Se les rompió un varal del paso de la Virgen del Rocío y todos los rocieros se echaron a llorar. Eran miles, así que el espectáculo era como de tragedia griega. Algunos lloraban por ese llanto tonto que te da cuando te has bebido dos docenas de gin tonics. Otros, porque habían cogido los días de vacaciones para ver a la blanca paloma, y la blanca paloma, según vió que le faltaba un pie dijo que media vuelta y para dentro, que con esas pintas ella no sale. Otros lloraban porque son de lágrima fácil, y lo mismo lloran por esta chorrada que por otra, como cuando el Betis se va a segunda, cosa que tiene por costumbre. Y otros porque se habían gastado un dineral en venir desde Antequera, que es por donde sale el sol, hasta Almonte, con el carromato lleno de manzanilla y de latas de mejillones para invitar a la peña. Una señora lloraba porque quería pedirle algo a la Virgen y ya no iba a poder. ¿Pero no podría enviar la Junta a un equipo de psicólogos de esos que van a los te
Mikel somos todos los que hemos perdido algo antes de tiempo. El padre, las ganas, el anillo de boda... Mikel somos todos los que hemos enfermado mal y pronto. Mikel somos los que, pese a lo uno o a lo otro, todavía conservamos el interés por levantarle la falda a la vida, a ver qué lleva debajo. Mikel es también el nombre de mi sobrino, al que a veces despierto con este guiño por las mañanas.