La novela que estoy leyendo empieza con la advertencia al lector de que
el libro tiene una falta de fundamento histórico impresionante. Es de
agradecer. Pero yo creo que la historia, en sí, tampoco tiene ningún
fundamento. También creo que lo que ahora vivimos, la era del inicio del
inicio, tiene menos fundamento todavía. Así que si lo real no tiene
fundamento, ¿para qué pedírselo a los libros? Yo, que soy en algunos
detalles un adelantado a mi tiempo, ya decidí en su momento que este
blog carecería del más mínimo rigor y fundamento, que los hechos que en
él se describen pueden haber pasado o no, que las personas que se pintan
como bondadosas pueden ser unas arpías y viceversa, y que yo mismo no
tengo ni idea ni de quien soy. Por eso me limito a rebuscar en el tupido
bosque del sinsentido una palabra que haga sonreir. Con eso basta, y
que se dejen de fundamentos.
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.
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