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Mostrando entradas de junio, 2011

rocieros

Se les rompió un varal del paso de la Virgen del Rocío y todos los rocieros se echaron a llorar. Eran miles, así que el espectáculo era como de tragedia griega. Algunos lloraban por ese llanto tonto que te da cuando te has bebido dos docenas de gin tonics. Otros, porque habían cogido los días de vacaciones para ver a la blanca paloma, y la blanca paloma, según vió que le faltaba un pie dijo que media vuelta y para dentro, que con esas pintas ella no sale. Otros lloraban porque son de lágrima fácil, y lo mismo lloran por esta chorrada que por otra, como cuando el Betis se va a segunda, cosa que tiene por costumbre. Y otros porque se habían gastado un dineral en venir desde Antequera, que es por donde sale el sol, hasta Almonte, con el carromato lleno de manzanilla y de latas de mejillones para invitar a la peña. Una señora lloraba porque quería pedirle algo a la Virgen y ya no iba a poder. ¿Pero no podría enviar la Junta a un equipo de psicólogos de esos que van a los te

Preanestesia

Pusieron a un celador, al más avinagrado de todos, en el sitio del anestesista. Total, para lo que hay que hacer, debió pensar el Jefe del Servicio. Y así el anestesista se pudo ir a la mariscada de la Peña Athletic de Ampuero, qué coño, la de tiempo que llevaban sin juntarse pues. Me hizo veinte preguntas de contestar si o no y verdadero o falso, y se molestó un poco cuando dije a destiempo lo del cólico renal, porque no sabía en qué casilla se metía. Y me dijo que ya me llamarían, antes de gritar siguiente!, como en las pescaderías. Aunque más rápido.

testamento

Para celebrar mi cumpleaños y ante la cercanía de la muerte, que veinte años no es nada, y qué febril la mirada, he resuelto hacer testamento. Después de darle muchas vueltas, los libros quedan para Andoni, a ver si le entra el gusto por la lectura. Y si no, que tape con ellos los agujeros de las paredes de su vida, como he hecho yo. Las bicicletas para Ana, que estoy hasta aquí de llevarle y traerle de la piscina cinco veces por semana. Si no quiere usarlas para ir y venir, que las ponga en su cuarto para colgar las prendas de vestir. A ver si así disminuye el número de cosas que tiene tiradas y sin ordenar, que es como dejo yo mis asuntos a día de hoy. Y los electrodomésticos para el Xavi, que es el más osado con los botones de las cosas. No suele acertar, pero es entretenido. Como me pasa a mí últimamente. Espero que el notario no ponga pegas.

Orden

Una de las experiencias más sorprendentes del año es cuando me pongo a ordenar el cuarto de mis hijos, acabado el curso. Este año tres hallazgos llamaron mi atención por encima de los otros treinta. El primero fue un bocadillo en avanzado estado de descomposición que se alojaba detrás de la caja del microscopio (si dentro hay un microscopio, lo ignoro). Que era bocadillo saltaba a la vista, porque en mi casa no envolvemos otra cosa en papel de plata, aunque con mis hijos nunca se sabe. Y que se descomponía lo decubrí porque los seres vivos que lo habitaban habían empezado a comerse el albal, no vayáis a pensar que tuve la osadía de abrir el papel de plata de un bocata que llevaría allí ni sé los meses, para ver de qué era. Otro fue un diario que mi hijo escondía en una caja de galletas con migas, y que empecé a leer con absoluta indiscreción por donde decía querido diario y no se qué de una novia y no quise leer más, por rubor. No sabía que escribiera nada, qué ilusión. Y el terc

Otros lenguajes

Hay muchos lenguajes, y uno es el del secapelos. Mi mujer y yo lo hablamos a la perfección. Hay un secador de pelos que ella deja encima del armario de cuarto de baño. El armario de cuarto de baño es también el espejo del cuarto de baño, una cosa de esas modernas. Que cuando te quieres ver la cara, cumple su función estando cerrado, pero que si quieres la cuchilla de afeitar, por poner un ejemplo, tienes que abrir. Y entonces el secapelos se cae. Unas veces lo sujeto con las manos, otras me cae en la cabeza, otras se estrella contra el lavabo, otras contra el suelo... Yo me cago en sus muertos y lo dejo en la repisa de la ventana. Por las noches mi mujer se ducha, para ir fresquita a la cama, y después se seca los pelos, para no agarrar un catarro. Ve el secapelos en la ventana, se caga en mis muertos, y después de usarlo lo pone encima del armario. Y al día siguiente pasa lo mismo. Desde hace diez años.

