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Mostrando entradas de diciembre, 2011

Desfase

Yendo justo en dirección contraria, y como a estas horas no tengo nada que celebrar, me he puesto a contar los años que tengo. Si cuento desde la fecha de nacimiento, unos días más tarde del gol de Marcelino a los rusos, tengo 47. Pero si cuento uno por uno los años que he vivido, resulta que voy a empezar a vivir el número 49. Ese desfase de un año me tiene completamente trastornado, y no alcanzo a entender la razón del mismo. Lo voy a dejar para otro día que tenga más luces.

Epílogo

Ayer dije que iba a asumir mis responsabilidades y que iba a dejarme de chorradas. Y este anuncio ha creado una cierta alarma entre algunos seguidores del blog, los del grupo de los alarmistas, a ver si esto se pone serio. De eso nada. Comparezco de nuevo ante ustedes con la misma cara que Soraya S. de Santamaría, pero con distinto peluquero, válgame el cielo, para decir lo mismo que ella, que donde dije una cosa quería decir otra, que donde dije que iba a dejarme de chorradas no quería anunciar otra intención que la de seguir buscando el lado absurdo de la realidad, dónde esta comparece sin pudor con la falda levantada. Aunque algunos días no haga gracia, que es lo que tiene la realidad enseñando el muslo. Viene un 2012 jodido de antemano. Haced lo que podáis.

balance de mierda

Ahora que llega el final del año y toca hacer balance, no tengo ninguna gana de hacer balance, porque el resultado, lo veo venir, va a ser una mierda. He recordado a Firmin y a Fermín, Romero de Torres (El Prisionero del Cielo, de Ruiz Zafón), dos compañeros en este infecto 2011. En sus palabras y pensamientos hay tanta sabiduria como en los ejercicios de San Ignacio, aunque más desorganizados, y para espíritus, como es el caso del mío, refractarios a cualquier palabra dicha con pretensión de trascender. Después de convivir con la enfermedad, Fermín dice que un hombre que puede mear de pie y sin ayuda es un hombre en condiciones de afrontar sus responsabilidades. Por razones que no vienen al caso, yo meo sentado desde hace veinte años. Pero después de hacer la prueba y de ver que puedo, he decidido afrontar mis responsabilidades y dejar de decir chorradas.

Bones

Como en muchas ocasiones me encuentro deambulando por la casa sin nada a lo que dedicar ni un minuto de tiempo, me paro delante de la tele a ver lo que echan, y todo me suena a repetido. No ya los mejores goles de Messi y de Cristiano en 2011, que ponen a todas horas, sino escenas de series de polis y cacos. - ¿pero este episodio no lo dieron ayer?, pregunto. - si, este es la cuarta vez que lo veo, pero es que a las 12 ponen nuevos capítulos. Y para eso se tragan tres de los viejos. Yo ya sabía que no hay producción audiovisual en el mundo para llenar tantos canales, pero aquello me lo confirmó. Como yo no consigo nunca atrapar la trama de una seie de estas de intriga, pensé que de esta forma, viendo el mismo episodio cada día a las seis, lo lograría, pero ya voy por la quinta repetición y todavía no sé por qué Bones deduce que aquel pelo pertenecía a la muerta. Voy a seguir intentándolo.

gafas con mira telescópica

Como no tengo nada que hacer en casa tantos y tantos días, me voy al bar a ver partidos de fútbol, aunque juegue el Real Madrid. Como soy muy lento andando, para cuando llego ya está todo ocupado, y aunque en Euskadi los hosteleros se han puesto las pilas y han llenado de pantallas todos los locales, me ponga donde me ponga, con la mierda de vista que tengo no distingo el balon del juez de linea. Por eso Papá Nöel me ha traido unas gafas con mira telescópica que venden en una óptica de la Gran Vía de Zaragoza y que son la caña. El aspecto que tengo con ellas es completamente ridículo, talmente Mortadelo, y la primera vez, al entrar al local con ellas puestas provoqué una carcajada general, pero después de que se han reído lo bastante, todos me las piden, y me miran a mí para que diga si ha sido mano o no. También me las pongo en casa para coser y para forrar libros, y mi hija me las ha pedido para el disfraz de Nochevieja. No se como he podido vivir sin ellas hasta hoy.

