer esto fue del todo insuficiente, porque luego buscó a su maestra para ver si esta tenía regazo en el que cupieran él y sus lágrimas.

Ahí

- Es que tú no te imaginas la de complicaciones que puede haber ahí.  Claro, según lo que sea "ahí", y según quien sea "tú", y según cuando se diga, la frase tiene más miga o menos miga. Si ahí es la trastienda de una pescadería, te imaginas lo complicado que tiene que ser encontrar cuatro rodaballos presentables para el escaparate, o hacer rodajas un atún de 25 kilos, o destripar un bacalao que luego se ve tan limpito entre los hielos. Pero si "ahí" es un quirófano, el que va a entrar a que diseccionen eres tú, y te lo dicen la hora anterior a la operación, ya con el gorrito verde puesto y todo, no dejas de darle vueltas a la cabeza, por muy intrascendente que sea la conversación, y por muy coloquial que sea el tono.

Las dos horas antes

La hoja titulada "instrucciones para el operando modélico" lo ponía bien clarito, pero a mí se me olvidó, como me pasa tantas veces. Ingresar en el Hospital es una experiencia traumática, y a eso hay que añadir que aquel día estaba muy nublado, así que tampoco tiene tanta trascendencia, a mi juicio, olvidar las zapatillas de casa. Por lo que podía recordar, además, las mías tenían la suela de la izquierda completamente despegada, así que para qué hacer exhibición de intimidades domésticas que a nadie importan. La enfermera dijo que me desnudara para afeitarme, y cuando vió que no tengo pelos en la espalda, como nos pasa al noventa y siete por ciento de los varones, me dijo que me pusiera el pijama. Le dije que no había traido pijama, porque me molestó el comentario de los pelos, que en realidad sí lo había traido, uno de color verde militar, y me dió dos, de esos de hospital, uno que até por detrás y otro que me puse encima y que até por delante, para que no s

Prepararse bien

Bueno, ya está, he cumplido todas las prescripciones del anestesista. Ducharse así, afeitarse esto y aquello, lavarse los dientes y la lengua con esmero, no maquillarse en exceso y dejar las joyas en la caja fuerte. Como la operación es por la tarde, me hizo prometer que no tomaría nada a partir de las siete de la mañana. Dicho y hecho. Son las siete y ya he terminado de desayunar: huevos con chorizo y con torreznos estilo posguerra civil, un poco de salmón ahumado con alcaparras, una copita de cava, un bol de cereales y un café con leche con dos panes tostados con mantequilla y miel. No vaya a ser. Para preparar este frugal almuerzo me he tenido que levantar a las seis. Menos mal que me ha acompañado mi hijo, él con su cola cao y con los huevos metidos en pan para el almuerzo del Insti. Y como ya he preparado el cuerpo, ahora me toca preparar el espíritu, cosa de la que no dijo nada el anestesista, qué raro, será agnóstico o descreído, así que me vuelvo a la cama.

cortacésped

No tengo más que tres ideas en la cabeza, es por la crisis, pero cuando estoy ocioso, que es casi siempre, intento ponerlas en orden, porque me han dicho que mientras lo hago se van ligando conexiones neuronales que andan sueltas: uno, dos, tres; tres, uno, dos; dos, tres, uno, y así, a ver cómo quedaban mejor en el cerebro. De repente pasó mi cuñada con el cortacésped, tres, tres, tres, y otra vez, uno, uno, uno, y otra vez, dos, dos, dos, y así no había forma de pensar con criterio ni con orden ni con nada. Algo debió ver en mi cara porque me dijo esto no lo pondrás en el egunon, verdad, y yo dije que no, que no se preocupara, pero es que sí, porque no soy un hombre de palabra, sino de pensamiento, y éste, desordenado. Pero por su culpa. 

Asunto aclarado

Mourinho mete el dedo en el ojo de Tito Vilanova. La gente normal no sabe quien es Tito Vilanova, pero se hace rápidamente famoso gracias al dedo de Mourinho, de qué se queja. Madridistas ilustres y medios de comunicación de la capital piden a Florentino que despida a Mourinho antes de que Mourinho acabe metiendo el dedo en algún enchufe e incendiando el Bernabéu. Pero Florentino calla y somete el tema a plebiscito. Una pancarta colgada en el estadio deja claro el veredicto: "Mou, tu dedo nos señala el camino". Así que era eso. El madridismo buscaba desorientado el camino. En medio de los triunfos del Barça, un año tras otro, ficharon a Mou para invertir el rumbo. ¿Destino?: ¿La Liga, la Champions, la Copa, el Trofeo Carranza? Nada de eso. El ojo de Tito Vilanova. Pues para eso no hacía falta Mourinho, perdonen que les diga, bastaba cualquier macarra.

