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De ocho a tres

Para sostener conversaciones superficiales de más de veinte minutos una persona necesita cumplir varias condiciones:

Primera, trabajar en horario de ocho a tres. Está uno más fresco y se ha sufrido menos rato los embates de esta no siempre bien agradecida vida. Además, saliendo a esa hora, uno puede ver en la televisión, mientras come, los programas en los que personas que no tienen nada que contar lo cuentan todo durante mucho rato dando lugar a largos debates con gente que aplaude.

Segunda, una concepción de la vida y de la realidad más bien liviana.

Tercera, manejar con soltura algunos lugares comunes, como aquel de yo de política no entiendo, pero...

Cuarta, haber acumulado cierta experiencia en casi todo, para poder contestar, diga lo que diga el otro, aquello de pues a mí me pasó lo mismo.

Y quinta, que los clientes, o los pacientes, o lo que sea, cambien cada poco tiempo, porque así puedes sacar el mismo tema una y otra vez sin sensación de repetirte.

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.