en Navidad haciendo el pato

Dice Fermin Romero de Torres que el hombre no desciende del mono sino del cerdo, y que en ocho de cada diez aflora el chorizo que tiene dentro. Esto es verdad particularmente en España, y los muchos amigos de lo ajeno que deambulan por la patria se dan su agosto particular en época navideña, de tal suerte que terminamos el día sin pulsera de plata de trascendente valor sentimental en la Comisaria de los Mossos d´Esquadra de Palafrugell. Para matar el rato mientras esperaba, me puse a andar por la acera de talones, para allá y de puntillas, para acá. Es lo que me había dicho el médico, con el fin de que ejercitara alguno de las decenas de músculos que tengo atrofiados. Músculos que, por otra parte, solo se activan cuando el chorizo que llevamos dentro entra de hurtadillas a robar a una casa o cuando se pasa por encima de un charco enorme con la intención de no hundirte los bajos del pantalón, musculos, en fin, que permanecen en estado de atrofia el resto del tiempo. En e

Un nuevo cuento de navidad

De tanto pasar frío y de tanto hacer cola en los servicios sociales, de tanto contar monedas de cinco céntimos, de tanto pasar la noche al raso sin que se le apareciera jamás un ángel que le anunciara nada, un día reventó mientras dormía, y algunas partes de su cuerpo fueron a parar a la pantalla del cajero. Hubo quien se quejó de que no limpiaran en Navidad.

Navidad. Sin cuentos

-       “A ver, los renos a un lado y los camellos a otro, venga esa cadena, que no se pare!!!” Oyendo el anuncio de aquel centro comercial para esta Navidad, se preguntaba la mula qué renos ni qué camellos ni qué carajo, si quienes habían hecho la guardia de Aquella Noche eran ella y el buey.

Y otro cuento de Navidad

El nuevo vecino de mi cuñado es un electricista gallego muy amable que solo dice "a tomar por culo".  Buenos dias, a tomar por culo, buenas tardes, a tomar por culo. Y cuando le deseó feliz navidad... a tomar por culo. A eso llamo yo un hombre de una pieza, profundo y reflexivo, y creo que esa expresión, a tomar por culo, dicha en estas fechas, resume toda la sabiduría acumulada a lo largo de la historia de la humanidad. La que permite conocer que aunque estemos en Navidad, o precisamente por eso, la felicidad viaja en otro tren, distinto del de las convenciones, en el que las personas se olvidan de ser de verdad y se conforman con hacer y decir lo que se espera que hagamos y digamos. Se lo conté a mis hijos, y les hizo tanta gracia que ahora contestan a todo a tomar por culo. Pero ya no tiene gracia, porque no son electricistas, ni gallegos. Ni lo suficientemente sabios.

Otro cuento de Navidad

- Tengo que dar un cambio radical a mi vida. Lo dijo muy serio, mientras se quitaba el jersey. Pese a la cercanía del fin de año, me pareció una reflexión demasiado profunda para un niño de 9 años, aunque la birria de notas que traía daban para decir eso y más. Le pregunté a ver dónde había oído eso del cambio radical, y me contestó que no sabía, pero que jugar de extremo había acabado con su paciencia, porque ahora todos los niños quieren jugar por el centro, como el Barça, y nunca le llegaba una pelota en condiciones. Aproveché para decirle que los cambios radicales son muy malos, porque si luego no enraizas en ningún lado te quedas con las paticas al aire, como la señora de ayer del eroski, y todo el mundo te lleva de aquí para allá, y nunca sabes cómo vas a terminar. Como tantos españoles no premiados con la Lotería, acabamos el día jugando al blokus degustando entre sonrisas la vida cochambrosa que compartimos con cariño.