Confesiones

- Ave Maria Pu.., A... ve Ma... - A ver si te arrancas, majo, que Mi Santidad no tiene toda la mañana. - Lo siento, oiga, que quien iba a esperar que me tocara confesarme con el Papa. Que estábamos jugando a los chinos para matar el rato, y no para ganar ningún jubileo, y que a ver si mejoramos la organización porque entre acto y acto nos pasamos 18 horas, y ya no puedo más. Tenemos al lado unas monjas que se pasan cantando aleluyas todos los intermedios, y a uno de mi diócesis ya lo han tenido que ingresar en La Paz con un ataque de ansiedad, que le tiró a la de la guitarra una botella de agua llena y le dió en la cabeza y le rompió una cuerda, vocal, no de la guitarra. - Esas cosas se las comentas a Kiko Argüello, que es el que ha montado el programa de fiestas. Y de paso le dices que en otro encuentro haga más pequeños los escenarios, y no de trescientos metros, o ponga en el guión que puedo saludar desde el centro y no recorrerlos enteros, que tengo ochenta y cin

Algo era ello

Al día siguiente de terminar la JMJ, cuando todavía Bono estaba en la pista de Barajas gritando consignas al Santo Padre, y el Rey le empujaba con la muleta diciendo dejalo ya, pesao, que no te oye, y aprovechando que el escenario de Cibeles todavía no lo habían desmontado, 300.000 kikos se juntaron en mitad de Madrid. Madre del amor hermoso, ¿cuando acaban las cruzadas?, dijo un conductor atascado por quinto día consecutivo a la altura de Neptuno. ¿O es que el escenario lo habían puesto ellos? ¿O es que esta era la parte oculta del programa de fiestas?. Quien sabe. El caso que buena parte de la juventud de la derecha de la Iglesia se quedó en Madrid a seguir la fiesta. Yo soy de lecturas simples, y dualistas, ya sabéis, y creo que además de los atascos, la visita del Papa ha tenido dos efectos: hacia afuera, demostrar al mundo que no hay nadie, seguramente, que sea capaz de convocar de la manera y en el número en que lo hace la Iglesia. Y otra, hacia dentro, demostrar al orbe cató

Patrocinio perverso

La organización de la JMJ quería tener contentos a sus patrocinadores: un sitio cerca del Papa en las misas, qué bonito ver a Botín y a Rato diciendo aquí estoy yo, completamente católicos ellos, y las agosteñas rebajas, que no olvidemos que también El Corte Inglés ponía su parte: así que indulgencia plenaria, sentenció Rouco, para quienes participen en la Jornada, se confiesen y recen por las intenciones del Santo Padre. Estos ya pueden ir a pecar a (los) Cuatro Vientos, que el árbitro mirará hacia otro lado.

Pina de Ebro

El ABC es una de las empresas que patrocinan la venida del Papa Benedicto. Para que todo sea como tiene que ser, y que el Pontífice, además del calor de Madrid de agosto, sienta el calor que emite el pueblo español cuando suda arremolinado alrededor de su persona, este famoso diario de la derecha vende por un euro con cincuenta un adminículo que con una sola pasada por los mofletes te pinta la bandera española, sin necesidad de enguarrarse uno y sin que al Santo Padre se le pringuen los santos dedos si le da por hacerte una carantoña. Y lo vende bien. Que uno de cada tres de los seis mil peregrinos que atestaban ayer la estación de servicio de Pina de Ebro llevaba impresa la rojigualda.

