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Mostrando entradas de mayo, 2011

Animalistas

Leí el día de año nuevo en un periódico de Arkansas que algunos se quejaban de que habían llovido pájaros debido al stress durante los fuegos artificiales de fin de año. Pues que se hubieran ido a dormir a la hora.

educación

A las personas, cuando te ven en silla de ruedas parado en una esquina leyendo o mirando al cielo a ver cómo se acerca una tormenta, les resultas familiar, o lastimero, no sabría cómo decirlo, y se sienten obligados a hacer algo, a cumplir con una norma de urbanidad. Como no saben el qué, suelen saludar.  Así, con un chasquido de lengua o con un ligerísimo movimiento de cabeza, o con un gruñido apenas audible. Y cuando les contestas bien alto diciendo buenos días, señor, se sobresaltan. Qué gracia, oye!

Laicismo agresivo

Pasando por Kueto en la ambulancia vimos a una señora salir del portal haciendo la señal de la cruz, pidiendo así el amparo divino frente a los peligros de la calle, y darse de la misma contra un señor muy grande que bajaba leyendo el periódico, con tan mala suerte que cayó de lado y se rompió la cadera. - Toma, por idiota, dijo Conchi, la de Kabiezes. A mi el comentario que pareció una de esas muestras de laicismo agresivo de las que tanto se queja Rouco, pero no dije nada, porque el entorno se llenó de una actividad que me dejó paralizados los vocablos y los músculos. El conductor bajó, metió a la señora en una camilla y en dos minutos estabamos de camino hacia el hospital con los lanzadestellos y las sirenas puestas, y Patro, la de San Juan, gritando como una loca que le pisara más. Nos pasa cada cosa...

El angel celador

No sé cómo convencer a mi hija de que los ángeles existen. Le contaba hace un rato que ayer estuve con uno en el quirófano aquel. Parecía un ser humano, porque tenía manos, y cara y ojos y voz y sonrisa, pero era un ángel. Las personas no son así. Sus manos eran suaves y calientes, como las de las personas, y mantuvo su cara en todo momento cerca de la mía. Me susurró al oído cada paso, ahora un pinchazo, ahora frío, ahora te va a escocer un poco, ya esta... Me llamaba por mi nombre de pila, por el que solo me llamaban mis padres, cómo lo supo no sé, y me lo dijo en el mismo tono y el mismo volumen con el que mi madre me invitaba a la vida cada mañana mientras metía la estufa en el cuarto y sacaba de mi cama la bolsa, ya fría. Quise preguntarle por algo relacionado con la intervención, pero me dijo sonriendo que él solo era el celador. Sé que es difícil de ver, pero no sé qué más pruebas quiere.

Un día va a haber un disgusto

A la gente que trabaja en los quirófanos hay que dejarla en paz, y no agobiarle con cosas del mundo exterior. ¿Qué es eso de que suene un móvil en plena anestesia para recordar a uno que coja el pan cuando vuelva a casa?. - ¿de media cocción, como siempre? ¿grande o mediana? Hombre, le da un barrniz de humanidad a la intervención, pero a veces desconcentra. O que te llamen del Colegio para decir que tu hija se ha puesto mala y está vomitando en el baño, que a ver qué hacen con ella. - pues ahora no puedo ir porque estoy cogiendo una via. Voy en seguida . Y luego tienen en la cabeza que a qué hora cierran la panadería y qué hace ésta vomitando si le he dado un Saldeva esta mañana. Y si estás pinchando para poner el suero, como la cabeza no está en la aguja ni en el brazo sino en el Jefe de Estudios del Instituto, pues te sale mal, le haces un daño del carajo al pobre que va ser intervenido, le rompes la vena y todo el suero empieza a irse por ahí, por el brazo, buscando un

Ambientazo (2)

Y además, desde la parte de atrás de la ambulancia no solo oyes las conversaciones, sino que ves las manos moviéndose en el aire, y las caras de esos hombres y mujeres cargados de sabiduria: - ahora los jóvenes no saben nada, les enseñas una azada y no saben lo que es, dijo Patrocinio, de San Juan. - ni poner un puchero de alubias saben, añadió Conchi, de Kabiezes. - vosotras si que no sabéis nada, que no sabéis ni leer , intervino Armando, de Portugalete, que estaba sentado en medio de las dos. En la que se ha metido, pensé yo. - oye tú, que yo las letras ya me las sé,   le contestó Conchí con un poco de rabia. . y qué que no se leer, yo he trabajado toda mi vida, hasta el año 50, que soy hija de labradores, le dijo indignada Patrocinio. Lo que me da rabia es no saber nadar, a mis 87 años... Y al llegar al Hospital, pelillos a la mar, y nos despedimos con besos. Y con que te vaya bien y que no te hagan daño.

