Egun on, Mikel
Ya sé que ya estás trabajando, pero eso no te excusa de leer filosofía. En 1670, Pascal escribió que "la infelicidad del hombre se basa sólo en una cosa: que es incapaz de quedarse quieto en su habitación."
Yo pienso en ello a menudo. Lo hago cada vez que salgo a la carretera y veo la A-8 colapsada en dirección a Castro, Laredo y Noja, que son tres sitios donde los vizcaínos insatisfechos con su vizcainidad buscan compensaciones de algún tipo.
Pienso en ello, también, y me recorre un escalofrío el espinazo, cuando la AP-7 me enseña Benidorm, y cuando veo imágenes de humanos venidos de los lugares más remotos, venidos incluso de Bilbao, porfiando a las siete de la mañana por un metro cuadrado de arena de playa en el que poner la toalla para juntarse durante horas con miles de personas semidesnudas que van y vienen e incordian y se alivian en el tiempo del baño, contribuyendo así de manera notable a la par que asquerosa al recalentamiento del ya recalentado Mediterráneo.
Pienso en ello, para terminar, que no quiero aburrirte, cuando veo en el aeropuerto a las 6:35 a.m. colas de facturación llenas de personas con maletas muy grandes, en las que cabe la vida entera, yéndose bien lejos a hacerse unos selfies y vivir unas mochufadas - experiencias, las llaman ahora- que llenen de contenido el móvil y las conversaciones con otras personas como ellas.
Y suspiro, como Aixa de la Cruz (lee su ensayo en El País de ayer, domingo 27 de agosto) en que llegue un tiempo en que nadie quiera irse a ningún sitio cuando llegue el tiempo de descansar.
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