Venia de la máquina de café, a la que llegué con el empujón que me dió
un médico residente, de ponerme el desayuno que se había llevado la
auxiliar, y me encontrré la habitación con el vecino y sus dos hermanos.
Parecían pacíficos, con sus bigotes y tal, pero uno me gritó ¿qué,
mejor?, como si supiera qué me habia pasado antes de ese momento, y
supusiera que había sido malo. Me asusté y derramé parte del café en mi
pijama verde camuflaje. Le dije que pues vaya, y él contestó bueno, poco
a poco. Me quedé un rato meditando en la profundidad de aquellos
pensamientos y resolví no volver a dirigir la palabra a ese par de
merluzos, pero fue imposible, porque tenían el marca entre manos e iban
comentando las noticias, como si alguien les hubiera chivado que soy del
Athletic, y tuviera que saberlo todo sobre la renovación de Llorente,
cosa que me importaba un pito en aquellos momentos, y en estos. Gracias a
Dios, la llegada de mi hermano me dió algo de tregua. Este venía con el
As, y entonces se enrolló con el vecino del bigote en temas como los
ligamentos cruzados de Pedrito, el del Barça, y los horarios de los
partidos para ganar el mercado chino y que no vaya nadie al campo. Como
ya lo aguanto todo, me transporté por encima del ruido de la
conversación al ruido acogedor y familiar de la A-8, y en su arrullo caí
dormido hasta la una de la tarde, momento en que la auxiliar me gritó
que a ver si tenía apetito, y sin esperar la respuesta, dejó unas
lentejas estofadas hirviendo y una pechuga de pollo fría sobre la
mesita. Y ahí te las compongas, bonito.
Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
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