Uy, Goya, qué rico, me dijo la cajera del súper, yo de joven tomaba Goya, y Cariñena y Málaga Virgen, y estuve por decirle que así has terminado, hija, que no das una ni con el lector de códigos de barras ni con lo que cobras, pero no, le dije que una copita de Goya después de comer, con media docena de nueces y unas pasas, aunque acorta la vida en varios meses (esto ya debe estar estudiado por investigadores ociosos de alguna universidad americana que sea prestigiosa, que si no no vale) la hace infinitamente más placentera.
Y entre siete que hacían cola le quitaron mi Goya, del que bebía a morro, mientra yo iba a por otra botella para mí y unas pastas de té para ella, para que se le pasara el morao y pudiera seguir trabajando.
Y entre siete que hacían cola le quitaron mi Goya, del que bebía a morro, mientra yo iba a por otra botella para mí y unas pastas de té para ella, para que se le pasara el morao y pudiera seguir trabajando.
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