Al Xavi no le gusta nada ir a misa los domingos. Que si es un rollo, que
si no entiendo nada, que si perdóname un domingo, que si por un domingo
que no vaya... No me extraña que no entienda nada ni que lo considere
un rollo. Pero hay que ir. Y como tiene muy buen perder, el otro día
dijo que iría sin protestar, pero que necesitaba un calzado adecuado. Y
como yo también tengo muy buen ganar, y no tengo otra cosa que hacer en la vida, le compré unos zapatos negros de
cordones. Aprovechando el tirón, cuando se los pone en casa para
hacerlos al pie le hago rezar un misterio del rosario.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
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