Estaba el otro día yo con treinta niños de doce años en un viaje de esos de aventura, en Jaca. Se tiraron por un cañón, hicieron rafting, escalada, de todo. Y salieron ilesos. Y yo respiré. La última noche estaba yo tomándome un gin tónic para celebrarlo: que estaban bien, que mañana estoy en casa... Ellos hicieron discoteca, y Aitor quería impresionar a unas chicas de Cuenca, guapísimas, que estaban ahí, sentadas, viéndole bailar aquello de "yo quiero bailar, toda la noche, lalaraalaralalala", y dió un salto tan bien impulsado y tan mal calculado que su cabeza chocó contra la viga, abriéndose el cráneo en canal, y manando tanta sangre que parecía eso un episodio de Navy. Otro Aitor vino a avisarnos.
Mientras venía la ambulancia le hicimos un apaño con una camiseta, que parecía Quincoces, y aproveché para preguntar a Aitor, el otro:
- y las chicas de Cuenca, ¿qué?
- jodé, se han quedado muy impresionadas.
Bueno, por lo menos...
Mientras venía la ambulancia le hicimos un apaño con una camiseta, que parecía Quincoces, y aproveché para preguntar a Aitor, el otro:
- y las chicas de Cuenca, ¿qué?
- jodé, se han quedado muy impresionadas.
Bueno, por lo menos...
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