Lo que menos necesita un enfermo con dolor es que le toquen los huevos, si no es por un asunto de urología, que entonces es lo propio. Es lo que contestó cuando el médico le dijo que había que tener un poquito de paciencia y dar tiempo a los tratamientos. Luego, también le dijo que si él no podía quitar el dolor le dejara a otro que lo intentara, que no pasaba nada, que lo contrario es como decir yo soy dios y esta enfermera de aquí al lado mi profeta. Después le soltó que si en toda la carrera lo que había aprendido de relación con los pacientes era eso, ya se imaginaba el resto del expediente académico, y para terminar, le pidió que le perdonara por todos los exabruptos anteriores, porque como ya había tenido ocasión de comprobar, no se encontraba muy bien.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
Espero que no hayas tenido que ser tú el de los exabruptos, porque aún no consigan quitarte los dolores de la lumbalgia, sería lamentable.
ResponderEliminar¡que Dios nos libre de dolores, cuándo no es capaz de hacerlo Osakidetza!