El actual estado de cosas, todos encerrados, hace más difícil la
propagación del virus, pero multiplica el número de estúpidos, o, al
menos, hace aflorar todos los que había. Por eso, es de todo punto
obligado retomar este blog en el punto en el que lo dejamos y recordar en este momento, en mitad del estado de alarma, las cinco leyes fundamentales de la
estupidez humana, que tan oportunamente glosó Carlo Maria Cipolla en su
inolvidable "Allegro ma non troppo".
Primera ley: siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo (por eso nos sorprende ver a tantos, por todos lados, yéndose a Gandía desde Madrid, o a Laredo, desde Bilbao, a evadirse un poco de esta situación angustiosa).
Segunda Ley: la probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona (por eso, no debe sorprendernos ver a diputados, inteligentes personas, dando besos y abrazos en Vistalegre de virus hasta la chepa).
Tercera ley: una persona estúpida es aquella que causa un daño a otra persona o grupo de personas, sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio (lo que explica que vayas a Liverpool a ver a tu equipo porque el Aleti es lo más grande que hay, contagies a dos o tres y te vuelvas tan contento porque habéis pasado a cuartos aunque esos cuartos no se vayan a jugar).
Cuarta ley: las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse, con individuos estúpidos, se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error (léase 52 diputados en el Congreso)
Quinta y definitiva ley: el estúpido es más peligroso que el malvado.
Conviene que anotéis estas leyes y os las aprendáis, porque si no lo hacéis, no podréis entender muchas de las cosas que se ven estos días desde la ventana.
Primera ley: siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo (por eso nos sorprende ver a tantos, por todos lados, yéndose a Gandía desde Madrid, o a Laredo, desde Bilbao, a evadirse un poco de esta situación angustiosa).
Segunda Ley: la probabilidad de que una persona sea estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona (por eso, no debe sorprendernos ver a diputados, inteligentes personas, dando besos y abrazos en Vistalegre de virus hasta la chepa).
Tercera ley: una persona estúpida es aquella que causa un daño a otra persona o grupo de personas, sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio (lo que explica que vayas a Liverpool a ver a tu equipo porque el Aleti es lo más grande que hay, contagies a dos o tres y te vuelvas tan contento porque habéis pasado a cuartos aunque esos cuartos no se vayan a jugar).
Cuarta ley: las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse, con individuos estúpidos, se manifiesta infaliblemente como un costosísimo error (léase 52 diputados en el Congreso)
Quinta y definitiva ley: el estúpido es más peligroso que el malvado.
Conviene que anotéis estas leyes y os las aprendáis, porque si no lo hacéis, no podréis entender muchas de las cosas que se ven estos días desde la ventana.
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