Como no hago nada de provecho más que deberes de cuarto de
primaria, me he dado cuenta de que las plantas son seres vivos que llevan a
cabo las mismas funciones que un ser humano, como comer, respirar y reproducirse.
La noticia me llenó de inquietud y me fui inmediatamente a la terraza con mi
silla de director de cine y mi libreta verde. Me senté delante de dos plantas y
me puse a observar la fotosíntesis. No pasaba nada, y al cabo de dos horas de laborioso pensar
deduje que era porque con mi cabeza tapaba el sol, que a su vez ya estaba
tapado por unas nubes muy gordas, y cuyos tímidos rayos no pegaban en las hojas
sino en mi hueso occipital. Y como no quería que nadie pensara que me había
pasado la mañana sin hacer nada, hice un dibujo de las plantas, con unas flechas
que salían de las hojas y con unas flechas que señalaban en dirección a las
hojas, como en los libros, y un cráneo con un interrogante sobre el mismo, y
dejé la libreta abierta encima del escritorio a ver si alguien se fijaba en mi
laborioso quehacer. Pero no fue objeto de atención por parte de nadie. No me
importa mucho, porque sé que los investigadores nunca hemos sido comprendidos
en nuestro tiempo. Sin embargo, y gracias a estas lineas fijadas en la red para la posteridad, no dudo de que la historia me juzgará con benevolencia.
Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
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