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Mostrando entradas de julio, 2011

Recomposición

Estaba yo atando dos neuronas de mi cabeza que la gabapentina había desatado cuando entró mi hija en la habitación esparciendo por el aire unas endorfinas destructoras que lo estropearon todo. La discusión empezó con una demanda de aumento del saldo del móvil que no supe encajar como un progenitor equilibrado. De ahí pasamos a las ironías y terminamos como el rosario de la aurora. El pequeño entró en el cuarto inmediatamente después y se le pegaron dos endorfinas al humor, de manera que no supo encajar como se espera de un niño educado de nueve años mi negativa a doblar la asignación semanal destinada a la compra de chuches. Y dijo pues vaya mierda y se marchó. A mí todas estas peleas domésticas me dejan bastante agotado, con la atención dispersa y con una sensación de incapacidad para el desempeño mayor que la de un policía en Noruega. Y luego no puedo centrarme en la recomposición de mi tejido neuronal. A ver si con las vacaciones.

Neuronas

Es muy importante cuidar la conexión entre las neuronas que tenemos en la cabeza. Si no, corre uno el serio peligro de desestabilizar otras partes de su cuerpo, o de su alma. Yo llevo tres meses y pico tomando gabapentina. He echado cálculos, y me sale que habré ingerido aproximadamente un kilo. Una tarde que estaba desocupado, una de tantas, se me ocurrió dedicarla a leer prospectos de medicinas. Entre los efectos adversos frecuentes de la gabapentina que he notado encontré desglosados los siguientes: enfado hacia otros, confusión, cambios de humor, depresión, ansiedad, nerviosismo, dificultad al hablar, pérdida de memoria, dificultad para dormir, dolor de cabeza, descoordinación, sensación de cansancio, disminución o ausencia de reflejos, problemas con los dientes, que llegué a visitar a la dentista para que me sacara una muela, y dificultad al pensar. Mientras mi abogado se ocupa del miserable que me lo recetó, yo intento volver a coser los hilos que juntan las neu

No esperen efusiones. Mis piernas (y 3).

Andar cuarenta y seis años y medio con una pierna más corta que la otra y no reparar en ello... ¿Pero en que he estado yo pensando? Pues en el ojo, que no veo, en el oído, que no oigo, en el riñón, que me duele, en la clavícula, que me la rompió un animal al que no le enseñaron que hay que saltar por encima del portero cuando éste sale a los pies. Cómo iba a imaginar yo que la pierna... Yo he fallado, que hay que fijarse más, en las piernas y en todo, pero el sistema se ha columpiado bastante conmigo, supongo que convendréis en ello. En fin, si a pesar de toda esta cantidad de defectos, y de este caminar indolente por la vida, todavía alguno quiere seguir conservando una relación de amistad conmigo, aunque sea de la de facebook, tan desinfectada, lo agradeceré. Pero no esperéis efusiones, porque tengo una pierna más corta que la otra.

Hematocrito saturado. Mis piernas (2).

Como nadie lo explica claramente, me ha dado por pensar que la causa de la hernia discal que me ha salido es precisamente esa: andar cuarenta y seis años y medio con una pierna más corta que otra, y no prestarle atención al tema. Y andar bastante. No de casa al kiosko y del kiosko a casa, no. Paseos incluso por la Playa de la Concha, en el mismísimo San Sebastián. Que no os pase a vosotros. Que no llegueis a la preancianidad sin mediros las piernas. Pero bien medidas, no de cualquier manera. Que no os penséis que yo soy un dejao. He pasado todas las revisiones médicas establecidas, incluidas las de la mili, tan rigurosas. Todas, menos las últimas diez de la mutua, por miedo a que me dijeran, tú, de baja, por paticorto de un lado, o por no oir nada, o por respirar entrecortado, o por mirar demasiado fijo, o por hematocrito saturado.

Ni tú ni nadie. Mis piernas (1)

Con lo que me gusta la novedad, no sé por qué he descubierto tan tarde la osteopatía. A lo mejor es porque soy bastante huevazos para según qué. Cada vez que voy, el osteópata me descubre algo nuevo. La primera vez me hizo reparar en que estaba tarado del lado derecho: la clavícula rota y mal soldada, el codo dislocado, una sordera galopante, un ojo vago, un testículo epididimítico, un conducto uninario obstruido, decenas de empastes en las muelas, cosas todas que ya sabía yo, pero solo en alguna medida, y nunca vistas todas juntas, y en la derecha, lo cual impresiona bastante. En la segunda ocasión ha descubierto que mi pierna izquierda es sensiblemente más corta que la derecha, lo cual me obliga ahora a caminar con un alza en el zapato de ese lado. Me he construido el peralte por dentro, a base de plantillas, para que no lo note la gente que me conoce, y me empiece a preguntar qué te ha pasado en la pierna y yo le tenga que contestar, nada, siempre ha estado así, er