A rezar

- ¿Ya rezas? Me lo preguntó por la calle hace un par de años un converso que iba a mi clase, y que cuando tenía dieciséis años solía quemar contenedores los viernes, por la calle. Este fin de semana, leyendo una entrevista con el obispo de Solsona, he recordado el encuentro. Confesaba que el primer pecado del que se confesaba - con el primer cura que encontraba en la diócesis - era de no rezar lo bastante. Un obispo. Qué obsesión.  Y qué miedo, que a Dios no le baste con lo que reza un obispo. O qué desajuste, Dios con calculadora.

a confesar

Viene el Papa a Madrid e inundan la ciudad de confesionarios portátiles, de esos que el cura puede cambiar de lado si de repente le pega el sol de plano, a él o al penitente. Uno de los organizadores del evento, uno que no es El Corte Inglés, dice que todo lo malo pasa porque estamos moralmente hechos un asco y pecando a todas horas y que no hay otra que confesarse a destajo. Después de que pase el Santo Padre y se levanten los confesionarios, lo reluciente que va a quedar España, que no hará falta ni cortar la Castellana.

La casa encima

¿Qué haces si en medio de una fase depresiva de tu vida neuronal te tiras en el sofá porque no puedes hacer otra cosa, y entonces te empiezan a venir a la cabeza pensamientos negativos, a motrollón, corriendo como cabrones a ocupar su lugar en el lóbulo del cerebro en el más daño hagan, y de repente gana aquel tan primario que dice "se me cae la casa encima", en sentido figurado claro está, y entonces va el vecino y empieza las obras, pom, pom, pom, pom, y te cae en la frente un cascote de tamaño regular que se desprende del tabique divisorio? ¿Qué haces, eh, si estás pensando que se te cae la casa encima y va la casa y se empieza a caer encima? Huir no puedes, porque es de cobardes, y además la pierna no te responde. Seguir en el sofá tampoco, porque el vecino sigue enajenado con el mazo y se ha convertido en un lugar inseguro. Llamar a Mapfre o a la policía local es misión imposible porque el teléfono está en la otra punta. Desear la muerte es una opción intelig

Recomposición

Estaba yo atando dos neuronas de mi cabeza que la gabapentina había desatado cuando entró mi hija en la habitación esparciendo por el aire unas endorfinas destructoras que lo estropearon todo. La discusión empezó con una demanda de aumento del saldo del móvil que no supe encajar como un progenitor equilibrado. De ahí pasamos a las ironías y terminamos como el rosario de la aurora. El pequeño entró en el cuarto inmediatamente después y se le pegaron dos endorfinas al humor, de manera que no supo encajar como se espera de un niño educado de nueve años mi negativa a doblar la asignación semanal destinada a la compra de chuches. Y dijo pues vaya mierda y se marchó. A mí todas estas peleas domésticas me dejan bastante agotado, con la atención dispersa y con una sensación de incapacidad para el desempeño mayor que la de un policía en Noruega. Y luego no puedo centrarme en la recomposición de mi tejido neuronal. A ver si con las vacaciones.

Neuronas

Es muy importante cuidar la conexión entre las neuronas que tenemos en la cabeza. Si no, corre uno el serio peligro de desestabilizar otras partes de su cuerpo, o de su alma. Yo llevo tres meses y pico tomando gabapentina. He echado cálculos, y me sale que habré ingerido aproximadamente un kilo. Una tarde que estaba desocupado, una de tantas, se me ocurrió dedicarla a leer prospectos de medicinas. Entre los efectos adversos frecuentes de la gabapentina que he notado encontré desglosados los siguientes: enfado hacia otros, confusión, cambios de humor, depresión, ansiedad, nerviosismo, dificultad al hablar, pérdida de memoria, dificultad para dormir, dolor de cabeza, descoordinación, sensación de cansancio, disminución o ausencia de reflejos, problemas con los dientes, que llegué a visitar a la dentista para que me sacara una muela, y dificultad al pensar. Mientras mi abogado se ocupa del miserable que me lo recetó, yo intento volver a coser los hilos que juntan las neu

No esperen efusiones. Mis piernas (y 3).

Andar cuarenta y seis años y medio con una pierna más corta que la otra y no reparar en ello... ¿Pero en que he estado yo pensando? Pues en el ojo, que no veo, en el oído, que no oigo, en el riñón, que me duele, en la clavícula, que me la rompió un animal al que no le enseñaron que hay que saltar por encima del portero cuando éste sale a los pies. Cómo iba a imaginar yo que la pierna... Yo he fallado, que hay que fijarse más, en las piernas y en todo, pero el sistema se ha columpiado bastante conmigo, supongo que convendréis en ello. En fin, si a pesar de toda esta cantidad de defectos, y de este caminar indolente por la vida, todavía alguno quiere seguir conservando una relación de amistad conmigo, aunque sea de la de facebook, tan desinfectada, lo agradeceré. Pero no esperéis efusiones, porque tengo una pierna más corta que la otra.

