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ovejas

Me preguntaba mi amiga a principios de semana que qué tal los primeros pasos, que si iba saliendo de este marasmo de punzadas alevosas que recorrían mi pierna. Y le contestaba que los primeros pasos estaban por venir. Que lo que me llevaba de la cama al váter y del váter a la cama no podían llamarse pasos.

Y que mis hijos lloraban al ver el despojo humano que soy colgado del hombro de su madre (menos mal que Osakidetza incorpora como novedad la atención psicológica a menores en caso de enfermedades degradantes de sus padres). 

Eso sí, debo apuntar una novedad. El domingo por la noche volví a Urgencias por tercera vez y me trataron distinto. Esta vez, como a una oveja. El bueno de mi hermano agarró con una mano los informes, con otra las radiografías y con el pie paró la silla de ruedas conmigo encima que le arrojaron desde la sala de yesos.

Todo lo demás, fenomenal.

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.