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Mostrando entradas de febrero, 2012

La reina madre

A la Hidroterapia a la que fui se entraba por una puerta en la que ponía cuidado con el escalón, pero estaba mal, porque debería poner cuidado con la de señoras que te vas a encontrar ahí dentro flotando en el agua caldosa. Porque lo primero que ves, porque es que se te van los ojos, es a un especimen con gafas, pero no de piscina, sino de las de ver, de pasta, mascando chicle y con un gorro de ducha flotando sentada gracias a un flotador especial y haciendo así con los brazos como si la flotación dependiera de ello, justo en el medio de la piscina, y dirigiendo un coro de otras cinco mujeres, las cuales se atropellan unas a otras en la conversación, como rivalizando a ver quien grita más. Mira, un hombre, hacedle sitio chicas, dijo la reina madre al verme tropezar con el escalón, pese a la advertencia. A ver cómo te metes ahora en la piscina y te pones a mover la pierna. Yo retrasé el momento tanto como pude, hablando con la fisio, preguntandole cómo va esto, aquí está

Hidroterapia

El médico dijo que iba a poner urgente para que me llamaran enseguida. Y pasó un mes y medio hasta que me llamaron. De lo cual deduje que en el sistema de salud que tenemos, por delante de lo urgente pasan los enchufes, tan españoles ellos, los casos extremadamente urgentes, aquellos en los que el médico pone o llamáis pronto u os quemo las dependencias , y los casos de vida o muerte. Sin embargo, la espera mereció la pena. Quien no haya pasado por una piscina de hidroterapia al menos una vez en la vida es que no ha vivido. En los próximos días iré desglosando esta experiencia singular, pero baste decir que hidroterapia es cuando te metes en una piscina pequeña de agua caliente con cinco señoras y compartes con ellas la conversación y los jugos corporales bajo la mirada ausente de un fisioterapeuta, o al menos eso pone en la bata.

Vivir sin salpicar

Llevo mes y medio metido en una piscina a todas horas, así que no tengo tiempo ni de escribir. Como esta espalda lesionada no se regenera por sí sola, y de los médicos no cabe esperar más que aportaciones insustanciales, voy haciendo la guerra por mi cuenta. Debo comenzar diciendo que yo en la piscina, como en la vida en general, procuro desplazarme sin salpicar. Pero también en esto soy una rareza. Hay domingos por la mañana en que me siento igual que David Meca yendo de Ibiza a Valencia entre tiburones, medusas, bofetadas de los "compañeros" de travesía y olas de cuatro metros, cuando lo único que intento es hacer veinticuatro largos a espalda. Igual que dan el carnet de conducir deberían dar el de pasear por la vía pública o el de nadar, a quien se lo gane. Porque la verdad es que me entreno entre facinerosos, de los que recibo puñetazos, arañazos y golpes de pie en las costillas, gente que descarga sus frustraciones contra el agua, escondiendo tras los g