Pasó los brazos por debajo de la mesita plegable y sacó los deditos de una mano, tres, en concreto, por el final. Y se durmió reposando la cabeza en el reposabrazos, a lo mejor porque no sabía que era un reposabrazos y no un reposacabezas, o a lo mejor porque, sabiéndolo, el cansancio no le permitió buscar una solución más adecuada.
Cuando se despertó y vió aquellas tres morcillitas rosadas apareciendo por detrás de la mesita plegable dió un respingo y se asustó bastante.
- ¿qué es eso, aita?
- son tus dedos, corazón, son tus dedos.
Y respiró aliviado. Y se durmió otra vez.
Cuando se despertó y vió aquellas tres morcillitas rosadas apareciendo por detrás de la mesita plegable dió un respingo y se asustó bastante.
- ¿qué es eso, aita?
- son tus dedos, corazón, son tus dedos.
Y respiró aliviado. Y se durmió otra vez.
Comentarios
Publicar un comentario