San Fermín

En Pamplona por el chupinazo de San Fermín rara vez pasa una cosa distinta a la del año anterior. Pese a todo, en los telediarios de cada siete de julio insisten en conectar con sus corresponsales en la casa consistorial. Que digan que se ha dado el chupinazo está bien, porque si eres de Mieres, y cuando vas con alguien por la calle no sabes que han empezado los sanfermines, pues quedas mal, como alguien abúlico, o que no vive en este mundo. Pero creo que hay en juego algo más que lo de informar del comienzo, ya que una vez que la corresponsal explica que se ha dado el chupinazo, cuál era la longitud del cohete, en pies, su carga explosiva, quien lo ha tirado y a quién le ha dado, empiezan las imágenes en las que se ve a jóvenes borrachos tirándose desde una fuente al suelo entre el alborozo del gentío, y también a jóvenes duchados en alcohol en medio de la plaza del Ayuntamiento que gritan, aunque la entrevistadora porta un micro que hace completamente innecesario el

Secreto. De los altos.

Los gobernantes solo quieren nuestro bien. Por eso la resistencia de las centrales nucleares a los impactos de avión es alto secreto, habida cuenta de los chinaos que hay dando vueltas a la posibilidad de acabar con todos los infieles de una tacada. Y por eso durante decenas de años ha sido secreto de estado el nivel de contaminación del pescado (que tenemos el cuerpo lleno de mercurio y otras bazofias contaminantes). Contaminados sí, pero protegidos.

el tiempo

Los norteamericanos, cuyas universidades siempre tienen algo interesante que investigar, han ideado un sistema para valorar qué hacen. Sí, qué hacen. Que hace un americano en un día: 8 horas y 23 minutos de sueño. 1 hora y 12 minutos de comida. 4 horas y 24 minutos de trabajo. 2 horas y 31 minutos viendo la televisión. 2 horas y 9 minutos de ocio y deporte. Una hora y 41 minutos en tareas de la casa. 49 minutos de cuidado personal. 43 minutos de compras. 32 minutos cuidando de otros miembros de la familia. 11 minutos al teléfono o respondiendo emails. Se trata de un chip que se instala en el lóbulo de la oreja, como un pendiente, y que ya he comprado para mis hijos. Ahora parecen modernillos, pero son sólo un experimento científico de su padre. Los primeros resultados han sido malos. Y ahora trato de rebajar las seis horas y doce minutos que la mayor se pasa delante del espejo de su cuarto probándose ropa, las cinco y cuarenta y cinco que el mediano pasa delante

la pantera rosa

A la mierda. Leí el otro día en El Faro de Vigo que el Gobierno acaba de aprobar la Ley de Seguridad Alimentaria y Nutrición, la cual incluye la prohibición de que en los Colegios se pueda adquirir bollería industrial. Esto ya es triste. Pero la ley deja, además, algunos flancos abiertos, que provocarán lamentables incidentes y malentendidos en los recreos de nuestras escuelas. Describiré uno, que presencié, no recuerdo si directamente o en sueños. Se trata de ese perillán de tercero de primaria que sale corriendo al patio con una pantera rosa en la mano, la misma que su madre ha comprado en el súper diciendo coño, las pantera rosa, pues no me comí pocas yo en el recreo, y todavía se venden, voy a comprar. Y entonces el monitor vigilante del patio, que ha sido contratado para favorecer el buen ambiente entre los críos y evitar peleas y minimizar los efectos de los cotidianos trompazos y discusiones, se ve abocado a hacer cumplir, por el bien del chaval, y contra el criterio de

Estambul

Una vez estuve en un mercado de una famosa ciudad de Turquia llamada Estambul. Qué bullicio, y qué gritos!. Lo más parecido a aquello que he visto en Occidente ha sido la sala de espera de Consultas Externas de Traumatología del Hospital de Zamora. Me dí cuenta del parecido porque yo siempre estoy atento a las situaciones asimétricas, y nada más entrar escuché una voz varonil que gritaba señora, que esto no es la plaza. Luego, ya en la espera, dilatada, observé cómo dos de cada tres personas esperaban solas, sin compañía alguna. Y de estas personas solitarias, el ochenta y ocho por ciento recurrían al móvil cada poco rato para comentar son sus parientes cosas relacionadas con su enfermedad. Y como algunos parientes vivían en Barcelona y hasta en ciudades más lejanas, gritaban mucho. Menuda algarabía:   - Avelino Zenarruza, pase a consulta cuatro, dijo con voz metálica un altavoz. No se oían nada los avisos, y entonces la gente quería hacerse oir por encima de

