En lo que llaman el inicio del inicio, el nuevo Gobierno ha empezado por tocar los cojones,
digo los puentes. Todos los Santos y la Constitución, que caen en
jueves, se van al viernes. Como van a tener tres o cuatro cosas que
lidiar con Rouco, no se han atrevido con la Navidad, la cual se mantiene
el martes 25 de diciembre, con lo gracioso que hubiera sido celebrarla
el 24 y adelantar la Nochebuena al 23, como hice yo un año que la gente
se iba a esquiar. El problema es que en el calendario que todo el mundo
tiene ya colgado en la cocina de su casa, el de la BBK, no aparecen
recogidos tales cambios, y va a ser peor el remedio que la enfermedad,
los rojos en negro y los negros en rojo, y luego, al lado, el calendario
de la escuela, el del Instituto, el de las piscinas, el de la escuela de baile, que hacen falta dos paredes, todos diferentes, un desastre.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
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