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Le daba cada mañana a su hijo la dosis de dopamina que su organismo le negaba, y cuando volvía por la tarde lo encontraba en un estado de excitación propio del plató de La Noria. Y le fue subiendo la dosis por su cuenta, qué sabrán los médicos, obteniendo idéntico miserable resultado.

Decidió hablar con la tutora, más para que esta se hiciera cargo de su angustia que por resolver el problema, y le recibió en el aula. Comprobó con asombro que los pupitres, en la parte superior, tenían publicidad luminosa, de esa que va cambiando, viaja a España y verás qué caña, prueba danonino y estarás muy fino, mercería Conchita lo que se da no se quita, y así sucesivamente, hasta quince anuncios, y a volver a empezar por el primero.

También había anuncios, estos fijos, en la parte posterior del respaldo de la silla del compañero de delante. Uno diferente en cada silla: come huevos y te sacarán los ojos, duchaya, tu plato de ducha en dos horas y sin obras, pescaderías la fresca, y así.

La tutora llevaba puesta una camiseta del Nápoli, anunciando tortellini Barilla.

Todo era parte de un Plan de la provincia de Barletta-Andria-Trani , cuyas autoridades educativas decididieron poner publicidad dentro de las aulas para financiar su actividad, amenazada con los recortes presupuestarios en educación.

Eso nunca pasaría en España, donde el proyecto de ley de seguridad alimentaria pretende convertir a los Colegios en "espacios protegidos de publicidad". Como reservas naturales, pero con alumnos y profes en lugar de linces, para que encuentren un lugar en el que quedar a salvo del ataque de los bollos y madalenas de Martínez.

Comentarios

  1. Hombre, me gustaba más lo de Whoopi Goldberg, presentando su precaria escuela al festival en el que, después de mucha emoción, sus chicos y chicas ganaban el concurso, llevando al final feliz de no cerrar las aulas.

    Claro que, a falta de festivales..., buenas son tortas; o mejor, madalenas -Martinez, las buenas!-

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