Egunon, Mikel, Decía el Evangelio de ayer que un día Jesús se paró a escuchar a un grupo de personas que estaban mirando el Templo y comentando lo bonito que era y lo gordas que eran las piedras y qué aspecto tan imponente daban al conjunto. Sin que nadie le preguntara nada, Jesús se dirigió al grupo y les dijo que de ese maravilloso conjunto monumental no iba a quedar piedra sobre piedra. O hacía un día estupendo o los otros habían desayunado torrijas, porque en lugar decirle oye, que nos dejes tranquilos que estamos mirando el paisaje sin molestar a nadie, le preguntaron dos cosas: que cuándo iba a pasar aquello, y que cuáles serían las señales que anunciarían semejante desastre. Jesús, que como ves tenía un día apocalíptico, les soltó un rollo que la mayoría no entendió. Ni yo tampoco, porque fue escuchar lo de las señales y comenzar mi cabeza a dar vueltas al asunto, que cuando me quise dar cuenta estábamos en el Sanctus. Yo me pregunto, no por la señal que vendrá, sino d
Mikel somos todos los que hemos perdido algo antes de tiempo. El padre, las ganas, el anillo de boda... Mikel somos todos los que hemos enfermado mal y pronto. Mikel somos los que, pese a lo uno o a lo otro, todavía conservamos el interés por levantarle la falda a la vida, a ver qué lleva debajo. Mikel es también el nombre de mi sobrino, al que a veces despierto con este guiño por las mañanas.