Como llevan una temporada tiradas a la bartola, mis neuronas se han acostumbrado a la buena vida, y ahora ya no se ocupan de lo que debieran ser sus obligaciones más primeras. Eso explica que ayer por la tarde me fuera tan tranquilo a catequésis y al volver a casa me la encontrara cerrada y con las llaves dentro. Eso explica también que el sábado mandara a mi hijo y a una amiga a San Mamés y que me quedara con las entradas en el bolsillo.
Y eso que voy por la casa repitiéndome las órdenes en voz alta para que no se me olvide nada, ahora cojo las llaves, ahora agarro el paraguas, dejo el esmarfon encima del piano y me llevo dos galletas de Tostarica para entretener el paseo hasta la piscina, a ver si me encuentro con más energía que ayer, que me ganó en todos los largos ese señor de ochenta años que nada con calzón y camiseta, y luego vienen las preguntas, en qué bolsillo he metido las llaves, donde he dejado el paraguas mientras cogía las galletas para ganar al abuelo, qué he dejado encima del piano, que no me acuerdo, y tal.
A veces hay gente en casa, y la verdad es que no sé lo que pensarán de mí.
Y eso que voy por la casa repitiéndome las órdenes en voz alta para que no se me olvide nada, ahora cojo las llaves, ahora agarro el paraguas, dejo el esmarfon encima del piano y me llevo dos galletas de Tostarica para entretener el paseo hasta la piscina, a ver si me encuentro con más energía que ayer, que me ganó en todos los largos ese señor de ochenta años que nada con calzón y camiseta, y luego vienen las preguntas, en qué bolsillo he metido las llaves, donde he dejado el paraguas mientras cogía las galletas para ganar al abuelo, qué he dejado encima del piano, que no me acuerdo, y tal.
A veces hay gente en casa, y la verdad es que no sé lo que pensarán de mí.
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