Un cuento de navidad

Sentaron a una señora en una silla giratoria del eroski, de las que usan las cajeras, porque estaba cansada, que había tenido que ir al banco a por el calendario, y al ambulatorio a curarse de sus heridas, una consecuencia de un trompazo que se dió y las otras de las hostias que te da la vida, pero estas no se curan aquí, señora, le decía la enfermera, y a mí que más me da, contestaba, y luego en el eroski, allí sentada en la silla de ruedas y con las paticas colgando molestaba a todo el mundo, a las que preparaban los pedidos, quien ha puesto aquí esta anciana, y a la gente que quería devolver el carro, señora, si quiere jugar súbase al cochecito ese de los críos, que cuesta un euro, pero no ande jodiendo por el medio, coño, que es Navidad y hay doscientas cosas que hacer para que todo el mundo esté contento. La mujer acabó en el frigorífico, entre unas sepias congeladas y unas gulas de Aguinaga, y nadie reparó en ella hasta que no acabaron de repartir, ¿esta mujer conge

hablando solo

Como llevan una temporada tiradas a la bartola, mis neuronas se han acostumbrado a la buena vida, y ahora ya no se ocupan de lo que debieran ser sus obligaciones más primeras. Eso explica que ayer por la tarde me fuera tan tranquilo a catequésis y al volver a casa me la encontrara cerrada y con las llaves dentro. Eso explica también que el sábado mandara a mi hijo y a una amiga a San Mamés y que me quedara con las entradas en el bolsillo. Y eso que voy por la casa repitiéndome las órdenes en voz alta para que no se me olvide nada, ahora cojo las llaves, ahora agarro el paraguas, dejo el esmarfon encima del piano y me llevo dos galletas de Tostarica para entretener el paseo hasta la piscina, a ver si me encuentro con más energía que ayer, que me ganó en todos los largos ese señor de ochenta años que nada con calzón y camiseta, y luego vienen las preguntas, en qué bolsillo he metido las llaves, donde he dejado el paraguas mientras cogía las galletas para ganar al abuelo, qué he dejado

balance

A medida que se acerca el fin de año, y con él la inexorable obligación de hacer balance, me he puesto a hacer una lista de tareas pendientes, que confirman que no es que no tengo nada que hacer, sino que no sé cómo se empieza. Hacer eso un domingo por la tarde es del género bobo, y lo único que he conseguido es incrementar la sensación de estorbo social que se ha acomodado en uno de mis ventrículos: hay que arreglar la calefacción, el cristal de la puerta de un mueble, el sonido del ordenador, el e-book, la luz delantera derecha del coche, que se ha fundido, la persiana del cuarto de los niños, la escalera practicable de acceso al altillo, el asiento escamoteable y la cortinilla del asiento trasero derecho del otro coche, y así hasta completar veinticuatro tareas que soy incapaz de empezar a abordar. Así que he vuelto mis ojos a la ventana, para que la madre naturaleza o algún ser humano que pase me inspiren una investigación o algo a lo vincular mi triste voluntad.

Hormonas y homilias

Ya expliqué que ir a misa con Xavi los domingos es algo cargado de momentos de plenitud. Ayer, como celebrábamos la Navidad, los niños hicieron un teatrillo con una figura del niño Jesús en el medio, al parecer porque no había un bebé que aguante quieto una misa. Me preguntó a ver por qué el niño Jesús tiene tanto pelo si es un bebé, y yo le dije que era un problema de hormonas, que es el tema que estoy dando ahora en Ciencias de 2º de la ESO. También le dije que las concepciones virginales vienen cargadas de un montón de interrogantes que nunca han sido investigados, porque no hay universidad americana que se preste a eso, por muy prestigiosa que sea, porque ninguna quiere jugarse su prestigio. Y asintió con la cabeza, porque no discute la autoridad con la que hablo de estos temas. Ni de otros.

