Ahora que la UE va destinar 50 millones de euros a un programa de protección del lince ibérico y que el atún rojo empieza a dar señales de recuperación, a lo mejor podemos empezar a pensar en las personas.
Egun on, MIkel. Tienes razón en lo de las chanclas, y lo apunto para tratarlo en una próxima digresión, pero, hablando de ropa, yo creo que cada edad tiene su manera propia de vestir. Y que cualquier otra le es impropia. Lo digo sin rigideces y sin formalismos. La amplísima variedad que se ofrece en las tiendas ya da como para no tener que vestir con cincuenta como si se tuvieran veinte. Hay un momento de la vida en el cual determinadas partes del cuerpo deben permanecer ocultas a la vista de los demás. De esto no tengo ninguna duda. Por ejemplo, las piernas, en todo lo que ellas comprenden, desde el tobillo hasta la ingle. También la barriga, en un radio de un metro y medio desde el ombligo. O los brazos, desde la muñeca hasta el hombro. A partir de los cuarenta y pico eso ya no se enseña a nadie. Ni a uno mismo, si no es para lavar. La profusión capilar, cuando se da, convierte esas partes de algunos cuerpos en espectáculos especialmente repulsivos y deleznables. Así, y en mi o
Me parece una idea excelente y mira que no es nueva.
ResponderEliminarAdemás sale muchísimo más barato que lo del lince.
Con sólo sonreír más, escuchar mirando a los ojos y pensar en cómo tener más contentos a los que se tiene cerca, es suficiente.
Parece sencillo, la dificultad está en que nos concentramos cada uno en nosotros mismos y ahí es donde falla la cosa.
Por qué será siempre que el problema de la teoría es llevarla a a práctica.