A la cola

Me gusta hacer listas. El día que cumplí 47 años hice una de las cosas por las que he hecho cola en mi vida. La primera que recordé, por lo larga que era la cola, fue la que hice para entrar al museo del Real Madrid. Luego está la que hicimos para entrar al Reichtag. De esta nos rescató una amable azafata vestida de rojo, a la que mi mujer engañó acerca de la edad de los hijos. Luego, la que hacía para comprar en la carnicería de Pedro Mari, aunque fuera los sábados a las ocho y media de la mañana. También la que hice para subir con Ana a las torres de Notre Dame a ver las gárgolas, porque había visto el Jorobado de Notra Dame. Y la de entrar al Louvre, aunque esta vez nos colamos, a instancias otra vez de mi mujer, no penséis. Y la de todos los veranos en la pescadería de Palafrugell. Y una que hice una vez en la comisaría, para sacarme el pasaporte, y porque no tenía cita. Y para terminar, la que hacía en la Delegación de Educación del País Vasco, fuera a la hora que

sectas no!

Un padre encerró a su hijo en una caja durante dos meses por usar el móvil. (no digo yo dos meses, pero todo el recreo, eh?, al que le pillas en el colegio mandando mensajitos, ahí, en una caja con ventana, con vistas al monte y con hilo musical en el interior...) Una caja grande, en la que cabía el hijo perfectamente, con una ventanita y todo, pero de la que no podía salir ni para ir a hacer sus necesidades fisiológicas. El hijo tenía 21 años. Lo cuál deja una pregunta en el aire que intentaremos resolver más adelante: ¿por qué no se resistió?  El padre era canadiense. Esto no dice gran cosa, porque los canadienses, por lo general, suelen ser gente cabal. Y si tú, con tus 21 añazos, te enfrentas a tu padre cuando este dice que te va a encerrar en una caja, al final no te encierra, aunque sea canadiense. Ambos, padre e hijo, vivían en Bolivia, pero esto tampoco explica nada, porque lo normal es que cuando eres de fuera y vives en Bolivia, no te vuelves loco ni em

Poesía

Un hijo que tengo, en cambio, es un gran seguidor, amigo de facebook diríamos ahora, de Miguel Hernández, Gloria Fuertes y de la intriga de la hormiga Miga. Es recitar dos versos del poema ese de la flor y empezar a mondarse de risa. Agua, fango y barro, para que no coja un catarro, o barro, agua y fango, para que baile un fandango, son otros versos del mismo poema, que ha aprendido de memoria. Cuando va corriendo al baño, se le oye decir:   tengo una fuerte apretura, que me lleva a la locura. ¿Que cenamos macarrones?,   ¿pero otra vez macarrones?, ya estoy hasta los faldones. ¿Que toca hacer los deberes?,   solo empezar a estudiar, y ya empiezo a estornudar. ¿Qué queréis? Otros presumen de hijos "brillantes" en los estudios, o de campeones nacionales de esgrima o bolo a cachete.

gambas

Ya decía yo ayer que siempre me ha llamado la atención ver a gente educada y seria comiendo gambas con los dedos, y poniéndose de jugos de marisco hasta el codo, y haciendo ruido al chupar las cabezas, sin saber que éstas están llenas de mercurio y otros metales pesados que complican bastante la digestión. Es una práctica tan habitual en entornos civilizados que hasta los restaurantes la favorecen, al entregar a los comensales unas toallitas humedas que hacen que todo el mundo salga del local con olor a esencia de limón, una vez que se la han pasado por manos, muñecas, antebrazos, codo y cara. La deshinibición llega a tal punto que algunos se la pasan por el sobaco, en el caso de que los líquidos que estos pequeños marisquillos tienen en su interior hayan venido resbalando hasta encontrar acomodo en los pelillos que suele albergar esa zona del cuerpo humano. En ese caso, en lugar de lograr el efecto buscado, el restriegue de la toallita favorece la aparición de un nuevo e

arrejuntarse tos bien

Arrejuntarse tos bien es el lema que ha elegido el Granada CF en su vuelta a primera división, para estar todos más unidos en torno al equipo. En lugar de hacer nuevas tribunas que luego hay que quitar porque el juez dice que no estaban en al Plan de Urbanismo, han decidido quitar todos los asientos y ponerlos otra vez, los mismos y otros 2600 mas, para que quepa más gente en el mismo sitio. Por un lado está bien, porque el pedido de los 2600 asientos nuevos ha salvado a una empresa de asientos de Granada que estaba a punto de hacer un ERE, porque en Granada la gente ya no se sienta, con esto de la crisis, y pasea más. Pero por otro lado es un poco injusto, para el que lleva de socio 25 años y ha vivido las penurias de la segunda be y los partidos contra el Ceuta Industrial y el Motril, sentadito a sus anchas en la tribuna, pudiendo dejar en el asiento de la izquierda la tartera de chicharrones para ir picando y en el de la derecha la colección de revistas de motos por s