Aprovechando la llegada de la primavera, quería retomar el hilo de anteayer, escribir algo corto y bonito, con una canción, pero no me dejan. Y debo volver a hablar de estupidez. Lo hago impulsado por la requisitoria de un Inspector de Educación que pide, hoy domingo, y para mañana, lunes, a los centros a él adscritos, que le envíen su protocolo de crisis. Pensaba aconsejar que pidieran al Inspector que les mande el protocolo de crisis de la Inspección, para copiarlo, pero me ha picado la curiosidad, y he decidido buscar en el libro de Cipolla una explicación a tal comportamiento. Y la he econtrado en el despliegue de la primera ley fundamental de la estupidez humana, esa que, como os comentaba ayer, dice que siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo. Pues bien, Cipolla explica que "por muy alta que sea la estimación cuantitativa que uno haga de la estupidez humana, siempre
Mikel somos todos los que hemos perdido algo antes de tiempo. El padre, las ganas, el anillo de boda... Mikel somos todos los que hemos enfermado mal y pronto. Mikel somos los que, pese a lo uno o a lo otro, todavía conservamos el interés por levantarle la falda a la vida, a ver qué lleva debajo. Mikel es también el nombre de mi sobrino, al que a veces despierto con este guiño por las mañanas.