Egunon Mikel. Voy a contrapelo. O lento, no sé. Para cuando elaboro un juicio sobre algo, ya ha juzgado todo el mundo. Seguí con atención la comparecencia del Ministro del Interior del Gobierno de España en el Congreso, a donde fue voluntariamente y a regañadientes. Voluntariamente, porque pidió él comparecer. Y a regañadientes porque dejó claro, desde el principio, que aquella comparecencia era un despropósito, que estaba hablando demasiado, y que la culpa de esa desmesura la tenían los demás. Vino a dar algunas explicaciones, las que le parecieron oportunas, acerca de la visita de Rodrigo Rato a su despacho. Y como dijo algunas cosas muy razonables, como que no es lo mismo publicidad que transparencia. (qué importante sería que se lo apuntaran algunos tertulianos), sembró la duda en mi juicio. ¿A ver si va a tener razón? Pero luego, al pasar los días, he ido teniendo la sensación, después de oir al Ministro, de que las personas se dividen en dos: las que han sido miembros del
Mikel somos todos los que hemos perdido algo antes de tiempo. El padre, las ganas, el anillo de boda... Mikel somos todos los que hemos enfermado mal y pronto. Mikel somos los que, pese a lo uno o a lo otro, todavía conservamos el interés por levantarle la falda a la vida, a ver qué lleva debajo. Mikel es también el nombre de mi sobrino, al que a veces despierto con este guiño por las mañanas.