A mi mujer le viene estupendamente que yo vaya en silla de ruedas por la calle. Enseguida me pone encima de las piernas el portafolios y el bolso, y hala. Con el esfuerzo de empujar le empieza a sobrar la ropa, y pone la chaqueta encima del bolso, y sin doblar ni nada, que ocupa más. A veces pasa un hijo y pone encima del montón el balón y el jersey, este también hecho una pelota. Y si nos cruzamos con la niña que viene de compras, planta encima del todo la bolsa de Bershka. Y así vamos por el pueblo a tomar unos vinos. Yo escondido y mi familia detrás, empujando.
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.
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