Egun on, Mikel.
14 de agosto, víspera de la Asunción. Oigo a Javier Diago, cofrade mayor de Begoña, hablar con emoción de la subida de la Virgen por la ría a bordo de una embarcación entre los aplausos de la muchedumbre.
No debo ser de Bilbao. Aunque mi partida de nacimiento dice que nací en la clínica Usparicha, no he ido de romería a Begoña en la vida.
Tampoco
he ido nunca al teatro en agosto, ni a ver un espectáculo de La Otxoa. Aunque
he vivido hasta los 36 años en la villa, no debo
ser de Bilbao.
No,
porque cuando en la radio hablan los de la ABAO, la apago, porque no he pisado
La Bilbaína jamás y porque nunca he hecho cola en San Nicolás para bendecir
un cordón de San Blas.
No
debo ser de Bilbao porque como los del centro de Bilbao no tenemos barrio no he
ido nunca a las fiestas de mi barrio, y porque desde 1983 huyo de la ciudad en
Aste Nagusia, por higiene. Mental y de la otra.
Me
da igual si en el once del Athletic hay o no hay vizcaínos. No he ido nunca de
potes en cuadrilla. No he tenido cuenta ni en la Municipal ni en la Vizcaína.
Ni en sus descendientes. Cuando escucho cantar bilbainadas me muero de
vergüenza. Así que no debo ser de Bilbao.
Eso, o que hay distintas formas de ser de Bilbao.
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