Hicimos un amigo invisible de despedida en la ambulancia. A mi me tocó Conchi la de Kabiezes, y yo le toqué al paralítico de las toñejas. Como ninguno tenemos cuerpo para ir a comprar chorradas, mandé al Xavi con diez euros a los chinos y vino con dos gatos de esos que mueven el brazo, dos tiras de espumillón azul, un estuche para meter pinturas, sin pinturas, y dos bombillas de vela de cuarenta watios. Después de entregarnos los regalos, y con la emoción bastante contenida, el conductor sacó de debajo del asiento una botella de Pedro Ximénez y unos vasos de plástico y brindamos por la vida y por la rehabilitación, qué risa.
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.
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