Lo bueno de estar una semana sin salir de casa y sin ver la tele es que aminora sustancialmente el número de idiotas con los que trabas contacto. Pero están por todos los lados, porque es abrir la puerta y encontrártelo, oye. Resulta que mi mujer aparcó sobre la acera de casa para hacer más fácil mi acceso al coche, y un individuo con aspecto de haber visto la última luz al final del Neolítico, le dijo que si ella se pone en la acera, él se tiene que ir a la carretera, cosa cierta, por otro lado, pero cuya razón estaba a su izquierda, exactamente, en otra cosa, coja en esta caso, yo. Y no me vió porque no miró, y se limitó a mirar a mi mujer con las manos en los bolsillos y los huevos en peralte mientras esta decía disculpa, es qué tengo que sacar a a un enfermo, es un segundo. Como al tío el enfermo le importaba una mierda, porque lo importante eran sus huevos y su acera, no la disculpó. Y al salir le dije que gracias, y como no miró, le grité que gracias, y entonces vió a la cosa coja que soy entrando penosamente en el coche ayudado por un amabilísimo empleado del servicio de recogida de basuras, al que su olor a detritus hacía infinitamente más atractivo que el aspecto del troglodita, por lo cual lo besé, en señal de agradecimiento. Y el individuo aquel me siguió mirando, y yo a él, la suya mirada de idiota, la mía de carnicero, y como para demostrar a mi mujer la enorme habilidad social que atesora escondida entre los huevos, se acerca a comentarle que también dejamos aparcar ahí a las ambulancias, y entonces yo le contesto que a las ambulancias, al de entrega a domicilio del EROSKI y al camión de las putas, para hacerles más fácil el despliegue por el pueblo, y que si no sabe vivir, que deje vivir, pesao.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
Hay un refrán antiguo que dice : " ADEMÁS DE JODIDO, APALEADO".
ResponderEliminarLos merluzos son una subespecie de la humana, que tienen la peculiaridad de poseer una bocachancla, que se les llena de sandeces a la menor oportunidad y que se les escapa la esencia de las situaciones cuando están convencidos de poseer la verdad y la razón a destajo, y lo que hacen es meter la pezuña hasta el zancarron.
Es lo que le falta a cualquier humano dolorido, encontrarse con un hipopotamo insensible y bobalicon que no hubiera necesitado nada más que callarse y esperar un poco para ver el desenlace, y así hacer dos favores, uno al cojo y a su mujer dejandolos tranquilos, y otro a su santa madre, del hipopotamo, evitando que se retuerza en su tumba al ver la memez que le caracteriza al hijo de sus entrañas.