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Con chándal y corbata.

 

Egun on, Mikel.

Hablando de vestires impropios, hay cosas que no hay que tolerar ni aunque se tengan veinte años. Y menos si uno ha dado alguna muestra incipiente de madurez. Un  profesor de treinta y dos años irrumpió en mi despacho con camiseta, bermudas y chancletas para preguntar cualquier chuminada de esas que se pueden preguntar a cualquiera pero que a algunos les da por preguntar al director, que es el que lo sabe todo. Qué panorama. Como ver a Tarzán con traje de liana en liana o al ministro Bolaños por Moncloa con chándal y corbata.

La libertad, cuando se desata, puede provocar daños irreversibles en el buen gusto, o en el respeto a uno mismo, que es la base de todo. Empiezas enseñando los pelos de la pantorrilla, y cuando te quieres dar cuenta paseas por clase descalzo porque no puedes soportar que el plástico de las chanclas de 5 euros del Primark se te pegue a la planta del pie.


Verdad es que las clases de la ESO en junio tendrían que estar climatizadas, ya en la tórrida Ourense, ya en Irun, porque los hedores y los sudores de unos y otras se entremezclan en una sinfonía infernal y apestosa, pero también es verdad que no lo están, y que una tiene que aguantarse, pasar calor sin quitarse la camisa ni arremangarse los pantalones, y aprovechar la circunstancia para acostumbrar al cuerpo a sobrevivir en condiciones extremas, que no es extraño el caso de quienes terminan trabajando en una fábrica en Guatemala o jugando en la Liga de Sri Lanka.

Señores…

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.