Inhabilitado como estaba por una dolencia física, mi hija se ocupaba de todo. Hasta de la colada. Como en un ataque de ira había lanzado una mandarina contra la cortina, esta estaba hecha unos zorros, y le pedí que la lavara, pero me contestó que no tenía tiempo. Nos pusimos a buscarlo y lo encontramos, y entonces le pedí que quitara la cortina, que embadurnara las manchas con fairy y que pusiera la lavadora. Todo lo agradecí mucho, y ella se marchó a atender sus relaciones sociales. Al cabo de 50 minutos pedí al Xavi que sacara la ropa de la lavadora y que me enseñara cómo había quedado la cortina. Ha quedado mal, aita, mira. Efectivamente, tenía, además de las dos manchas de mandarina, de color anaranjado, otras dos manchas azul verdosas superpuestas de fairy y otras cuatro o cinco iguales que había esparcido por ahí. Asqueroso. Antes de teclear en google, "lavar a máquina cortinas con manchas imposibles" le pedí al Xavi que me acercara más la cortina, y comprobé que estaba, además de completamente sucia, completamente seca. Se había olvidado de dar al ON. Vaya. Se lo pedí al Xavi, que dijo yo sé poner la lavadora, y me fié. Y puso la lavadora, con la cortina dentro pero sin el jabón de lavar. Vaya. Le dí un teléfono móvil y desde arriba le fui dando instrucciones: apaga la lavadora, ya está, coge el Ariel verde y llena el tapón de detergente, ¿sabes?, si, ¿ya está?, si, ¿se puede abrir la puerta de la lavadora ya?, no, pues espera dos minutos, ¿cuanto son dos minutos?, te llamo dentro de dos minutos, pasan dos minutos, ¿Xavi?, si, ¿se puede abrir la ya la puerta de la lavadora?, si!!!, pues abre la puerta de la lavadora y mete el jabón dentro, ya está, ahora cierra la puerta y dale al botón de empezar, ya está, gracias hijo, eres mi cayado en la enfermedad, ¿que?, nada, que te quiero.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
Es un gran alivio tener unas prolongaciones de uno mismo cuando no se llega a a hacer lo que habitualmente uno hace. En la enfermedad es cuando más se agradece. Hay algo que últimamente me satisface enormemente, no tener la obligación de estar a la hora de comer en casa, porque cocina mi hijo y le tiene preparada la mesa y la comida a su hermana cuando llega agotada y hambriento del trabajo. Unas veces coincide con que tengo médico al mediodía y otras no coincide con nada más que con tomarme la libertad de no tener que estar en casa a esa hora. Es de lo mejor que me ha pasado estando de baja.
ResponderEliminarTener una obligación menos es un alivio cuando una enfermedad te tiene acorralado.
Y por otro lado que maltrato le has hecho a tus lumbares para que te devuelvan con tanta alevosia un dolor tan pertinaz y prolongado en el tiempo.¿ te has pasado de entrenarte corriendo?¿ o no calculas la buena postura frente al ordenador?.