Egunon Mikel: hace siete años que murió el aitite, mi padre. Hoy no reconocería su Bilbao, como has cambiao. Alucinaría, viendo por la calle a chavales con sus smartphones cazando bichos; y leyendo en El Correo cada mañana la deriva de este mundo de locos y de este país sin gobierno. El paso del tiempo es caprichoso, y los últimos días me han traído un recuerdo del aitite que quiero compartir contigo. Había un tocadiscos precioso en la casa de la calle Ledesma. Un artilugio que podía convertirse en maleta y transportarse, pero que nunca se movió de la mesa en la que estaba. Debajo de ella había algunos discos, pocos. Uno de ellos se lo veía poner y se lo escuchaba cantar, y emocionarse. Es el coro de los esclavos de la ópera Nabucco, de Giuseppe Verdi. En ese momento de la obra, que cuenta parte de la historia del pueblo judío, los esclavos hebreos cantan a la tierra y a la libertad perdidas. Rebuscando, he encontrado esta grabación de la que me hablaron. Comienza con Ricardo M
Mikel somos todos los que hemos perdido algo antes de tiempo. El padre, las ganas, el anillo de boda... Mikel somos todos los que hemos enfermado mal y pronto. Mikel somos los que, pese a lo uno o a lo otro, todavía conservamos el interés por levantarle la falda a la vida, a ver qué lleva debajo. Mikel es también el nombre de mi sobrino, al que a veces despierto con este guiño por las mañanas.