Pero junto al cabrón de Contreras y al figurín de Piñera, que hoy promete mejorar la seguridad de las minas y hace un año, en la oposición, defendía que fueran los patronos los que decidieran por su cuenta sus medidas de prevención, sin ingerencias del Estado, que sólo Dios es Dios y el Mercado su Profeta, viven en Chile 33 mineros a los que otro Chile, el prodigioso, el de los ingenieros ingeniosos, ha sacado de las tripas de la tierra para devolverlos a sus familias. Como dice el escritor, ya era hora de que la tierra, regada tanto tiempo por la sangre, el sudor y las lágrimas de los mineros, devolviera verdores desde su vientre. Un número inolvidable, 33. Como la edad de Cristo, cuando lo mataron. 33 como las vueltas que daba en un minuto un LP. 33, que es lo que tienes que decir en el médico cuando tienes tos.
Con ellos hay que decir eso tan gracioso de viva Chile, mierda. Y recordar, cuando se apague el último foco mediático, que ni ellos cobrarán de la empresa los 69 días que no trabajaron ahí abajo estando encerrados, ni los otros 205 que trabajaban aquel día del derrumbe pero no quedaron atrapados cobrarán nada, porque la mina permanece cerrada desde el día del accidente.
Eso sí, el lince ibérico bien.
Con ellos hay que decir eso tan gracioso de viva Chile, mierda. Y recordar, cuando se apague el último foco mediático, que ni ellos cobrarán de la empresa los 69 días que no trabajaron ahí abajo estando encerrados, ni los otros 205 que trabajaban aquel día del derrumbe pero no quedaron atrapados cobrarán nada, porque la mina permanece cerrada desde el día del accidente.
Eso sí, el lince ibérico bien.
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