La fotosíntesis

Como no hago nada de provecho más que deberes de cuarto de primaria, me he dado cuenta de que las plantas son seres vivos que llevan a cabo las mismas funciones que un ser humano, como comer, respirar y reproducirse. La noticia me llenó de inquietud y me fui inmediatamente a la terraza con mi silla de director de cine y mi libreta verde. Me senté delante de dos plantas y me puse a observar la fotosíntesis. No pasaba nada, y al cabo de dos horas de laborioso pensar deduje que era porque con mi cabeza tapaba el sol, que a su vez ya estaba tapado por unas nubes muy gordas, y cuyos tímidos rayos no pegaban en las hojas sino en mi hueso occipital. Y como no quería que nadie pensara que me había pasado la mañana sin hacer nada, hice un dibujo de las plantas, con unas flechas que salían de las hojas y con unas flechas que señalaban en dirección a las hojas, como en los libros, y un cráneo con un interrogante sobre el mismo, y dejé la libreta abierta encima del escritorio a ver si algui

El autocierre

El autocierre es uno de los mejores inventos del último cuarto de siglo. En mi casa no se usaban bolsas de basura, sino bolsas de El Corte Inglés, hechas de un plástico tan resistente que nunca regalimaba por ningún lado. Lo asqueroso era cerrarlas, porque en mi casa teníamos la puta costumbre de llenarlas hasta arriba y luego no había forma de hacer un nudo sin llenarse de mierda los dedos. Por eso nadie quería sacar la basura. Bueno, por eso y porque eran cuatro pisos sin ascensor. Digo todas estas sandeces porque como no hay forma de encontrar nada divertido ni inteligente que hacer, alguna mañana que otra aterrizo por el servicio de devoluciones y de atención al cliente de Carrefour. A mirar. Esta mañana una señora ha recorrido los kilómetros que le separan de su casa para devolver tres rollos de bolsas de basura de esas con autocierre porque al cortar por la linea de puntos, que es por donde se separan ahora las bolsas una de otra, te llevabas por delante el autocier

Más de ascensores

Como no tengo nada que hacer, voy a los bares y me meto en las conversaciones de gente que va a los bares porque tampoco tienen nada que hacer. Como hablaban de ascensores, y el tema se me da bien, les conté lo que me pasó aquella vez estando en consultas externas del Hospital, cuando el elevador era tan lento. Cómo una señora con cochecito de niño y niño dentro intentó subir en el cuarto hasta el sexto para después bajar. Expulsarla de la cabina costó bastante. El primer herido fui yo, porque entró con tanto ímpetu que las ruedas del cochecito se trabaron con las ruedas de mi silla, y al ir a equilibrarme de nuevo caí al suelo, entre los pies de dos adolescentes que se pusieron a gritar como adolescentes. Una auxiliar se empeñó en ayudarme, pero no podía pasar. Primero, porque el cochecito del bebé estaba en medio, y segundo, porque las adolescentes no dejaban de gritar, contagiando ya al bebé, que empezó a llorar con estrépito. Mi hermano, que me acompañaba, trató de cer

Espumillón

Como no tengo nada que hacer por las mañanas, fui al Carrefour a comprar unos adornos para el árbol de Navidad, porque de tantas veces como ha petado la instalación, tenía el espumillón negro y quedaba muy mal combinado con las bolas del Real Madrid que me trajo mi cuñada de la tienda oficial. Asistí a la pelea de dos mujeres a las que separaba un guardia jurado que decía señoras, por favor, una y otra vez, mientras recibía sopapos de ambos lados. Parece ser que las dos querían la misma Monster High, o algo así, una muñeca feísima por la que yo no me pegaría con nadie. Me quedé como un pasmarote, mirando y sin intervenir, porque eso es lo último que se le ocurriría a una persona recién operada, medio coja y con el entendimiento nublado como consecuencia de la ingesta masiva de medicamentos pródigos en efectos secundarios. El agente de la autoridad desconocía todo ello, y se tomó bastante mal mi pasividad, de manera que me volví a casa con una bronca tan grande que se me qu

