La policía colombiana andaba mosqueada. Cada vez que estaban encima de los traficantes para detenerlos por sorpresa, desaparecían del mapa.
Resultó que era el loro, que detectaba la presencia de la pasma antes que nadie y se chivaba, profiriendo alaridos que ponían en guardia a los narcos.
Como estaban más que hartos de la tomadura de pelo, detuvieron al loro, después de leerle sus derechos, que se fue inventando el sargento mientra hablaba. El loro se fue con la policía sin oponer resistencia. En parte porque es un loro, y los loros no oponen resistencia cuando se coge su jaula y se les lleva de acá para allá, y en parte porque está más que acostumbrado a las rejas, y las de la prisión hasta le parecían más bonitas que las de casa, y la comida más jugosa, y los chistes verdes de los funcionarios, más entretenidos.
Pero como a los animalistas la felicidad de los animales solo les importa de boquilla y para montar follón, prepararon una parda pidiendo la liberación del bicho, y desde debajo de la ventana que ocupaba le enseñaban operetas de Luis Mariano para que las repitiese hasta volver locos de los carceleros.
El loro fue puesto en libertad sin cargos, pero en una selva del norte del país, en la frontera con Venezuela, donde enseñó a cantar a los soldados del ejército bolivariano aquello de "yo nací en una ribera del arauca laralaaa".
Hasta que Chávez se lo llevó a su despacho. Y ahora canta ese himno popular venezolano para delatar a los espías yanquis que se acercan al coronel disfrazados de pupusa.
Listo el cabrón.
Resultó que era el loro, que detectaba la presencia de la pasma antes que nadie y se chivaba, profiriendo alaridos que ponían en guardia a los narcos.
Como estaban más que hartos de la tomadura de pelo, detuvieron al loro, después de leerle sus derechos, que se fue inventando el sargento mientra hablaba. El loro se fue con la policía sin oponer resistencia. En parte porque es un loro, y los loros no oponen resistencia cuando se coge su jaula y se les lleva de acá para allá, y en parte porque está más que acostumbrado a las rejas, y las de la prisión hasta le parecían más bonitas que las de casa, y la comida más jugosa, y los chistes verdes de los funcionarios, más entretenidos.
Pero como a los animalistas la felicidad de los animales solo les importa de boquilla y para montar follón, prepararon una parda pidiendo la liberación del bicho, y desde debajo de la ventana que ocupaba le enseñaban operetas de Luis Mariano para que las repitiese hasta volver locos de los carceleros.
El loro fue puesto en libertad sin cargos, pero en una selva del norte del país, en la frontera con Venezuela, donde enseñó a cantar a los soldados del ejército bolivariano aquello de "yo nací en una ribera del arauca laralaaa".
Hasta que Chávez se lo llevó a su despacho. Y ahora canta ese himno popular venezolano para delatar a los espías yanquis que se acercan al coronel disfrazados de pupusa.
Listo el cabrón.
Donde esté un animalito inteligente y colaborador, ¡para qué se necesita la alta tecnología!
ResponderEliminar