Ambientazo

Cada vez nos lo pasamos mejor en la ambulancia. Como siempre vamos los mismos... Y ya tenemos confianza con el conductor. Ayer me devolvió mi casette de Demis Roussos, que ya llevábamos una semana con el, y le dí uno de José Vélez, que pusimos para cantar todos durante el viaje, "ven a tomar, el vino nuevo de mi tierra nataaaal". En el viaje de ida me tocó el asiento de atrás, desde el que me pegaba las toñejas el paralítico, y me dí cuenta de que me gusta más porque tiene los cristales tintados. Así puedes hacer burla a los de la OTA sin que se den cuenta.

Pelos

Siempre me ha llamado la atención el empeño de algunos calvos por dejar crecer mucho el pelo en aquellas partes de su cráneo en que todavía lo hace. El taxista que me llevó también. Sólo que los pelos le crecían en la parte frontal de la nariz, algo que no había visto nunca, y en las cejas, que peinaba hacia atrás y hacia arriba, como Quevedo los bigotes.  Condujo como un bruto y diciendo palabrotas, pero llegamos en seguida. Y no se le movió un pelo, aún con la ventana bajada. Al menos que yo notara.

Impedido

A mi mujer le viene estupendamente que yo vaya en silla de ruedas por la calle. Enseguida me pone encima de las piernas el portafolios y el bolso, y hala. Con el esfuerzo de empujar le empieza a sobrar la ropa, y pone la chaqueta encima del bolso, y sin doblar ni nada, que ocupa más. A veces pasa un hijo y pone encima del montón el balón y el jersey, este también hecho una pelota. Y si nos cruzamos con la niña que viene de compras, planta encima del todo la bolsa de Bershka. Y así vamos por el pueblo a tomar unos vinos. Yo escondido y mi familia detrás, empujando.

cómo se estiran los de Bilbao

Estaba disfrutando de la conversación que me daban mis anfitrionas. Pero les pedí cortesmente que se ausentaran unos minutos y me dejaran hacer mis ejercicios de osteopatía antes de que llegaran las alumnas, que habían salido a tomar un café. Les pedí también que vigilaran en la puerta para que no entraran y me pillaran tirado en el suelo. Ni puto caso. Se fueron dejando la puerta abierta y una alumna entró sin que yo me diera cuenta y me vio como estaba, con la cara congestionada estirando la columna, y los puños apretados a la altura de la oreja, todo lo largo que soy, que no lo soy mucho. Hala, a inventar algo. - Uy, por Dios!, ¿se ha caído usted? - No, no se preocupe, me estaba estirando un poco. - Jesús, cómo se estiran en Bilbao...

Los jefes

- Los jefes son todos unos hijos de puta, ¿no sabes? - Claro que lo sé. Soy jefe... El diligente empleado del Servicio de atención a personas con movilidad reducida del aeropuerto de Bilbao, que empujaba mi silla, y con quien, por haber compartido diez minutos de conversación, me unía cierta familiaridad, condujo a partir de ese momento, y tras un breve silencio, la conversación por otros derroteros.

El cielo

Dice Stephen Hawking que el cielo es un cuento de hadas de gente que tiene miedo a la oscuridad. Qué pena que no haya visto a mi hijo levantarse esta mañana, con una legaña pegada en el ojo, aumentada en su tamaño por el cristal de las gafas, despeinado, y una sonrisa de oreja a oreja. Cuento de hadas, ja!

evacuación

- ¿Qué tal evacúa? Entendí perfectamente la pregunta, pero me pareció imposible que me la estuviera haciendo delante de treinta personas. - Bueno..., contesté, como para ganar tiempo. Mi esposa intervino para complicar el tema. - cuando estuvo con los parches de morfina anduvo estreñido. - es natural, contestó el osteópata. Y los alumnos copiaban: - morfina... estreñido... normal. - Y ahora, ¿cómo son sus evacuaciones?, insistió - ¿Evaluaciones dice?, pregunté. - No, evacuaciones, que qué tal va usted de vientre. - Normal. No se me ocurrió otra cosa. - ¿Fluido? - Si, normal Y los alumnos copiaban: - sin morfina... evacuación fluida... Pasé un mal rato tremendo, hasta que una alumna levantó la mano. Yo la miré aterrorizado, pensando a ver qué quiere esta saber ahora de mis evacuaciones, pero preguntó por no se qué de la posición de la pelvis y todos se pusieron a hablar entre ellos de la pelvis. Buf. Luego los alumnas y a las alumnas s

