Siempre me ha llamado la atención el empeño de algunos calvos por dejar crecer mucho el pelo en aquellas partes de su cráneo en que todavía lo hace. El taxista que me llevó también. Sólo que los pelos le crecían en la parte frontal de la nariz, algo que no había visto nunca, y en las cejas, que peinaba hacia atrás y hacia arriba, como Quevedo los bigotes. Condujo como un bruto y diciendo palabrotas, pero llegamos en seguida. Y no se le movió un pelo, aún con la ventana bajada. Al menos que yo notara.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
¡Por Dios, por favor, por Thor y por Odín!
ResponderEliminar¡¡¡¡¡qué clase de individuo has descrito!!!!!!!
Luego se duda de dónde le acaba la cara a un calvo....
¡A éste le empieza la cara debajo de las cejas!
Hoy tengo pesadillas, seguro.