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Osteopatía

Como estoy convencido de la continuidad entre mi cuerpo de hoy y mi cadáver de mañana, me he propuesto entrenarme para cuando esté tumbado en una sala de la Facultad de Medicina delante de estudiantes hurgando ahora en mi oreja y luego en mi vesícula. Y me he ido a una clase de la Escuela Internacional de Osteopatía a que experimenten con el caso único que soy, a estas alturas.

He tenido que vencer algunas resistencias. La primera, mi vergüenza a estar en calzoncillos delante de más de dos personas. Había treinta. No he podido mirar al frente, así que no sé qué cara han puesto, pero me la imagino. La segunda, la tendencia de mis intestinos a liberarse ante la presión insistente del osteópata en mi vientre.

Me han arreglado el codo derecho, de cuyos desperfectos yo era un completo ignorante, y me han puesto la pelvis en su sitio, porque la tenía revirada. Y he descubierto una curiosa coincidencia: mi clavicula fracturada, la derecha, mi codo fisurado, el derecho, mi testículo infectado, el derecho, mi riñón, el del cólico, el derecho, y la ciática, en la pierna derecha.

Ahora lo entiendo todo.

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.