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La residencia

- A ver, Juan María, que le vamos a dar el alta. ¿Está contento?

- Ni te lo imaginas, guapa.


- ¿Donde vive, Juan María?

- En la Residencia.

- ¿En qué residencia, Juan María?


- No tengo ni idea, en los papeles vendrá.


- Pues aquí no pone nada, voy a preguntar, mientras tanto vaya usted vistiéndose Juan María.


- Si es usted tan amable de acercarme la ropa, señorita.


- Uy Juan María, qué vago estamos esta mañana...


- Vaga estará su madre señorita, que a mi me falta una pierna y estoy sin muletas, y ya está bien de educación y buenos modales y a tomar por culo todo, que se me ha acabado la paciencia, que uno será un paquete, pero todavía tiene dignidad.


La auxiliar tenía tan poca vergüenza que ni por esas se le cayó la sonrisa al suelo.

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Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
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