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TANGAS

Como sigo sin nada que hacer en la vida, me puse a colgar la ropa.

Más concretamente, una docena de tangas, a los cuales llamamos ropa, aunque si habláramos con propiedad habría que llamar no-ropa. Hacía varios intentos con cada uno para ver por dónde. La parte ancha debía quedar al aire, si no a ver cómo se seca, y la pinza es sensiblemante más ancha que la parte estrecha de la pieza. Creyendo que estaba enganchada, se me cayó un tanga al vacío.

Pasaba un señor, y me escondí, porque a ver cómo le dices a nadie que ese tanga es mío, quiero decir, de mi mujer, o de mi hija, aunque se me ha caído a mí, a ver cómo confiesas sin parecer un trastornado.

Y como no tengo nada que hacer en la vida, pasado el sofocón y colgada la ropa, volví a mirar por la ventana. El tanga ya no estaba.

También me fijé en que las personas no cuelgan tangas.

¿A ver si estoy haciendo el tonto?

Comentarios

  1. Es que para asunto de tamaña intimidad, lo mejor es el calor de hogar: unos minutos de radiador o unos pocos más de barra de ducha, y listo ¡Que no hay proporción! Me refiero a justificar la relación: unidad tendida/pinza. Y si te da un cierto pudor, que la tal prenda (que la verdad es que tienes unas cuantas) salpique los rincones de tu casa mientras el agua que acumula su licra tenga a bien evaporarse, pues haces un "gurruño" con cada una de ellas, y al bolsillo del batín.

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  2. Quizás la tanga tenga algo más de mirada sensual que un calzoncillo, y la tengamos (que en este caso habría que decir tangamos) asociada a cierto fetichismo. Pero eso viene de cuando se usaban, en el Antiguo Oeste y en las salas de Moulin Rouge como prenda destapante y de uso ligero. Ahora está tan interiorizada en la vida cotidiana, como exteriorizada en los colgadores familiares. Seguro que si le dices al señor al que por poco atizas con la susodicha, "lánzame esa pinza con lo que lleva unido" te hubiera llegado a las manos y no se hubiera ido en las del siguiente pertubado que pasó por debajo de tu ventana. Aunque igual ha calculado desde qué colgador podría venir y aún te la encuentras en el buzón de las cartas, junto con la pinza. O sin ella, porque a una pinza se le puede dar más provecho que a una tanga, por aquello de que no tiene talla.

    Me recuerda tu situación, a cuando mi marido de recién casado, (años ha!, por cierto) salía a abrir la puerta con el delantal puesto. Él llevaba ya interiorizado que fregar o limpiar el cuarto de baño, era cosa de quién estuviera más libre. No siempre ocurría que se notara lo mismo en la mirada del que venía a hacer una encuesta o en el cartero...pero eso ya hace más de 30 años. ¡Algo habremos avanzado en tanto tiempo!

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.