Luces y sombras

No falla. Cada año, al día siguiente de terminar de colocar por las calles del pueblo todos esos colgajos que sirven de adorno navideño, se levanta un vendaval que termina con la mitad de ellos por los suelos. Entonces, como no tengo nada que hacer, cojo mi cestita, meto la libreta verde por si se me ocurre iniciar una investigación, y me voy por ahí a recoger bombillas que no se hayan roto al caer, y me las llevo a casa antes de que algún bestia las pise y las rompa. Con ellas compongo lo que me sale: un calcetín de Papá Noel, una campana, una bola de Navidad, una mula y un buey, no sé, y las cuelgo del árbol después de conectar los cables a la red. Con la luz que dan mis adornos no hace falta encender el resto del alumbrado doméstico en ningún momento del día. Eso sí, cuando enciendo el horno se va la instalación eléctrica de toda la manzana. Algo he hecho mal.

El rosario

Al Xavi no le gusta nada ir a misa los domingos. Que si es un rollo, que si no entiendo nada, que si perdóname un domingo, que si por un domingo que no vaya... No me extraña que no entienda nada ni que lo considere un rollo. Pero hay que ir. Y como tiene muy buen perder, el otro día dijo que iría sin protestar, pero que necesitaba un calzado adecuado. Y como yo también tengo muy buen ganar, y no tengo otra cosa que hacer en la vida, le compré unos zapatos negros de cordones. Aprovechando el tirón, cuando se los pone en casa para hacerlos al pie le hago rezar un misterio del rosario.

Elementos nuevos

Una de las cosas que más me entretienen últimamente es buscar frases hechas que sirvan para todo. No por gusto, sino porque no encuentro nada mejor que hacer, y además, le veo utilidad al empeño: mi mente está de capa caída y no me salen las palabras por causa de la medicación. Así que tengo que acostumbrarme a decir lo mismo con menos recursos. Me he fijado en la frase: hemos incorporado algunos elementos nuevos . Fernando Alonso lleva diciéndola tres o cuatro años, al hablar de cómo, en cada carrera, su escudería va incorporando ese algo que esperan que le de al coche un mayor rendimiento: unos alerones en el casco, una pegatina de aquellas de papá vuelve pronto en el parabrisas, unos lanzadestellos para avisar a Petrov de que le vas a adelantar, que se aparte... y de mejoras en el rendimiento nada. No sirve de nada pero están entretenidos buscando elementos nuevos. Decir que hemos incorporado elementos nuevos es como decir que hemos estado trabajando, a ver qué pasa . P

Donuts

A veces me acerco a la panadería a ver qué tienen. No es que haga falta pan, sino que no tengo nada mejor que hacer en la vida. - Hola buenas, dos napolitanas de chocolate y un donut. - ¿Un? - Un donut. - ¿Un donus? - Sí, eso. Y me vuelvo a casa diciéndome a mi mismo que a lo mejor es por cosas como estas que la gente no me entiende.

Pedo

Como no tengo nada que hacer en la vida, para las nueve de la noche me voy a dormir. A la 10:30, cuando pensaba que se habían ido todos los demás a la cama dejándome de una vez en paz, aparece el Xavi por la puerta doblado de la risa y con el diccionario en la mano, llegándose hasta mí, ignorando mi estado, si estoy dormido o despierto, si me duele la pierna o no me duele la pierna, y diciendo: - mira, Aita, pedo: "aire o gas que se expulsa por el ano -culo en castellano- (esto no lo pone el diccionario, sino que lo dice él de su propia cosecha); normalmente hace ruido y huele mal". Todo ello dicho de manera entrecortada, entre carcajadas estentóreas, suyas y mías. Desde estonces, el diccionario es su libro de cabecera, y antes de dormir, buscamos juntos el significado de una palabra cualquiera. Pasamos un rato....

