Egun on, Mikel.
hablando de ropa, a veces vestir de manera acorde a la dignidad, gobierno y edad de cada uno no es una cuestión de buen gusto, de educación, de respeto a las formas, de urbanidad o de como quieras llamarlo, sino de estar bien asesorado. Es el caso de aquellas personas que, como yo, no saben qué color pega con cual, ni por qué, ni qué sienta bien o qué sienta mal., en esta o aquella estación, en esta o aquella circunstancia, o en esta o aquella época de la vida.
No irás a
salir así a la calle, me dijo una vez mi asesora de imagen, a la que nadie
nombró para ese puesto, y que también es mi esposa. No me dijo que no se me
ocurriera ir “así” a trabajar, o a una cita con alguien importante, o a una
cita con alguien que fuera menos importante, o a una entrevista en televisión,
o a un pase de fotografías, o a la boda de un sobrino, sino a comprar el pan,
que es a donde iba, a un establecimiento que está a menos de 50 metros de casa,
trayecto en el que era tan probable que me cruzara con alguien como que
lloviera en Doñana.
Para no tener
que depender de estos consejos externos, tan incómodos de pedir como
vergonzantes de dar a personas que tienen ya una edad, ordené el interior de mi armario
de manera que de cada percha cuelgan, unidas, la camisa y el pantalón con el
que pega, siempre a juicio de un tercero, claro. De los calcetines paso porque
procuro llevar pantalones lo suficientemente largos como para que no se vean en
ningún momento, ni estando sentado. Y por encima de la camisa siempre llevo
algo azul marino porque cuando voy a comprar ropa pregunto a quien me atiende si lo que me llevo
pega con el azul marino, y si es que no, me llevo otra cosa, normalmente, la
que ella me diga.
Y si no me
gusta, me aguanto.
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