Quitarse el muerto

- Buenos días, señorita, me llamo Serafín Lavado y estuve ayer en la consulta de Traumatología ahí mismo, en el ambulatorio, y el médico me dijo que me citaba para el jueves en Cruces. En Citas me dijeron que no me podían dar la hora, que ya me llamarían, y como ya es martes y no me han llamado... - ¿pero usted de donde es? - yo soy de Bilbao, como ya habrá notado por mi estilo ponderado y mi educación, pero los azares de la vida me han llevado hasta el Valle de Trápaga. - ah, pues tiene usted que llamar allá. Le paso. Le pasa. Música de los Bee Gees. Puf. - Dígame. - Buenos días, señorita, me llamo Serafín Lavado y estuve ayer en la consulta de Traumatología en el ambulatorio de Ortuella, y el médico me dijo que me citaba para el jueves en Cruces. En Citas me dijeron que no me podían dar la hora, que ya me llamarían, y como ya es martes y no me han llamado... - ¿pero usted donde vive? - enfrente del ambulatorio. De hecho, desde mi ventana le veo a usted hablánd

El Txo

El Txo es una de esas personas entrañables que uno se encuentra en cualquier lugar de trabajo. En lugar de poner "El Txo, fisioterapeuta", en el bolsillo izquierdo de la chaqueta, como todo el mundo en el Hospital, lleva en su zueco escrito: "el Txo", como diciendo, a quien quiera mirarle a los pies, aqui estoy yo. Y despelucado, porque no le da tiempo a peinarse, tan pronto se levanta por las mañanas, recorre el pasillo de rehabilitación arriba y abajo una y otra vez con el único objetivo de no encontrarse con nadie, ni fisio ni paciente, que le dé que pensar o que trabajar. El empeño es imposible, porque el pasillo mide diez metros y hay cuatro boxes con aparatos a la derecha, todos llenos de personas lesionadas diciendo ay, ay, y cosas parecidas, y no hay uno, ni dos, sino cuatro recuperadores, contándole a él, recorriendo el mismo pasillo. Y a pesar de todo lo consigue, qué bárbaro. En la hora larga que me ocupan los tres aparatos, no veo al Txo ocuparse de nada

De ocho a tres

Para sostener conversaciones superficiales de más de veinte minutos una persona necesita cumplir varias condiciones: Primera, trabajar en horario de ocho a tres. Está uno más fresco y se ha sufrido menos rato los embates de esta no siempre bien agradecida vida. Además, saliendo a esa hora, uno puede ver en la televisión, mientras come, los programas en los que personas que no tienen nada que contar lo cuentan todo durante mucho rato dando lugar a largos debates con gente que aplaude. Segunda, una concepción de la vida y de la realidad más bien liviana. Tercera, manejar con soltura algunos lugares comunes, como aquel de yo de política no entiendo, pero... Cuarta, haber acumulado cierta experiencia en casi todo, para poder contestar, diga lo que diga el otro, aquello de pues a mí me pasó lo mismo. Y quinta, que los clientes, o los pacientes, o lo que sea, cambien cada poco tiempo, porque así puedes sacar el mismo tema una y otra vez sin sensación de repetirte.

Osteopatía

Como estoy convencido de la continuidad entre mi cuerpo de hoy y mi cadáver de mañana, me he propuesto entrenarme para cuando esté tumbado en una sala de la Facultad de Medicina delante de estudiantes hurgando ahora en mi oreja y luego en mi vesícula. Y me he ido a una clase de la Escuela Internacional de Osteopatía a que experimenten con el caso único que soy, a estas alturas. He tenido que vencer algunas resistencias. La primera, mi vergüenza a estar en calzoncillos delante de más de dos personas. Había treinta. No he podido mirar al frente, así que no sé qué cara han puesto, pero me la imagino. La segunda, la tendencia de mis intestinos a liberarse ante la presión insistente del osteópata en mi vientre. Me han arreglado el codo derecho, de cuyos desperfectos yo era un completo ignorante, y me han puesto la pelvis en su sitio, porque la tenía revirada. Y he descubierto una curiosa coincidencia: mi clavicula fracturada, la derecha, mi codo fisurado, el derecho, mi testículo infect

Indiferentista

En lo referente a la medicina, soy algo más que escéptico, o algo menos: soy indiferentista. Es decir, me da igual la medicina tradicional, que la oriental, que la natural, que la aromaterapia, que la hipnosis, que la magnetoterapia, que el biofeeback, que la homeopatía, que la musicoterapia, que la ozonoterapia, que la acupuntura, que la auriculoterapia, que la osteopatía o que una mezcla de todas ellas, o de dos o de tres. Todos sus avances me parecen maravillosos pero me da igual quien gane a quien. Y me hacen gracia los apóstoles de cada una de ellas, defendiendolas frente a las demás como quien defiende un credo. Yo solo quiero curarme. Y me vendo a quien me pague. Vamos, que pago a quien me cure.