Hematocrito saturado. Mis piernas (2).

Como nadie lo explica claramente, me ha dado por pensar que la causa de la hernia discal que me ha salido es precisamente esa: andar cuarenta y seis años y medio con una pierna más corta que otra, y no prestarle atención al tema. Y andar bastante. No de casa al kiosko y del kiosko a casa, no. Paseos incluso por la Playa de la Concha, en el mismísimo San Sebastián. Que no os pase a vosotros. Que no llegueis a la preancianidad sin mediros las piernas. Pero bien medidas, no de cualquier manera. Que no os penséis que yo soy un dejao. He pasado todas las revisiones médicas establecidas, incluidas las de la mili, tan rigurosas. Todas, menos las últimas diez de la mutua, por miedo a que me dijeran, tú, de baja, por paticorto de un lado, o por no oir nada, o por respirar entrecortado, o por mirar demasiado fijo, o por hematocrito saturado.

Ni tú ni nadie. Mis piernas (1)

Con lo que me gusta la novedad, no sé por qué he descubierto tan tarde la osteopatía. A lo mejor es porque soy bastante huevazos para según qué. Cada vez que voy, el osteópata me descubre algo nuevo. La primera vez me hizo reparar en que estaba tarado del lado derecho: la clavícula rota y mal soldada, el codo dislocado, una sordera galopante, un ojo vago, un testículo epididimítico, un conducto uninario obstruido, decenas de empastes en las muelas, cosas todas que ya sabía yo, pero solo en alguna medida, y nunca vistas todas juntas, y en la derecha, lo cual impresiona bastante. En la segunda ocasión ha descubierto que mi pierna izquierda es sensiblemente más corta que la derecha, lo cual me obliga ahora a caminar con un alza en el zapato de ese lado. Me he construido el peralte por dentro, a base de plantillas, para que no lo note la gente que me conoce, y me empiece a preguntar qué te ha pasado en la pierna y yo le tenga que contestar, nada, siempre ha estado así, er

San Fermín

En Pamplona por el chupinazo de San Fermín rara vez pasa una cosa distinta a la del año anterior. Pese a todo, en los telediarios de cada siete de julio insisten en conectar con sus corresponsales en la casa consistorial. Que digan que se ha dado el chupinazo está bien, porque si eres de Mieres, y cuando vas con alguien por la calle no sabes que han empezado los sanfermines, pues quedas mal, como alguien abúlico, o que no vive en este mundo. Pero creo que hay en juego algo más que lo de informar del comienzo, ya que una vez que la corresponsal explica que se ha dado el chupinazo, cuál era la longitud del cohete, en pies, su carga explosiva, quien lo ha tirado y a quién le ha dado, empiezan las imágenes en las que se ve a jóvenes borrachos tirándose desde una fuente al suelo entre el alborozo del gentío, y también a jóvenes duchados en alcohol en medio de la plaza del Ayuntamiento que gritan, aunque la entrevistadora porta un micro que hace completamente innecesario el

Secreto. De los altos.

Los gobernantes solo quieren nuestro bien. Por eso la resistencia de las centrales nucleares a los impactos de avión es alto secreto, habida cuenta de los chinaos que hay dando vueltas a la posibilidad de acabar con todos los infieles de una tacada. Y por eso durante decenas de años ha sido secreto de estado el nivel de contaminación del pescado (que tenemos el cuerpo lleno de mercurio y otras bazofias contaminantes). Contaminados sí, pero protegidos.