Unas chicas de Cuenca

Estaba el otro día yo con treinta niños de doce años en un viaje de  esos de aventura, en Jaca. Se tiraron por un cañón, hicieron rafting, escalada, de todo. Y salieron ilesos. Y yo respiré. La última noche estaba yo tomándome un gin tónic para celebrarlo: que estaban bien, que mañana estoy en casa... Ellos hicieron discoteca, y Aitor quería impresionar a unas chicas de Cuenca, guapísimas, que estaban ahí, sentadas, viéndole bailar aquello de "yo quiero bailar, toda la noche, lalaraalaralalala", y dió un salto tan bien impulsado y tan mal calculado que su cabeza chocó contra la viga, abriéndose el cráneo en canal, y manando tanta sangre que parecía eso un episodio de Navy. Otro Aitor vino a avisarnos. Mientras venía la ambulancia le hicimos un apaño con una camiseta, que parecía Quincoces, y aproveché para preguntar a Aitor, el otro:   - y las chicas de Cuenca, ¿qué? - jodé, se han quedado muy impresionadas. Bueno, por lo menos...

reforma AGRAria

Un estudiante de la ESO no puede estar todo el día concentrado. A partir de un determinado momento...   - ¿Por qué has puesto una foto de manifestantantes contra la reforma agraria para ilustrar esa diapositiva sobre el Taj Majal? - No sé, yo he puesto Agra (la ciudad en la que está el Taj Majal) en Google, y me ha salido esto. - A ver, dale para atrás. Y en google no había puesto "agra", sino "agrara" ( eso pasa muchas veces, que se te va la pinza, o la olla, o que te faltan hormonas) . Seguramente quiso decir "agraria". Y el bueno de mi hijo, sangre de mi sangre, dijo que sí, que quería decir agraria. Y se bajó la foto tan pichi. Y ahí la dejaba. Menos mal que estoy al quite.

lo bonita que es la vida

Si me hubieran dado a elegir un regalo original para mi cumpleaños del 2011, hubiera pedido una preanestesia. O una radiografía de tórax. Y mira lo bonita que es la vida, que ámbos deseos me han sido concedidos. Y luego hay gente que se queja.

Hola buenos días

Como últimamente voy mucho al médico me he empezado a fijar en tonterías. Y a hacerlas en público. Por ejemplo, suele pasar que en una sala de espera atestada y silenciosa entra una persona educada y dice bajito, como para el cuello de su camisa, bss dsss, dirigido al conjunto de esperantes. Entonces voy yo y le contesto, en voz alta, clara y cantarina, hola buenos días, y se sobresalta todo el mundo, empezando por el educado saludante, que no se lo espera, y se pregunta esto a qué viene, y siguiendo por los demás, que empiezan a decir qué pasa, me han llamado ya, por qué número van, qué pesaos la hora que es ya, y cosas así.

poner y quitar

Xavi, nueve años: - Aita, ¿qué es poner? - Pues lo contrario de quitar, vaya preguntas que haces, bonito. - Pues me ha dicho Carla que le pongo. ¿Qué hay que hacer para quitar?

Al aparato

- ¿Diga? Con tanto ruido de gente por detrás gritando (Mendiiiii!!!!, dónde estaaaaaas!!!!) no se oía bien, así que repetí, en voz más alta: - ¿Diga? (yo todavía digo diga al contestar al teléfono, aunque sepa quién es, que no era el caso, y lo hago porque me gusta conservar algunas tradiciones, no todas, y para evitar que se pierda la palabra diga, que al fin y al cabo solo se usa para contestar cuando llaman por teléfono, y cada vez menos, y ahora me entra la duda de si diga es imperativo, y entonces no tendríamos que contestar diga? sino diga!, y el otro, o la otra, dirían y éste por qué me chilla, o tercera persona del presente de subjuntivo de decir). - Hola, buenos días, ¿Pedro Mendigutxia? - Al aparato (esta es una expresión que también me gusta mucho y que hago lo que está en mi mano por conservar, ahora que ya nadie llama "aparato" al teléfono). - Le llamo de Euskaltel, para presentarle la nueva oferta de canales de televisión... - Lo siento, n

