Mucho se ha hablado sobre los efectos beneficiosos del trabajo sobre la salud. La mayoría de las cosas que se han dicho, chorradas. Sin embargo, una vez anduve tomando unos opiáceos que me calmaban el dolor pero me producían estreñimiento. Y como no era cuestión de saturar al organismo, combatía esto último con dósis extras de fibra en los cereales de la mañana y de la noche, nada de botica. Y ningún resultado, tampoco. Hasta que me puse a trabajar dos horas sobre un informe en el que unas personas que no habían hecho nada contaban como habían hecho todo. Oye, como nuevo. A por más opiáceos para el dolor.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
Comentarios
Publicar un comentario