el tiempo

Los norteamericanos, cuyas universidades siempre tienen algo interesante que investigar, han ideado un sistema para valorar qué hacen. Sí, qué hacen. Que hace un americano en un día: 8 horas y 23 minutos de sueño. 1 hora y 12 minutos de comida. 4 horas y 24 minutos de trabajo. 2 horas y 31 minutos viendo la televisión. 2 horas y 9 minutos de ocio y deporte. Una hora y 41 minutos en tareas de la casa. 49 minutos de cuidado personal. 43 minutos de compras. 32 minutos cuidando de otros miembros de la familia. 11 minutos al teléfono o respondiendo emails. Se trata de un chip que se instala en el lóbulo de la oreja, como un pendiente, y que ya he comprado para mis hijos. Ahora parecen modernillos, pero son sólo un experimento científico de su padre. Los primeros resultados han sido malos. Y ahora trato de rebajar las seis horas y doce minutos que la mayor se pasa delante del espejo de su cuarto probándose ropa, las cinco y cuarenta y cinco que el mediano pasa delante

la pantera rosa

A la mierda. Leí el otro día en El Faro de Vigo que el Gobierno acaba de aprobar la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición, la cual incluye la prohibición de que en los Colegios se pueda adquirir bollería industrial. Esto ya es triste. Pero la ley deja, además, algunos flancos abiertos, que provocarán lamentables incidentes y malentendidos en los recreos de nuestras escuelas. Describiré uno, que presencié, no recuerdo si directamente o en sueños. Se trata de ese perillán de tercero de primaria que sale corriendo al patio con una pantera rosa en la mano, la misma que su madre ha comprado en el súper diciendo coño, las pantera rosa, pues no me comí pocas yo en el recreo, y todavía se venden, voy a comprar. Y entonces el monitor vigilante del patio, que ha sido contratado para favorecer el buen ambiente entre los críos y evitar peleas y minimizar los efectos de los cotidianos trompazos y discusiones, se ve abocado a hacer cumplir, por el bien del chaval, y contra el criterio de

Estambul

Una vez estuve en un mercado de una famosa ciudad de Turquia llamada Estambul. Qué bullicio, y qué gritos!. Lo más parecido a aquello que he visto en Occidente ha sido la sala de espera de Consultas Externas de Traumatología del Hospital de Zamora. Me dí cuenta del parecido porque yo siempre estoy atento a las situaciones asimétricas, y nada más entrar escuché una voz varonil que gritaba señora, que esto no es la plaza. Luego, ya en la espera, dilatada, observé cómo dos de cada tres personas esperaban solas, sin compañía alguna. Y de estas personas solitarias, el ochenta y ocho por ciento recurrían al móvil cada poco rato para comentar son sus parientes cosas relacionadas con su enfermedad. Y como algunos parientes vivían en Barcelona y hasta en ciudades más lejanas, gritaban mucho. Menuda algarabía:   - Avelino Zenarruza, pase a consulta cuatro, dijo con voz metálica un altavoz. No se oían nada los avisos, y entonces la gente quería hacerse oir por encima de

A la cola

Me gusta hacer listas. El día que cumplí 47 años hice una de las cosas por las que he hecho cola en mi vida. La primera que recordé, por lo larga que era la cola, fue la que hice para entrar al museo del Real Madrid. Luego está la que hicimos para entrar al Reichtag. De esta nos rescató una amable azafata vestida de rojo, a la que mi mujer engañó acerca de la edad de los hijos. Luego, la que hacía para comprar en la carnicería de Pedro Mari, aunque fuera los sábados a las ocho y media de la mañana. También la que hice para subir con Ana a las torres de Notre Dame a ver las gárgolas, porque había visto el Jorobado de Notra Dame. Y la de entrar al Louvre, aunque esta vez nos colamos, a instancias otra vez de mi mujer, no penséis. Y la de todos los veranos en la pescadería de Palafrugell. Y una que hice una vez en la comisaría, para sacarme el pasaporte, y porque no tenía cita. Y para terminar, la que hacía en la Delegación de Educación del País Vasco, fuera a la hora que

sectas no!

Un padre encerró a su hijo en una caja durante dos meses por usar el móvil. (no digo yo dos meses, pero todo el recreo, eh?, al que le pillas en el colegio mandando mensajitos, ahí, en una caja con ventana, con vistas al monte y con hilo musical en el interior...) Una caja grande, en la que cabía el hijo perfectamente, con una ventanita y todo, pero de la que no podía salir ni para ir a hacer sus necesidades fisiológicas. El hijo tenía 21 años. Lo cuál deja una pregunta en el aire que intentaremos resolver más adelante: ¿por qué no se resistió?  El padre era canadiense. Esto no dice gran cosa, porque los canadienses, por lo general, suelen ser gente cabal. Y si tú, con tus 21 añazos, te enfrentas a tu padre cuando este dice que te va a encerrar en una caja, al final no te encierra, aunque sea canadiense. Ambos, padre e hijo, vivían en Bolivia, pero esto tampoco explica nada, porque lo normal es que cuando eres de fuera y vives en Bolivia, no te vuelves loco ni em