Memoria

Como no tengo nada serio que aportar a la humanidad, y no me acuerdo de casi nada, me he ofrecido a la Universidad del Sur de California para que experimenten conmigo lo que tanto éxito ha tenido con las ratas. Resulta que les han implantado unos electrodos en su cerebro para que recuperen la memoria. La histórica no, la normal, la de a ver dónde he puesto el queso y todo eso. Por lo visto, ha funcionado, y las ratas ahora se acuerdan de todo. Hasta de quien es el hijoputa que le ha puesto el cable en el cerebro. Que se prepare.

Valdebebas

Como no tengo nada que hacer en la vida, me he puesto a ordenar los periódicos viejos que estaban sin tirar en un rincón de la casa. En uno leí que Florentino invitó un día, en pleno verano, a las fuerzas vivas de Madrid, incluido el alcalde y la presidenta de la comunidad, a la inauguración el nuevo sistema de riego de los campos de fútbol de la ciudad deportiva de Valdebebas. Luego se tomaron unos pinchos, claro, con un vinito, en la parte donde hay aire acondicionado. En su discurso, el presidente del Madrid subrayó el compromiso del club merengue con el paisaje, el entorno y el ecosistema. Lo cual no hay, porque Valdebebas está en medio de la nada, sin entorno, ni paisaje ni ecosistema. Así cualquiera.

De pintxos

Como no tengo nada que hacer en la vida y soy cliente de Movistar, Euskaltel y Orange, que tiene cojones, llamé a una de ellas, a boleo, porque tengo conflictos con todas. Pregunté a ver qué era eso de estar pagando 46 euros al mes por el pincho de internet cuando por los mismos cinco gigas los de Vodafone me cobraban 35. Después de pasar cincuenta y dos minutos, nueve personas y otros nueve departamentos, una joven de acento dominicano me dijo que en adelante me cobrarían sólo los 35 euros, aunque los tres primeros meses, por mi cara bonita, el recibo sería solo de 17, y cuando le dije que me parecía muy bien me dijo que me transfería con el departamento correspondiente, en el cual me dijeron que para hacer efectivo el cambio de tarifa me pasaban de inmediato con el departamento correspondiente, en el cual me dijeron que ya se había hecho efectivo el cambio de tarifa, del pincho de internet, que pasaba a ser, según lo acordado , de 19 euros mensuales durante los próximos

La acera de enfrente

Mientras miraba por la ventana, hicieron una acera enfrente de mi casa, así que ahora estamos mejor, porque las cacas de los perros se reparten entre las dos, la de allá y la de acá, y así pisamos la mitad de mierda que antes. El resultado es, empero, una calzada metro y medio más estrecha, en la que sigue permitiéndose el aparcamiento. Por ella tiene que pasar el mismo camión de la basura, igual de ancho que siempre. Para hacer posible una maniobra que ya antes era trabajosa, ahora se monta en la acera del lado de mi casa, dos veces, una marcha atrás para coger los detritus y otra hacia adelante para irse con ellos. Esta operación, que tiene lugar cada día a las seis de la mañana, provoca unas vibraciones muy agradables en el inmueble, como si te estuvieran haciendo conquillas con un masajeador eléctrico. Pero, nada es perfecto, está teniendo sobre la acera un efecto demoledor: cada vez está más hundida. Como no tengo nada que hacer en la vida, me he comprado un calibre,
Como no puedo seguir desgastando neuronas en laboriosas investigaciones, y no tengo nada mejor que hacer en la vida, voy leyendo libros viejos. Con ello intento entender cómo ha llegado la parte de la humanidad en la que vivo a esta situación enajenada y absurda. Por ejemplo, he conocido que, inmediatamente después de la guerra civil española, el Régimen de Franco desaconsejaba a las chicas cursar estudios superiores en los que "son obligadas a un trabajo mental para ellas excesivo, que roba riego sanguíneo a regiones orgánicas fundamentales para su porvenir de mujeres" . Mi entendimiento, privado de la capacidad para emprender reflexiones más enjundiosas, se detuvo en lo de las "regiones orgánicas". Para mí una región siempre ha sido Asturias, o Castilla la Vieja, y no acabo de ver el concepto aplicado al cuerpo humano. De todas maneras, lo que me quita de verdad el sueño es si no habrá sangre humana suficiente en un cuerpo humano para afrontar todo

