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Compartir la mesa en Navidad

Vaya vacaciones más accidentadas. Una noche mi tia Inés se atragantó con la espina de un bacalao al pil pil. No lo notamos hasta que llevaba diez minutos sin hablar, ella, que no calla ni debajo del agua. Cuando la miramos, su piel estaba morada y boqueaba buscando el aire que no tenía. Mi hermano le dió un golpe en la espalda que le sacó la espina y la dentadura. Y que a los demás nos dejó en estado de shock porque pensamos que la había matado. Otro día, mi mujer, sin que nadie le diera un golpe en la espalda, se desplomó sobre unos espaguettis bolognesa, perdiendo en el acto la conciencia y poniéndose perdida de tomate. Terminamos en urgencias, en donde se personó con la cuenta el dueño del restaurante, en un acto de delicadeza extrema que en el momento, agobiado como estaba, no supe valorar en su justa medida.

Ahora valoro más comer sólo, aunque sea un bocadillo.

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.