Hicimos un amigo invisible de despedida en la ambulancia. A mi me tocó Conchi la de Kabiezes, y yo le toqué al paralítico de las toñejas. Como ninguno tenemos cuerpo para ir a comprar chorradas, mandé al Xavi con diez euros a los chinos y vino con dos gatos de esos que mueven el brazo, dos tiras de espumillón azul, un estuche para meter pinturas, sin pinturas, y dos bombillas de vela de cuarenta watios. Después de entregarnos los regalos, y con la emoción bastante contenida, el conductor sacó de debajo del asiento una botella de Pedro Ximénez y unos vasos de plástico y brindamos por la vida y por la rehabilitación, qué risa.
Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
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