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mi quinto avatar: el resucitado

Hable ya de mis avatares. De que tengo seis: el imbécil, el héroe, la cantinera, la pescadera, el resucitado y el portero de fútbol.

Ya os conté cosas de algunos, y hoy seguiré con cosas de otro.

A veces miro lo que pasa y me río.

A veces oigo lo que dicen y no doy crédito.

Es en realidad mi avatar de resucitado en otra dimensión, en la que se ven cosas que no se ven aquí y se oyen cosas increíbles.

Como la que dice Manuel Contreras Sepúlveda, de 81 años, condenado a más de 200 años de prisión por los crímenes que cometió siendo jefe de la policía política de Pinochet: en el Ejército chileno no se da orden de matar. Las manos no las tengo manchadas de sangre. Yo fui jefe de una institución que eliminó el terrorismo de Chile. Estoy orgullosos de lo que hizo la DINA.

En esa dimensión, fijaos si es rara la cosa, cuando oyes ciertos comentarios tienes que taparte la nariz.

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Declaración de intenciones

Las lágrimas se guardan para los entierros, y la vida hay que buscarla allí donde lo dejan a uno. En una casa buena de Cádiz o en el infierno. Donde sea, donde se pueda El asedio, de Arturo Pérez Reverte Esta es la sabiduría de Felipe Mojarra, salinero, de la Isla, de barro hasta las rodillas y que pelea contra el francés, en el año de 1811, en la Bahía de Cádiz, sin saber por qué. Y esa es la que buscaré compartir con vosotros cada mañana desde este rinconcito de la red. ¡Qué gusto volver a escribir!
Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres. No es ya un extraño país lejano en el horizonte, es cita donde me aguardan pupilas que me conocen, labios que me dieron besos, pieles que llevan mis roces. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, de gestos ya conocidos de amor, de abrazos que acogen, en los que revivir puedo amadas palpitaciones, y tantos y tantos sueños que aguardan consumaciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones: me gusta saber que Dios prepara para los hombres Paraísos que permiten recuperar los adioses. Allí se me van llegando uno a uno mis amores, con besos hoy silenciosos que tendrán resurrecciones. Se me va poblando el cielo de rostros y corazones, se va volviendo mi hogar, llenándoseme de nombres.