Poesía

Un hijo que tengo, en cambio, es un gran seguidor, amigo de facebook diríamos ahora, de Miguel Hernández, Gloria Fuertes y de la intriga de la hormiga Miga. Es recitar dos versos del poema ese de la flor y empezar a mondarse de risa. Agua, fango y barro, para que no coja un catarro, o barro, agua y fango, para que baile un fandango, son otros versos del mismo poema, que ha aprendido de memoria. Cuando va corriendo al baño, se le oye decir:   tengo una fuerte apretura, que me lleva a la locura. ¿Que cenamos macarrones?,   ¿pero otra vez macarrones?, ya estoy hasta los faldones. ¿Que toca hacer los deberes?,   solo empezar a estudiar, y ya empiezo a estornudar. ¿Qué queréis? Otros presumen de hijos "brillantes" en los estudios, o de campeones nacionales de esgrima o bolo a cachete.

gambas

Ya decía yo ayer que siempre me ha llamado la atención ver a gente educada y seria comiendo gambas con los dedos, y poniéndose de jugos de marisco hasta el codo, y haciendo ruido al chupar las cabezas, sin saber que éstas están llenas de mercurio y otros metales pesados que complican bastante la digestión. Es una práctica tan habitual en entornos civilizados que hasta los restaurantes la favorecen, al entregar a los comensales unas toallitas humedas que hacen que todo el mundo salga del local con olor a esencia de limón, una vez que se la han pasado por manos, muñecas, antebrazos, codo y cara. La deshinibición llega a tal punto que algunos se la pasan por el sobaco, en el caso de que los líquidos que estos pequeños marisquillos tienen en su interior hayan venido resbalando hasta encontrar acomodo en los pelillos que suele albergar esa zona del cuerpo humano. En ese caso, en lugar de lograr el efecto buscado, el restriegue de la toallita favorece la aparición de un nuevo e

arrejuntarse tos bien

Arrejuntarse tos bien es el lema que ha elegido el Granada CF en su vuelta a primera división, para estar todos más unidos en torno al equipo. En lugar de hacer nuevas tribunas que luego hay que quitar porque el juez dice que no estaban en al Plan de Urbanismo, han decidido quitar todos los asientos y ponerlos otra vez, los mismos y otros 2600 mas, para que quepa más gente en el mismo sitio. Por un lado está bien, porque el pedido de los 2600 asientos nuevos ha salvado a una empresa de asientos de Granada que estaba a punto de hacer un ERE, porque en Granada la gente ya no se sienta, con esto de la crisis, y pasea más. Pero por otro lado es un poco injusto, para el que lleva de socio 25 años y ha vivido las penurias de la segunda be y los partidos contra el Ceuta Industrial y el Motril, sentadito a sus anchas en la tribuna, pudiendo dejar en el asiento de la izquierda la tartera de chicharrones para ir picando y en el de la derecha la colección de revistas de motos por s

rocieros

Se les rompió un varal del paso de la Virgen del Rocío y todos los rocieros se echaron a llorar. Eran miles, así que el espectáculo era como de tragedia griega. Algunos lloraban por ese llanto tonto que te da cuando te has bebido dos docenas de gin tonics. Otros, porque habían cogido los días de vacaciones para ver a la blanca paloma, y la blanca paloma, según vió que le faltaba un pie dijo que media vuelta y para dentro, que con esas pintas ella no sale. Otros lloraban porque son de lágrima fácil, y lo mismo lloran por esta chorrada que por otra, como cuando el Betis se va a segunda, cosa que tiene por costumbre. Y otros porque se habían gastado un dineral en venir desde Antequera, que es por donde sale el sol, hasta Almonte, con el carromato lleno de manzanilla y de latas de mejillones para invitar a la peña. Una señora lloraba porque quería pedirle algo a la Virgen y ya no iba a poder. ¿Pero no podría enviar la Junta a un equipo de psicólogos de esos que van a los te

