A la mañana siguiente, mientras me tomaba un café con leche con pajita, entró a la habitación una caterva de médicos y residentes, decenas de personas de blanco montando la misma bulla que si protestaran contra los recortes de la Generalitat en Sanidad, y se dirigieron directamente al vecino del aneurisma, propinándole un susto que le provocó otro aneurisma, del que lo rescató una residente a la que se lo pusieron como examen, diciendole o lo sacas o vas ejercer la medicina en Guinea - Bissau.
Luego se dirigieron a mí, y uno, que parecía veterano, me agarró por el cuello y las piernas, me levantó sin que yo pudiera pedir ayuda a mi enfermera, me puso de pie, y me dijo anda!, como si fuera Jesucristo. Y anduve, como el paralítico. La biblia no dice nada, pero yo me imagino que el pobre no andaría más de tres pasos antes de trastabillarse. Yo no, yo anduve bastantes más, ocho o nueve, de la cama a la ventana y de la ventana a la cama, entre las chanzas de los unos y las otras, que, como para que pensara en otra cosa, me preguntaron por mi profesión, y yo dije, directivo, aún a sabiendas de que tal desempeño no casaba nada con un tipo dando vueltas de aquí para allá con el culo al aire, de lo cual debieron apercibirse, porque estalló una carcajada bastante ruidosa, ¿del BBVA? preguntó uno, ¿me puedes dar un crédito al 0,5 más euribor?, preguntó otro, yo quiero la batidora que regaláis por domiciliar la nómina, pero sin domiciliar la nómina, ¿puedes? Y tal como vinieron, se fueron, con sus gracietas por el pasillo, los veintiocho, dejándonos al vecino con sus preguntas al aire y a mí con mi culo, al aire también. A por otro pringao!!!, gritaba uno, pero su voz se fue diluyendo entre el ruido que hacía la auxiliar recogiendo el desayuno, que no acabé.
Luego se dirigieron a mí, y uno, que parecía veterano, me agarró por el cuello y las piernas, me levantó sin que yo pudiera pedir ayuda a mi enfermera, me puso de pie, y me dijo anda!, como si fuera Jesucristo. Y anduve, como el paralítico. La biblia no dice nada, pero yo me imagino que el pobre no andaría más de tres pasos antes de trastabillarse. Yo no, yo anduve bastantes más, ocho o nueve, de la cama a la ventana y de la ventana a la cama, entre las chanzas de los unos y las otras, que, como para que pensara en otra cosa, me preguntaron por mi profesión, y yo dije, directivo, aún a sabiendas de que tal desempeño no casaba nada con un tipo dando vueltas de aquí para allá con el culo al aire, de lo cual debieron apercibirse, porque estalló una carcajada bastante ruidosa, ¿del BBVA? preguntó uno, ¿me puedes dar un crédito al 0,5 más euribor?, preguntó otro, yo quiero la batidora que regaláis por domiciliar la nómina, pero sin domiciliar la nómina, ¿puedes? Y tal como vinieron, se fueron, con sus gracietas por el pasillo, los veintiocho, dejándonos al vecino con sus preguntas al aire y a mí con mi culo, al aire también. A por otro pringao!!!, gritaba uno, pero su voz se fue diluyendo entre el ruido que hacía la auxiliar recogiendo el desayuno, que no acabé.
Pura diversión y cotidianidad para ellos, la peor parte para el conejo de indias que está en la cama.
ResponderEliminarEntiendo que tomen distancia del enfermo porque sino, sería un día tras otro de tragedia si empatizan mucho con el paciente.
Pero si los profesores nos acercáramos así al desconocimiento de cada alumno....estarían todos con la autoestima por los suelos.