Mi compañero de habitación no ronca. Eso ya es algo. Y tampoco habla,
conversaciones de esas tontas porque tocan, ya que estamos, y eso si que
es media vida. Pensé en proponerlo candidato al Conejo de Oro Cruces
2011. Pero tiene calor todo el rato. Por eso duerme encima de la cama y
con la ventana abierta de par en par. Cuando me pregunta si me molesta
le digo que no, porque no es cuestión de ir haciendo enemigos cuando
tienes que compartir con ellos el WC, pero me molesta mucho, porque
entra frío y porque entra ruido. Como estamos en el primer piso del
Hospital, a ocho metros escasos en linea recta de la autovía Bilbao -
Santander, es como si tuviéramos la habitación en la mediana. Y de esta
manera, no es que no puedas dormir, es que no puedes vivir, y se te
alteran los nervios hasta unos límites que no soportaría ni un profesor
de la ESO en San Blas.
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.
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