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Mostrando entradas de marzo, 2015

Ignacio y los contextos

Egunon Mikel: me sorprenden las audiencias de la series policíacas americanas en España. Es más entretenido leer la prensa o escuchar la radio. España es un país policiacamente (imagino que esto está mal dicho) entretenido. En los Estados Unidos los encuentros entre policías y sospechosos se producen en callejones aislados (en España no hay tantos callejones sin salida repletos de cajas y contenedores como en USA, eso es cierto) o en cubículos grises herméticos y deprimentes. Aquí se usa la cafetería. Allí se ponen gafas oscuras y hablan bajito. Aquí no: imagínate que eres el presidente de un gobierno autonómico y te llama un policía para quedar. Pues aunque el tema te dé mala espina, le citas en el bar de enfrente, en la mismísima Puerta del Sol, que es como el desierto de los Monegros pero al revés, con mucha gente yendo, viniendo, estando y sacándose fotos, y no te llevas ni gafas oscuras, ni el bigote postizo, ni dos guardaespaldas, ni un par de testigos por si al policía se le o

defensa de la palabrota

Egunon Mikel: El otro día me pillaron delante de un parquímetro cagándome en todos sus muertos y en la puta que lo echó, al parquímetro. El jodido no me daba el ticket y se quedaba con el euro. La persona que me vio tenía una imagen de mí que no concordaba con lo que estaba viendo, y de inmediato, bajé del pedestal en el que me tenía subido y pasé a ser para ella un ser humano común, del grupo de los maleducados. No soy el único perjudicado por los juicios ajenos. El otro día, en Pina, Pedro Sánchez dijo coño y Mariano Rajoy dijo que sobreactuaba. Ni la persona que me vio jurando en la calle ni Mariano Rajoy han descubierto aún lo liberador de la palabrota, y su poder para aportar significados a un mundo en el que no hay más que significantes. Fíjate en Cristiano, todo lo que llevaba tragándose desde que no da una a derechas, y cómo ayer, nada más meter el primer gol, se cagó hasta el el último socio del Madrid, el pobre. Tampoco han descubierto, ni el testigo de mis exabruptos