Candace

¿Alguno sabe cómo se llama la hermana de Phineas y Ferb? Es una buena pregunta para el café de esta mañana. Seguro que no lo sabe nadie. Y se llama Candace, que es un nombre bien bonito. Lo que pasa es que los guionistas de estas series intentan que no recordemos los nombres de los personajes que encarnan a seres envidiosos y resentidos, como la pobre Candace, que en realidad es una víctima de la creatividad e imaginación de sus hermanos. Lo mismo pasó con la señora Oleson, la dependienta desagradable de La casa de la pradera, que ahora nadie sabe qué nombre tenía. Y está bien, porque si llamas a una hija como a ella, siempre aprovechan para hacer gracietas. Lo sé porque cada vez que presento a alguien a mi hija Mildred me contestan que qué graciosa, como la señora Roper.

Esperando al 17

Como mi hija, al usar indiscriminadamente el modem usb de movistar, procede a descargas que se ventilan en un pis pas los cinco gigas que tengo contratados, paso muchas tardes en blanco esperando a que llegue el día 17 para recuperar la velocidad normal del dispositivo. En esas estaba, esperando al 17, cuando vi que el pequeño se dirigía a la papelera armado con unas tijeras, y sacaba de ella una publicidad de no sé qué casa de cosméticos que utilizaba como reclamo a una hermosa joven en bikini. Al ver que se ponía a recortar pregunté que qué hacía y me dijo que estaba recortando. Eso ya lo veo, contesté, lo que quiero saber es qué piensas hacer con la foto de esa chica, pues llevarla a clase, me dijo, para qué, pues para enseñarla a mis amigos, de eso nada, por qué, pues porque nueve años no es edad ni gobierno para andar en esas cosas, hombre, ¿o es que tus compañeros llevan fotos de chicas desnudas?, pues claro, y qué tiene que ver el gobierno, nada, pero deja ahora

recuerdos

Todos los famosos recuerdan su infancia. Lo felices que eran jugando en la calle y rompiendo pantalones o las estrecheces que pasaron en su casa. Como le pasaba a Andy Whittaker, yo poseo, como todo testimonio de mi existencia en el pasado, unas cuantas fotos en blanco y negro y un libro de escolaridad. Eso hace que me retraiga bastante en las relaciones, porque en las cenas, cuando la gente se pone a hablar de sus recuerdos, llegan tan atrás que me acomplejo. Y no me queda más remedio que inventarme los míos, como hacía el protagonista de El lamento del perezoso . Y luego tengo que grabar esas ficciones en la memoria por si alguien me las repite algún día: - anda!, como cuando tú te estrellaste yendo en bici.. Y la mitad del personaje que soy es pura novela. Triste, ¿no? Y creativo.

otra vez Lali

Clac, clac - Lali, guapa, te acabas de cargar dos costillas. Lali tiraba de las correas que sujetaban al enfermo al aparato de tracción con toda la fuerza que le daban sus cien kilos. - No me jodas. - Pues sí, pero no te importe, tú sigue tirando que tengo más. Lali no llevaba una semana muy buena, ya había roto varias cosas. Es triste la vida de una fisioterapeuta voluminosa encargada de un aparato de tracción. Así que mejor que te toquen enfermos comprensivos.

