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12 de abril de 2024, tres cosas.

  Solo quiero decir tres cosas, porque al día de la Tercera Gabarra le empiezan a sobrar   palabras. Así que comparto una confesión, una constatación y una sensación.   Me confieso emocionado y agradecido por haber empezado el día en Radio Popular, en una de las casas más genuinas del Athletic Club, desde la que se ha servido tantas veces el bacalao, cantado, narrado y descrito por Fede Merino, Jose Iragorri, Raúl Jiménez y Koldo Campo. Constato que el día de ayer estuvo lleno de belleza. De imágenes bellísimas de barcos, paisajes verdes, agua generosa, casas de colores rojos y blancos y  personas felices, de todas las edades, bañadas por el sol radiante y amable de la primavera. Imágenes que quedarán grabadas, además de en la memoria del móvil, en la de la gente que los llevaba. En su memoria personal y en la colectiva. Y como la belleza genera belleza, y detrás de ella viene la bondad, hoy tengo más motivos para ser optimista. Y tercero, la sensación, que tiene que ver con el
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Vamos hombre

Egun on, Mikel. Cada vez estoy más harto de la vida en sociedad. Impone unos rigores del todo antagónicos con mi personalidad, o estado. Hasta en la tribuna. Resulta que en un córner, la pelota, después un despeje, un remate, rebotar en dos cuerpos y pegar en el larguero, fue rechazada por nuestro portero con gran alivio de la hinchada local y gran enojo de los visitantes, que reclamaban la concesión del gol. Una de estas últimas demandantes estaba sentada a mi derecha. Como estábamos a setenta metros del lugar de los hechos, más o menos desde donde se sacó esta foto, como desde ahí es imposible saber si lo que se mueve es un futbolista o un conejo, como la línea de gol no se ve porque la portería está en cuesta, como la señora portaba unas gafas cuyos vidrios eran tan gruesos como los de las mías y como parecía una mujer amable pese a sus gritos desaforados, me atreví con un comentario bienintencionado con el que aliviar esa tensión que amenazaba con provocarle una arritmia cardiaca,

El producto fútbol y sus subproductos (1): el megáfono.

Egun on, Mikel. A mí me gustaba el fútbol. Me gustaba tanto que iba a San Mamés una hora antes del comienzo del partido, porque había otros a los que gustaba el fútbol, e iban también una hora antes, y no había buen sitio para todos en la vieja Preferencia Norte de pie o en la nueva Grada Sur, también de pie, y convenía coger barra en la que posar el culo.   El ir por la Gran Vía era ya un estar, con camiseta sin marca, bufanda de lana sin mensajes y bandera con palo de madera de las que ya no se pueden meter al campo y con los que jamás vi a nadie agredi r a nadie.  Los cánticos empezaban a las cuatro y cuarto, cuando el grupo de voces daba ya para un coro. Y le cantábamos al aire, porque en el campo no había ni futbolistas ni más espectador que nosotros mil. Luego entonábamos a ratos, no todo el partido, por respeto al común de espectadores, de perfil sosegado. Teníamos un repertorio muy limitado de canciones, de ínfima calidad artística, pero que atronaban el estadio. Y no seguíamos

El ser humano en busca de la infelicidad

Egun on, Mikel Ya sé que ya estás trabajando, pero eso no te excusa de leer filosofía.  En 1670, Pascal escribió que  "la infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación." Yo pienso en ello a menudo. Lo hago cada vez que salgo a la carretera y veo la A-8 colapsada en dirección a Castro, Laredo y Noja, que son tres sitios donde los vizcaínos insatisfechos con su vizcainidad buscan compensaciones de algún tipo. Pienso en ello, también, y me recorre un escalofrío el espinazo, cuando la AP-7 me enseña Benidorm, y cuando veo imágenes de humanos venidos de los lugares más remotos, venidos incluso de Bilbao, porfiando a las siete de la mañana por un metro cuadrado de arena de playa en el que poner la toalla para juntarse durante horas con miles de personas semidesnudas que van y vienen e incordian y se alivian en el tiempo del baño, contribuyendo así de manera notable a la par que asquerosa al recalentamiento del ya recalentado Med

Azul marino, que pega con todo

  Egun on, Mikel. hablando de ropa, a veces vestir de manera acorde a la dignidad, gobierno y edad de cada uno no es una cuestión de buen gusto, de educación, de respeto a las formas, de urbanidad o de como quieras llamarlo,   sino de estar bien asesorado. Es el caso de aquellas personas que, como yo, no saben qué color pega con cual, ni por qué, ni qué sienta bien o qué sienta mal., en esta o aquella estación, en esta o aquella circunstancia, o en esta o aquella época de la vida. No irás a salir así a la calle, me dijo una vez mi asesora de imagen, a la que nadie nombró para ese puesto, y que también es mi esposa. No me dijo que no se me ocurriera ir “así” a trabajar, o a una cita con alguien importante, o a una cita con alguien que fuera menos importante, o a una entrevista en televisión, o a un pase de fotografías, o a la boda de un sobrino, sino a comprar el pan, que es a donde iba, a un establecimiento que está a menos de 50 metros de casa, trayecto en el que era tan probable qu

El asesino no es el mayordomo

Mi alma, o mi espíritu, o como llaméis a esa parte del ser humano inobservable a simple vista, está harta de mi cuerpo, porque no está lo que tiene que estar. Ni ve lo que tiene que ver, ni oye lo que tiene que oir, ni usa la agenda con buen criterio. Y le echa la culpa de todo. De que no vea lo resbaloso del piso y rompa el peroné, de que atraviese un cristal de dos por uno y haga trizas nervios, tendones y epidermis, o de que deje entrar en la boca una rodaja de calabacín grasosa e incandescente y abrase el paladar hasta dejar insensibles oído y olfato. Por poner solo los últimos ejemplos. Y, se ensaña, el alma, llamando al cuerpo imbécil, tarado y muñón. Y el cuerpo se mosquea, porque el alma lo trata como a un mayordomo incapaz. Y yo estoy empezando a sospechar que el asesino no es el mayordomo, digo, el cuerpo, sino mi alma.

Miradme con buenos ojos.

Egun on, Mikel. Mi natural despacioso, lento para algunos, parsimonioso para algunos más y desesperante para la mayoría, que hace del despiste la piedra angular, irónico casi siempre, sobre todo desde que Javier Cercas me reveló que la ironía es una forma de conocimiento tan útil como la ciencia, me ha conducido al desastre en innumerables ocasiones, cuando no a la incomprensión y al desprecio, como aquella vez en la que entregué, en el transcurso de un partido de fútbol, al robusto caballero que llamó hijo de la gran puta a mi hijo por un agarrón absolutamente necesario, falta técnica se llama ahora, justamente sancionado con amarilla por la colegiada, que es lo que tiene jugar de medio centro, que te desbordan, encaran, y tienes que enfrentar la disyuntiva, o lo derribo o el entrenador me derriba a mí de una torta en cuanto lleguemos al vestuario, pues bien, al fornido padre de familia le entregué, vista su ofuscación, y con la mejor de mis sonrisas, una tarjeta de visita de un médic