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Con chándal y corbata.

 

Egun on, Mikel.

Hablando de vestires impropios, hay cosas que no hay que tolerar ni aunque se tengan veinte años. Y menos si uno ha dado alguna muestra incipiente de madurez. Un  profesor de treinta y dos años irrumpió en mi despacho con camiseta, bermudas y chancletas para preguntar cualquier chuminada de esas que se pueden preguntar a cualquiera pero que a algunos les da por preguntar al director, que es el que lo sabe todo. Qué panorama. Como ver a Tarzán con traje de liana en liana o al ministro Bolaños por Moncloa con chándal y corbata.

La libertad, cuando se desata, puede provocar daños irreversibles en el buen gusto, o en el respeto a uno mismo, que es la base de todo. Empiezas enseñando los pelos de la pantorrilla, y cuando te quieres dar cuenta paseas por clase descalzo porque no puedes soportar que el plástico de las chanclas de 5 euros del Primark se te pegue a la planta del pie.


Verdad es que las clases de la ESO en junio tendrían que estar climatizadas, ya en la tórrida Ourense, ya en Irun, porque los hedores y los sudores de unos y otras se entremezclan en una sinfonía infernal y apestosa, pero también es verdad que no lo están, y que una tiene que aguantarse, pasar calor sin quitarse la camisa ni arremangarse los pantalones, y aprovechar la circunstancia para acostumbrar al cuerpo a sobrevivir en condiciones extremas, que no es extraño el caso de quienes terminan trabajando en una fábrica en Guatemala o jugando en la Liga de Sri Lanka.

Señores…

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