Confusión

Me piden que nade, pero así, que haga bicicleta estática, que ande más, que me ponga de lado, que me ponga boca arriba, que me ponga un cojin entre las piernas, que ande de puntillas, que ande de talones, que empuje con el dedo gordo para arriba, ahora para abajo, que tenga paciencia, que deje la silla, que me anime, que ponga los pies para arriba, que haga mis ejercicios de osteopatía, que ponga el fregaplatos, que descanse, que me tumbe, que me levante, que me siente, que me tome las pastillas, que tome vitaminas, que coma proteínas, que les deje en paz, que avise con tiempo cuando se acaban los medicamentos, que no abuse de los medicamentos, que me opere, que me infiltre, que saque la silla de ruedas del medio, que haga algo, que respire fuerte, que respire suave, que me esté quieto, que me mueva un poco, y algunas cosas más de las que no me acuerdo. Me piden que no trabaje tanto, que no me queje tanto, que no me preocupe, que no sea pesado, que no baje la cabeza, que no

Pesado (y 3)

Como ya no le doy vueltas a las cosas en la cabeza, mis neuronas no saben a qué atenerse. Algunas están tomando el sol, o la fresca, o lo que se tome ahí adentro, o mirando las obras, que siempre hay, y más en un cerebro, o leyendo el periódico hasta el mediodía. Pero tanta neurona desocupada no puede ser bueno, y empiezan a darse las cosas que solo se dan cuando las neuronas hacen el vago: los rumores y las maledicencias. Que si a aquella enchufada la van a pasar al lóbulo frontal, que si siempre estamos con cambios, que aquí nadie explica nada, que si aquella es una trepa y mira dónde la han puesto, que si dicen que nos van a poner a todas a trabajar a turnos, que a ver por qué no se respeta la antigüedad, que a ver por qué no hay sitios para que estén las neuronas de quince años, que míralas haciendo botellón con el ADN a las siete de la tarde... Todo eso pasa por dentro. Por fuera soy una persona silenciosa. Y a decir de algunos, menos pesado que antes. Es que no

Pesado (2)

Cuando uno ha sido un pesado muchos años lleva tiempo cambiar, quitar automatismos y superar maneras de hacer las cosas que le son a uno como su propia piel. Yo estoy probando a dejar de dar vueltas a las cosas en la cabeza. Mi vida se está volviendo plana. Cosa que se me ocurre, cosa que digo, o que no digo, sin darle ni media vuelta en el cerebro. Decir, descartar, decir, descartar, y así todo el rato. Me siento tertuliano en estadio puro. De los de la tele a las cuatro de la tarde. Ahora se quejan de que soy un chisgarabís. En proceso, en todo caso, porque si un día se me ocurre decir algo que parece medio elaborado, por error, me vuelven a decir que siempre le doy demasiadas vueltas a las cosas en la cabeza. Y vuelta a empezar.

Pesado (1)

Como dicen que soy muy pesado, me he propuesto mirar, medir, pesar y sopesar las palabras que tengo intención de emitir. Estoy en periodo de pruebas. Trato de mirar más los vocablos que me vienen a la boca trasladados del cerebro, y antes de eso miro de arriba abajo a la persona a quien se los tengo intención de decir: su gesto, su rictus, qué palabra más fea, rictus, su mirada, y sobre todo si lleva tacones o marcapasos, corbata o manchas de nutella, que son los cuatro tipos de personas que conozco. También peso y sopeso las palabras, que no sé lo que es, sopesar, pero lo hago. Y las mido, como decían a los forasteros que había que hacer, en las películas del oeste. Y entonces voy probando, pero todo para dentro de mí mismo, si es mejor usar esa palabra, otra palabra, o ninguna palabra. A lo largo de todo este proceso permanezco en silencio. Un silencio grave y reconcentrado. En tensión y con los labios apretados, porque hay palabras que no se conforman con un no, y

Se acabó la ambulancia

Hicimos un amigo invisible de despedida en la ambulancia. A mi me tocó Conchi la de Kabiezes, y yo le toqué al paralítico de las toñejas. Como ninguno tenemos cuerpo para ir a comprar chorradas, mandé al Xavi con diez euros a los chinos y vino con dos gatos de esos que mueven el brazo, dos tiras de espumillón azul, un estuche para meter pinturas, sin pinturas, y dos bombillas de vela de cuarenta watios. Después de entregarnos los regalos, y con la emoción bastante contenida, el conductor sacó de debajo del asiento una botella de Pedro Ximénez y unos vasos de plástico y brindamos por la vida y por la rehabilitación, qué risa.