Dice Fermin Romero de Torres que el hombre no desciende del mono sino
del cerdo, y que en ocho de cada diez aflora el chorizo que tiene
dentro. Esto es verdad particularmente en España, y los muchos amigos de
lo ajeno que deambulan por la patria se dan su agosto particular en
época navideña, de tal suerte que terminamos el día sin pulsera de plata
de trascendente valor sentimental en la Comisaria de los Mossos
d´Esquadra de Palafrugell.
Para matar el rato mientras esperaba, me puse a andar por la acera de talones, para allá y de puntillas, para acá. Es lo que me había dicho el médico, con el fin de que ejercitara alguno de las decenas de músculos que tengo atrofiados. Músculos que, por otra parte, solo se activan cuando el chorizo que llevamos dentro entra de hurtadillas a robar a una casa o cuando se pasa por encima de un charco enorme con la intención de no hundirte los bajos del pantalón, musculos, en fin, que permanecen en estado de atrofia el resto del tiempo. En esta maniobra me grabaron las cámaras de la comisaria, y como no se daban ninguna de las dos circunstancias arriba señaladas, ni allanamiento de morada ni vadeo de charco, el sargento Planelles le dijo a uno:
- vete a ver qué hace el gilipollas ese ahí afuera andando como un pato.
Mi mujer, que estaba dentro de la comisaria poniendo la denuncia y lo había oido todo, dijo que el gilipollas ese es mi marido el herniado, y anda así, qué pasa, que llevo una hora para el trámite de los cojones, que solo he visto agentes de la autoridad más lentos en Estonia.
Planelles esbozó una sonrisa estúpida y ventilaron el atestado en un periquete.
Para matar el rato mientras esperaba, me puse a andar por la acera de talones, para allá y de puntillas, para acá. Es lo que me había dicho el médico, con el fin de que ejercitara alguno de las decenas de músculos que tengo atrofiados. Músculos que, por otra parte, solo se activan cuando el chorizo que llevamos dentro entra de hurtadillas a robar a una casa o cuando se pasa por encima de un charco enorme con la intención de no hundirte los bajos del pantalón, musculos, en fin, que permanecen en estado de atrofia el resto del tiempo. En esta maniobra me grabaron las cámaras de la comisaria, y como no se daban ninguna de las dos circunstancias arriba señaladas, ni allanamiento de morada ni vadeo de charco, el sargento Planelles le dijo a uno:
- vete a ver qué hace el gilipollas ese ahí afuera andando como un pato.
Mi mujer, que estaba dentro de la comisaria poniendo la denuncia y lo había oido todo, dijo que el gilipollas ese es mi marido el herniado, y anda así, qué pasa, que llevo una hora para el trámite de los cojones, que solo he visto agentes de la autoridad más lentos en Estonia.
Planelles esbozó una sonrisa estúpida y ventilaron el atestado en un periquete.
Pues la verdad es que es mala suerte!(Lo de la cámara, quiero decir)
ResponderEliminarY,lamento lo de la pulsera. Díselo a tu mujer, no vaya a creer que paso del tema y se me mosquee.
Pais!!!