Preanestesia

Pusieron a un celador, al más avinagrado de todos, en el sitio del anestesista. Total, para lo que hay que hacer, debió pensar el Jefe del Servicio. Y así el anestesista se pudo ir a la mariscada de la Peña Athletic de Ampuero, qué coño, la de tiempo que llevaban sin juntarse pues. Me hizo veinte preguntas de contestar si o no y verdadero o falso, y se molestó un poco cuando dije a destiempo lo del cólico renal, porque no sabía en qué casilla se metía. Y me dijo que ya me llamarían, antes de gritar siguiente!, como en las pescaderías. Aunque más rápido.

testamento

Para celebrar mi cumpleaños y ante la cercanía de la muerte, que veinte años no es nada, y qué febril la mirada, he resuelto hacer testamento. Después de darle muchas vueltas, los libros quedan para Andoni, a ver si le entra el gusto por la lectura. Y si no, que tape con ellos los agujeros de las paredes de su vida, como he hecho yo. Las bicicletas para Ana, que estoy hasta aquí de llevarle y traerle de la piscina cinco veces por semana. Si no quiere usarlas para ir y venir, que las ponga en su cuarto para colgar las prendas de vestir. A ver si así disminuye el número de cosas que tiene tiradas y sin ordenar, que es como dejo yo mis asuntos a día de hoy. Y los electrodomésticos para el Xavi, que es el más osado con los botones de las cosas. No suele acertar, pero es entretenido. Como me pasa a mí últimamente. Espero que el notario no ponga pegas.

Orden

Una de las experiencias más sorprendentes del año es cuando me pongo a ordenar el cuarto de mis hijos, acabado el curso. Este año tres hallazgos llamaron mi atención por encima de los otros treinta. El primero fue un bocadillo en avanzado estado de descomposición que se alojaba detrás de la caja del microscopio (si dentro hay un microscopio, lo ignoro). Que era bocadillo saltaba a la vista, porque en mi casa no envolvemos otra cosa en papel de plata, aunque con mis hijos nunca se sabe. Y que se descomponía lo decubrí porque los seres vivos que lo habitaban habían empezado a comerse el albal, no vayáis a pensar que tuve la osadía de abrir el papel de plata de un bocata que llevaría allí ni sé los meses, para ver de qué era. Otro fue un diario que mi hijo escondía en una caja de galletas con migas, y que empecé a leer con absoluta indiscreción por donde decía querido diario y no se qué de una novia y no quise leer más, por rubor. No sabía que escribiera nada, qué ilusión. Y el terc

Otros lenguajes

Hay muchos lenguajes, y uno es el del secapelos. Mi mujer y yo lo hablamos a la perfección. Hay un secador de pelos que ella deja encima del armario de cuarto de baño. El armario de cuarto de baño es también el espejo del cuarto de baño, una cosa de esas modernas. Que cuando te quieres ver la cara, cumple su función estando cerrado, pero que si quieres la cuchilla de afeitar, por poner un ejemplo, tienes que abrir. Y entonces el secapelos se cae. Unas veces lo sujeto con las manos, otras me cae en la cabeza, otras se estrella contra el lavabo, otras contra el suelo... Yo me cago en sus muertos y lo dejo en la repisa de la ventana. Por las noches mi mujer se ducha, para ir fresquita a la cama, y después se seca los pelos, para no agarrar un catarro. Ve el secapelos en la ventana, se caga en mis muertos, y después de usarlo lo pone encima del armario. Y al día siguiente pasa lo mismo. Desde hace diez años.

Unas chicas de Cuenca

Estaba el otro día yo con treinta niños de doce años en un viaje de  esos de aventura, en Jaca. Se tiraron por un cañón, hicieron rafting, escalada, de todo. Y salieron ilesos. Y yo respiré. La última noche estaba yo tomándome un gin tónic para celebrarlo: que estaban bien, que mañana estoy en casa... Ellos hicieron discoteca, y Aitor quería impresionar a unas chicas de Cuenca, guapísimas, que estaban ahí, sentadas, viéndole bailar aquello de "yo quiero bailar, toda la noche, lalaraalaralalala", y dió un salto tan bien impulsado y tan mal calculado que su cabeza chocó contra la viga, abriéndose el cráneo en canal, y manando tanta sangre que parecía eso un episodio de Navy. Otro Aitor vino a avisarnos. Mientras venía la ambulancia le hicimos un apaño con una camiseta, que parecía Quincoces, y aproveché para preguntar a Aitor, el otro:   - y las chicas de Cuenca, ¿qué? - jodé, se han quedado muy impresionadas. Bueno, por lo menos...

