Estaba tan contento porque iba a celebrar su catorce cumpleaños, que decidió prepararse la ropa que se iba a poner. Ir guapo ese día era fundamental. Aunque era pleno invierno optó por una camiseta fresquita de verano, una sudadera de entretiempo, y encima una chaqueta de chándal. Por abajo sus pantalones preferidos, sin cinturón, sus calzoncillos de enseñar la parte de arriba, y sus zapatillas nuevas, de marca. Fue tanta la concentración que puso en este ejercicio de preparación que olvidó que en cada pie solo va un calcetín, y metió un par en cada zapato. Le pareció que así quedaba mejor el conjunto, a los pies de la cama, esperando a cubrir su cuerpo. Con el paso de los años cometía cada día nuevos despistes. A cual más chirene. Y cuando los comentaba en las comidas de Navidad, en su familia recordaban siempre lo de los calcetines. Y al ver que su hijo, el día que cumplia catorce años, repetía exactamente el mismo tonto desliz, se dió cuenta de que el ciclo se repe
Mikel somos todos los que hemos perdido algo antes de tiempo. El padre, las ganas, el anillo de boda... Mikel somos todos los que hemos enfermado mal y pronto. Mikel somos los que, pese a lo uno o a lo otro, todavía conservamos el interés por levantarle la falda a la vida, a ver qué lleva debajo. Mikel es también el nombre de mi sobrino, al que a veces despierto con este guiño por las mañanas.