En el momento de entregarme la documentación, me deseó que me fuera leve el trabajo de la mañana.
Mal empezamos, pensé, porque esta es de la organización, y seguro que ya sabe que las ponencias son un peñazo, por lo menos las de la mañana, y que la buena pinta que tienen, las charlas y los que las charlan, son solo un señuelo para que pringaos como yo se vengan desde Bilbao nevando, y en pleno invierno, a activar la economía del barrio dando cuenta de cafés, menús y cortes de pelo en salones de estética que no cierran a mediodía.
Mis sospechas se confirmaron a las primeras de cambio, cuando en la ponencia número 1 el ponente nos facturó un power point que compuso en diez minutos anteayer, que ni le había pasado el corrector ortográfico, y que lo mismo valía para nosotros, monjas, frailes y asimilados, que para los líderes de Sortu y para los del circo Price, explicado todo con el mismo ritmo con el que el Xavi come la sopa, y aderezado de chistes de los que solo se reían él y una religiosa oronda que tenía sentada detrás.
El sitio, un cine de barrio reciclado en salón de actos de colegio concertado, lo hacía todo aún más insoportable, así que tuve que atornillarme al asiento (no fue dificil, porque el culo encajaba y luego no te podías levantar si no era desplazando la pelvis hacia adelante hasta desencajar la cadera, y molestabas a todo el mundo) para no salir a buscar un bar donde encontrarme otra vez con personas normales, de esas que no dan charlas, sino que solo te dan conversación.
Mal empezamos, pensé, porque esta es de la organización, y seguro que ya sabe que las ponencias son un peñazo, por lo menos las de la mañana, y que la buena pinta que tienen, las charlas y los que las charlan, son solo un señuelo para que pringaos como yo se vengan desde Bilbao nevando, y en pleno invierno, a activar la economía del barrio dando cuenta de cafés, menús y cortes de pelo en salones de estética que no cierran a mediodía.
Mis sospechas se confirmaron a las primeras de cambio, cuando en la ponencia número 1 el ponente nos facturó un power point que compuso en diez minutos anteayer, que ni le había pasado el corrector ortográfico, y que lo mismo valía para nosotros, monjas, frailes y asimilados, que para los líderes de Sortu y para los del circo Price, explicado todo con el mismo ritmo con el que el Xavi come la sopa, y aderezado de chistes de los que solo se reían él y una religiosa oronda que tenía sentada detrás.
El sitio, un cine de barrio reciclado en salón de actos de colegio concertado, lo hacía todo aún más insoportable, así que tuve que atornillarme al asiento (no fue dificil, porque el culo encajaba y luego no te podías levantar si no era desplazando la pelvis hacia adelante hasta desencajar la cadera, y molestabas a todo el mundo) para no salir a buscar un bar donde encontrarme otra vez con personas normales, de esas que no dan charlas, sino que solo te dan conversación.
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