reforma AGRAria

Un estudiante de la ESO no puede estar todo el día concentrado. A partir de un determinado momento...   - ¿Por qué has puesto una foto de manifestantantes contra la reforma agraria para ilustrar esa diapositiva sobre el Taj Majal? - No sé, yo he puesto Agra (la ciudad en la que está el Taj Majal) en Google, y me ha salido esto. - A ver, dale para atrás. Y en google no había puesto "agra", sino "agrara" ( eso pasa muchas veces, que se te va la pinza, o la olla, o que te faltan hormonas) . Seguramente quiso decir "agraria". Y el bueno de mi hijo, sangre de mi sangre, dijo que sí, que quería decir agraria. Y se bajó la foto tan pichi. Y ahí la dejaba. Menos mal que estoy al quite.

lo bonita que es la vida

Si me hubieran dado a elegir un regalo original para mi cumpleaños del 2011, hubiera pedido una preanestesia. O una radiografía de tórax. Y mira lo bonita que es la vida, que ámbos deseos me han sido concedidos. Y luego hay gente que se queja.

Hola buenos días

Como últimamente voy mucho al médico me he empezado a fijar en tonterías. Y a hacerlas en público. Por ejemplo, suele pasar que en una sala de espera atestada y silenciosa entra una persona educada y dice bajito, como para el cuello de su camisa, bss dsss, dirigido al conjunto de esperantes. Entonces voy yo y le contesto, en voz alta, clara y cantarina, hola buenos días, y se sobresalta todo el mundo, empezando por el educado saludante, que no se lo espera, y se pregunta esto a qué viene, y siguiendo por los demás, que empiezan a decir qué pasa, me han llamado ya, por qué número van, qué pesaos la hora que es ya, y cosas así.

poner y quitar

Xavi, nueve años: - Aita, ¿qué es poner? - Pues lo contrario de quitar, vaya preguntas que haces, bonito. - Pues me ha dicho Carla que le pongo. ¿Qué hay que hacer para quitar?

Al aparato

- ¿Diga? Con tanto ruido de gente por detrás gritando (Mendiiiii!!!!, dónde estaaaaaas!!!!) no se oía bien, así que repetí, en voz más alta: - ¿Diga? (yo todavía digo diga al contestar al teléfono, aunque sepa quién es, que no era el caso, y lo hago porque me gusta conservar algunas tradiciones, no todas, y para evitar que se pierda la palabra diga, que al fin y al cabo solo se usa para contestar cuando llaman por teléfono, y cada vez menos, y ahora me entra la duda de si diga es imperativo, y entonces no tendríamos que contestar diga? sino diga!, y el otro, o la otra, dirían y éste por qué me chilla, o tercera persona del presente de subjuntivo de decir). - Hola, buenos días, ¿Pedro Mendigutxia? - Al aparato (esta es una expresión que también me gusta mucho y que hago lo que está en mi mano por conservar, ahora que ya nadie llama "aparato" al teléfono). - Le llamo de Euskaltel, para presentarle la nueva oferta de canales de televisión... - Lo siento, n

Confusión

Me piden que nade, pero así, que haga bicicleta estática, que ande más, que me ponga de lado, que me ponga boca arriba, que me ponga un cojin entre las piernas, que ande de puntillas, que ande de talones, que empuje con el dedo gordo para arriba, ahora para abajo, que tenga paciencia, que deje la silla, que me anime, que ponga los pies para arriba, que haga mis ejercicios de osteopatía, que ponga el fregaplatos, que descanse, que me tumbe, que me levante, que me siente, que me tome las pastillas, que tome vitaminas, que coma proteínas, que les deje en paz, que avise con tiempo cuando se acaban los medicamentos, que no abuse de los medicamentos, que me opere, que me infiltre, que saque la silla de ruedas del medio, que haga algo, que respire fuerte, que respire suave, que me esté quieto, que me mueva un poco, y algunas cosas más de las que no me acuerdo. Me piden que no trabaje tanto, que no me queje tanto, que no me preocupe, que no sea pesado, que no baje la cabeza, que no