Desde esa sala hasta el quirófano fui tumbado en una camilla, riéndome, viendo el techo pasar. No era como en las series esas de hospitales en las que se repite una y otra vez el plano del techo pasando a toda velocidad, de un blanco reluciente y con una luz deslumbrante, no. El techo era gris, pasaba lento, y no había luz. En el quirófano había varias personas que me recibieron como en una fiesta - sopresa, saliendo cada una de detrás de un aparato. Hola Pedro, me dijo una saliendo de detrás de un brazo articulado, soy Carmen, la anestesista, y voy a estar contigo durante toda la operación, yo soy Ana, soy la enfermera, me dijo otra, y también voy a estar contigo toda la operación, para que estés tranquilo. El médico apareció como una voz en off, diciendo qué tal, pero ya no pude contestar más que levantando el pulgar, porque no sabía dónde estaba y porque todo el mundo me andaba ya tocando algo. La anestesista me advirtió de un pequeño dolor en la mano, y me dijo que pensara en algo bonito. Creo que le dije que a ver si al acabar el Athletic ya no estaba en puestos de descenso, no estoy muy seguro, y después fue la nada.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
Bienvenido Mendi ¡Qué agradable tenerte de vuelta!
ResponderEliminarY, por mucho que Cameron, Chase, los chicos y chicas del Central..., sean como para morirse de guapos, me conformo con verles al otro lado de la pantalla.
Mira que nos entrenamos cada noche en vivir esa pequeña muerte que es coger el sueño ( que debe ser así para que no nos sorprenda del todo la otra, la grande, la definitiva y seamos capaces de entender cómo va a ser, porque lo que soñamos es, un poco de como somos y un bastante de otras realidades inexplicables. Con una diferencia, que no será tan variada: o te tocará disfrutar siempre o tener pesadillas hasta el infinito, según hayas interiorizado esos sentimientos mientras vives ) pero a la vez es tan diferente de cuando te anestesian.
ResponderEliminarEl tropel de pensamientos y sentimientos que llevas, pasan como bien dices a nada. Como cuando apagas una bulliciosa radio.
No se sueña nada hasta el brusco despertar a la realidad que surge como brota el petróleo a la superficie en un yacimiento.