ambulancias

Los martes y los jueves, en la ambulancia viajamos cuatro, y el conductor. Un paralítico, una paralítica, que además es sorda, una señora que va muy pintada y yo. La sorda va hablando sola, o con los demás, como para que la oigamos: - pues se han muerto cuatro esta mañana en un accidente no sé dónde. o - España va faltalmente, con toda esa gente que ha entrado, fíjate en Alemania, cómo saben, porque nosotros también fuimos emigrantes, pero íbamos con contrato. Y el paralítico, que está hasta aquí de la sorda, y que viaja detrá de mí, le va soltando a ella inconveniencias y a mí golpecitos cómplices, cuando no toñejas, lo cual me molesta un poco, claro. De la señora que va muy pintada no he dicho nada porque su papel en la juerga esta es más bien de espectadora muda. Debe tener un problema interior, porque de la ambulancia sale por su paso tranquilamente. El conductor solo nos llama la atención cuando molestamos mucho o cuando los comentarios del paralítico su

bermudas

Ya sabéis que no soporto ver a hombres vestidos con pantalón corto, al menos allí donde transcurre la vida civilizada, como escuelas, hospitales y tiendas de ultramarinos. Y menos pasando frío por las mañanas, a diez o doce grados, medio en pelotas. Eso es de tontos. El nuevo atuendo verano 2011, que los ansiosos llevan ya en pleno mes de mayo, mucho antes del 40, sustituye las chancletas, que ya es un avance, por un zapato deportivo ancho bastante feo que según contra qué tobillos hace un contraste lamentable. Por arriba se impone el pantalón tipo bermuda con diez o doce bolsillos, para llevar el i-phone, el i-pad, el smart-phone, la psp, la cartera, el móvil, la agenda, las gafas de sol aunque llueva, el marca y una reproducción en miniatura del puente colgante. Después está la camiseta, sobre la que va una camisa de cuadros de manga corta que se lleva abierta para que se vean las dos, la camiseta y la camisa. Y sobre la camisa, el bolso de colgar, de adorno, comple

marcianos y topless

He sabido de la existencia de una secta australiana que considera al ser humano un experimento de los extraterrestres y que defiende el 'topless' como un derecho equiparable al derecho de voto. Pongo estas cosas en conocimiento de todos por si a alguien se le ocurre algún comentario acerca de la relación entre ambas cosas. No vale decir que quien cree tales cosas está como una regadera, que eso ya se me ha ocurrido a mí, y es una deducción bien pobre Ni tampoco decir que el cuerpo hay que defenderlo tanto porque es un producto de la más alta tecnología alienígena, que es lo que dicen ellos.

Tracción

- Lali!!!, que se descoyunta!! Lali, la fisioterapeuta encargada de la máquina de tracción, dormia placidamente una siesta mañanera mientras el paciente gritaba como un loco al ver que sus dos mitades se separaban, las piernas por allá y el tronco por acá. - Uy, pues no que me he quedado traspuesta... - Mujer, que todos los días te pasa lo mismo, que te he dicho mil veces que un día íbamos a tener un disgusto... - Vamos hombre, que esto se arregla en un minuto. La cosa era imposible, porque ya no había un enfermo, sino dos medios, que entregaron a la Facultad de Medicina para su estudio. Pasado el mal rato, Lali se fue a echar una cabezadita.

Carrefour (on line)

Muy misterioso Carrefour-on-line: ya veo que le importa una higa que en el último pedido hubiera dos fresas comibles de las veinticuatro que formaban el medio kilo que pedí. Y que hubiera seis naranjas llenas de moho en la malla de cuatro kilos. Porque a mi queja, bastante moderada para el cabreo que agarré, ha respondido usted con un ominoso silencio. Usted también me importa un pimiento, así que doy por terminada esta breve relación comercial que hemos tenido. Una pena, después de aquel formidable bacalao desalado que me mandó la primera vez, menudo pil - pil que preparé. Que a lo mejor tampoco le importa nada todo esto que le digo, porque usted es una máquina de recoger pedidos, y no está capacitada para entender las frustraciones humanas, tan normales cuando se trata de lo de comer, entre otras cosas. Pues nada, que se le rompa a usted el disco duro.

duplicación

Terminado el periodo vacacional infantil, y al respirar la paz de la casa en esta mañana de mayo, con el único ruido del tic tic de los deditos en el teclado, y con la luz de la primavera llenándolo todo de verde y azul, llevo un rato notando un punto de saturación ambiental inexplicable. Como una angustia aquí que no acabo de entender. Busco el por qué, dejo de trabajar y me aplico a la contemplación. A la contemplación interior, para ver si era algo de las transaminasas o del alma. Y a la contemplación exterior, del paisaje de la casa. Y ahí encuentro la respuesta: mire donde mire, hay una foto de los niños. Sobre la mesa, sobre el piano, colgadas de la pared...  Igual que Andy Whittaker, yo también pienso que estoy cayendo en una innecesaria duplicación, esto es, cada día, ahí están ellos, en carne y hueso, y luego, cuando se van, ahí están otra vez, encima de la mesa, o sobre el piano, o donde sea. Esto no puede ser bueno. Ni para las transaminasas ni para el alma. Así