Investigaciones privadas

Como ultimamente no tengo nada importante que hacer en la vida, me instalé el balcón a observar el proceso de secado de la ropa, pertrechado de una gorra con visera y de una silla de director de cine que me regalaron por mi cumpleaños, sabiendo ya que el resto de mi vida lo pasaría, fundamentalmente, sentado. Tocaba la punta de una toalla y me sentaba a esperar en la silla. A los cinco minutos la volvía a tocar, y anotaba mis observaciones en una libretita verde: progresión de secado, tanto, tiempo esperado de secado total, tanto. Hacía lo mismo con otros tejidos, como algodón, lana, etc. También anotaba las variaciones climatológicas: a las diez cincuenta y ocho el cielo se cubre parcialmente con una nube de tales dimensiones, o a las once y veintidós se levanta un viento del noroeste de tantos kilómetros por hora de velocidad, todo calculado a ojo, e introducía en los cálculos efectuados las variaciones oportunas. Así hasta que la ropa estaba completamente seca. Mi trabaj

TANGAS

Como sigo sin nada que hacer en la vida, me puse a colgar la ropa. Más concretamente, una docena de tangas, a los cuales llamamos ropa, aunque si habláramos con propiedad habría que llamar no-ropa. Hacía varios intentos con cada uno para ver por dónde. La parte ancha debía quedar al aire, si no a ver cómo se seca, y la pinza es sensiblemante más ancha que la parte estrecha de la pieza. Creyendo que estaba enganchada, se me cayó un tanga al vacío. Pasaba un señor, y me escondí, porque a ver cómo le dices a nadie que ese tanga es mío, quiero decir, de mi mujer, o de mi hija, aunque se me ha caído a mí, a ver cómo confiesas sin parecer un trastornado. Y como no tengo nada que hacer en la vida, pasado el sofocón y colgada la ropa, volví a mirar por la ventana. El tanga ya no estaba. También me fijé en que las personas no cuelgan tangas. ¿A ver si estoy haciendo el tonto?

Reciclaje

Como no tengo nada que hacer en la vida, miro a través de la ventana. Ahora ando a ver quién es el siguiente pringao que intenta meter una bolsa en el contenedor de reciclado múltiple que han instalado en la esquina. Es uno de esos de muchos colores en el que puedes echar lo que quieras, desde un monopoly hasta la tapa de un móvil o la ropa que se le queda pequeña al más pequeño de tus hijos, pobre, que no ha estrenado ni unos malditos calzoncillos en nueve años. Siempre está lleno, el contenedor, y la abertura por la que se meten las cosas siempre está obstruida. A veces el pardillo de turno lleva a cabo un segundo intento, estirando del tirador y pensando que el primero lo hizo sin aplicar la fuerza pertinente. Otros más burros meten la mano izquierda mientras tiran con la otra, con la idea de remover el presunto impedimento, y se acaban pillando un dedo y lanzando una blasfemia. Otros miran alrededor pensando que es una broma y que habrá alguien grabando. Y todos,

Problema de matemáticas

Si a un hijo se le cae el boli al suelo cuatro veces en los cuarenta y cinco minutos de los deberes, ¿cuantas veces se les caen al suelo los bolis a los veincicinco de un grupo en las cinco horas de clase de cada día? Y un problema de psicología, de regalo: ¿y cómo se soporta eso?